La economía de la posmodernidad

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Escenario de la posmodernidad. (Foto: Erik Eastman, Unsplash).

Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político

En un recorrido “a vuelo de pájaro”, podemos afirmar la existencia de dos grandes corrientes del pensamiento económico del capitalismo y, un número plural de “escuelas”, dentro de cada una de las teorías económicas enunciadas: la estereotipada economía clásica y la neoclásica.

A la economía clásica pertenecen los grandes maestros Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx, entre otros. Dentro de los neoclásicos se distinguen León Walras y Alfred Marshall. La economía clásica se dedicó -por excelencia- al estudio de la producción y distribución de la riqueza. Por su parte, los neoclásicos introducen las categorías del “equilibrio general” de la oferta y la demanda de bienes y servicios, como también el de “utilidad marginal” para la asignación de recursos finitos frente a necesidades infinitas. En el marco de la concepción económica neoclásica, Lionel Robbins define a la economía como “la ciencia que estudia la conducta humana que resulta de la relación que existe entre fines ilimitados y medios escasos que tienen usos alternativos”.

Sin embargo, en la década de los setenta del siglo pasado, irrumpe en el escenario planetario el neoliberalismo, de la mano de los mandatarios, el estadounidense Ronald Reagan y la británica, “la dama de hierro”, Margaret Thatcher. El mundo cambia radicalmente. Toda la actividad humana es reducida a “mercancía”. Los “precios económicos”, sufren una metamorfosis y terminan en “precios políticos”. El modelo de “Estados de bienestar” es reducido a cenizas. Los precios son inducidos a vectores de la gestión de las empresas privadas.

Este proceso de transformación estructural del modelo de negocios que dura hasta nuestros días, que a falta de caracterización denominaré “economía de posmodernidad”, se describe fundamentalmente por lo que Pablo Dávalos designa como la “endogenización de la demanda” y la “exogenización de la oferta”. La primera, transfigura a los consumidores a vectores del modelo de gestión de las empresas privadas y, el segundo, consiste en el fenómeno mediante el cual las empresas se desprenden de todo proceso productivo (subcontratación).

Para que esta transformación se haya dado, previamente se crearon situaciones políticas específicas: Desmantelamiento del Estado de bienestar (privatización de las empresas públicas), desarticulación política de las organizaciones populares, particularmente de los trabajadores. El resultado es el vuelco y retorno de paradigmas. De la economía clásica (economía política) a la economía neoclásica (racionalismo económico) y retorno a la economía política de la neo modernidad.

Atrás quedaron la “economía de mercado”, de “equilibrio general”, su lugar lo ocupa hoy, el “capitalismo de la información”. El homo sapiens, la especie más inteligente del mundo animal, ha sido reemplazado por el robot y la inteligencia artificial (IA) en menos de las grandes corporaciones transnacionales.

En síntesis, “el neoliberalismo transformó de manera radical el concepto de “mercado”. De ser un espacio social destinado al intercambio entre vendedores y compradores a partir de un sistema de precios, el neoliberalismo lo transformó en una esfera de regulación social y validación de decisiones políticas” (Ibíd.).

De modo que el “mainstream” actual es el derivado del capitalismo de la información, donde los Estados nacionales cumplen el papel de neo colonias, verdugos de sus propios pueblos. El ejemplo más cercano de los panameños es la relación de servidumbre del Estado nacional con la empresa transnacional First Quatum Minerals (FQM), mediante el establecimiento de el “Contrato del Estado con la persona moral inexistente, Minera Panamá, S.A.”, que no sólo nos impone una relación contractual cuasi a perpetuidad y leonina; sino que usurpa flagrantemente la soberanía de la República de Panamá. Economía política pura y dura.

¡Así de sencilla es la cosa!

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