Por Abdiel Rodríguez Reyes
Doctor en filosofía
Estamos ante un Gobierno frágil, por varias razones. Primero, ganó las elecciones con un porcentaje bajo de 34,23%. Segundo, tensiones dentro de su propio partido. Tercero, una alianza débil en la Asamblea Nacional de Diputados, con una oposición política minoritaria y vigilante.
Los gobiernos de ese tipo suelen apoyarse en la fuerza para mantenerse en el poder. En esas condiciones, someterse a un estallido social sería riesgoso para la estabilidad del país y, mucho más para el propio Gobierno. Al parecer, no son conscientes de su fragilidad y de las consecuencias de querer imponer una reforma tan sensitiva como la de seguridad social, sin un gran consenso nacional.
La gran parte de los diputados buscará su reelección. Por lo tanto, cargar con la reforma tendrá un costo político alto, el cual no necesariamente estarán dispuestos a pagar los sectores oficialistas. Haciendo el cálculo político, rechazarán aquellas medidas más impopulares. A pesar de la división de poderes en lo aparente, en un país presidencialista como lo es Panamá, el Ejecutivo se verá desafiado, mostrando mayor fragilidad aún.
A nuestro entender, el proyecto de Ley que busca reformar la seguridad social está lleno de elementos negociables políticamente. Lo que sí no está en juego, para quienes lo proponen, parece ser la gestión privada de los fondos de la Caja de Seguro Social (CSS), y es precisamente ese aspecto al cual más férreamente se opondrán en las calles.
Mientras más avance la discusión de las reformas, veremos mayores contradicciones en el discurso oficialista. Lo invariante será la gestión de los fondos en forma privada, para darle idealmente mayor rendimiento a los mismos. En otrora, hemos visto el indebido uso de esos fondos, como la poca confianza hacia los partidos políticos. No hay un clima adecuado para avanzar sensatamente en una salida democrática antes de terminar el año.
Necesitamos un buen capitán para llevar a puerto seguro una eventual reforma a la seguridad social. Un Gobierno frágil, por las razones antes expuestas, tendría un panorama muy difícil. Para lograrlo, se requiere, ineludiblemente, un gran consenso nacional. No creo que el pueblo panameño sea tan ingenuo y, si lo es, sería una lástima que se coma el cuento de que la alternativa para resolver el problema sea entregarle los fondos de la CSS a la banca privada.