Por Jairo H. Pertuz S.
Periodista y analista Internacional
La verdad es que el presidente panameño, José Raúl Mulino, tiene una difícil tarea que ejecutar. Le han entregado un país hecho pedazos, con grandes y pequeños problemas que, al juntarlos, son tan graves los pequeños como los grandes.
Lo peor, es que todos los problemas golpean a un pueblo noble al que, gobierno tras gobierno, desde por lo menos hace 20 años, han olvidado y del cual se han aprovechado élites asociadas, en contubernio vergonzoso y ruin. Son liderados por partidos políticos carentes de ética y doctrina, que sólo han aprovechado la oportunidad para enriquecerse y fortalecer su dominio. Todo ello, el presidente lo sabía. Actualmente, no es la excepción. Cierran filas, como en la Asamblea Nacional de Diputados y se unen para alcanzar sus aviesos fines.
Las mayorías no tienen en quien confiar. Mayor desconfianza generan las élites socio-políticas, pues allí todos han demostrado incapacidad e ineficiencia para el manejo del Estado, al cual han sumergido en la crisis actual. Sólo Dios, en su grandeza, está reverdeciendo en la mayor parte de la juventud, con el apoyo de los experimentados, sufridos, perseguidos y discriminados actores de su clase pobre.
Rescatar a Panamá de las garras de sus opresores, internos y externos, representa otro reto para las mayorías, cada vez más empobrecidas y engañadas. Ya la llamada ”clase media” ha desaparecido y la desesperanza cunde en la mayoría de una población obligada a doblegarse a un clientelismo que busca romper toda barrera de decencia y rectitud.
Panamá cuenta con los recursos y potencialidades para ser, de verdad, un país del primer mundo, pero los saqueadores y las mafias hincan sus garras en los poderes del Estado y las riquezas, y va a ser muy difícil que suelten su presa.
La corrupción se ha enquistado profundamente en la sociedad y los poderes del Estado. El país está envuelto en un desorden alarmante, en el que no se respetan las reglas, derechos ni leyes ante una falta de autoridades que las hagan cumplir hasta en lo más elemental, como en el tráfico de moto-vehicular.
Igualmente, la humanidad exige un multilateralismo justo y equitativo. Así que hoy, en Argentina, el (peluca) Miley, cínicamente dice ser ”humilde”, pero su egocentrismo le impide ver lo que es él realmente.
La oligarquía global (1% de la población mundial) acabará con la humanidad. Por ejemplo, desde hace más de 200 años, ya se vivía en Colombia como en otros países americanos y africanos, Se vivió el desprecio por la vida humana y el amor por el dinero producto del saqueo y los crímenes atroces contra la humanidad. En el Siglo XIX, se volvió a vivir con ímpetu arrollador las políticas de la corrupción y del despilfarro. En muchos países de América y África han visto florecer el despojo a los pobres y el aumento de las desigualdades.
En Colombia, por ejemplo, ya era efectiva la apropiación del 82% de sus tierras por sólo el 2% de sus oligarquías criollas. Mientras, en Perú y Bolivia, se asentaron gobiernos de extranjeros desvergonzados y mala fe que mancillaron a su población originaria. En este contexto, los EEUU e Israel deben cumplir las obligaciones que les incumben. Ya basta de imponer ilegalidades y crímenes a nivel internacional.