La coexistencia pacífica y el factor Covid-19

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Muchos reclaman un mundo más humano en medio de una crisis a escala global.

Por Pedro Rivera
Escritor, cineasta y ensayista

Nikita Jrushchov, primer ministro de la Unión Soviética, en 1955 propuso a Estados Unidos la “coexistencia pacífica” entre los sistemas capitalista y socialista. El ruso estaba convencido de que la “sana” competencia entre ambos modelos de organización política económica —máscara contra cabellera— tenía todas las de ganar. Razones tenía para creerlo.

Antes de la revolución comunista, hablamos de 1917, Rusia era un país 80% rural. También el 80% de su población era analfabeta. En esa enorme superficie de tierra, de economía feudal, la gente vivía de la cría de cerdos y gallinas de patio, chuzo y azadón, cabras y carretas de bueyes. “Si ya logramos dar el salto del subdesarrollo al desarrollo en 38 años, cómo no irnos por delante en los años por venir”, pensaría inocentemente Jrushchov.

Al presidente Dwight David «Ike» Eisenhower, esa propuesta de coexistencia de sistemas antagónicos no le dio ni frío ni calor. A sus sucesores tampoco. Mucho menos al “Complejo Militar Industrial”, denunciado por el mismo Eisenhower como “un peligro para la humanidad”.

La historia entendida como sucesión de fases tiene reglas. Por muy visionarios que sean sus intérpretes, generalmente se equivocan. Las bifurcaciones históricas crean puntos ciegos. También el azar [o sea la acumulación de fenómenos imperceptibles] actúa sobre el proceso conocido como “la realidad”.

Al asumir la gobernanza de la Unión Soviética Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, llamado “Stalin” [que significa “mano de hierro”], se tomó en serio lo de “dictadura del proletariado” en sustitución de la “dictadura de la burguesía”. Lo hizo en forma mecánica, criminosa, poco dialéctica.

Los comunistas de la era estaliniana no tomaron en cuenta la naturaleza egoísta del hombre, uno de cuyos rasgos es el apego a las demandas ancestrales de supervivencia, demandas manipulables por el mercado en el caso del hombre moderno.

Los miembros del politburó no previeron, o quizás no estuvieron en condiciones prever el éxito potencial de la propuesta de desarrollo industrial capitalista, apegada al lucro, a la mercadotecnia del confort, particularmente al “consumismo” propagado como ideología de vida [repito: como ideología de vida] a lo largo y ancho del planeta.

En el escenario de guerra fría, de no competencia pacífica, el “consumismo”, elevado a ideología, derrotó por calle al “comunismo”, y con ello las posibilidades de crear sociedades más distributivas, más humanistas, ojo, no necesariamente comunistas.

No soy gurú ni nada que lo parezca, pero siento como muchos que algo está por cambiar en el mundo. La decadencia e inviabilidad del neoliberalismo, la apremiante necesidad de salvar el planeta de la devastación, las desgarradoras desigualdades sociales a nivel planetario, la cada vez más informada población, la incapacidad real de las de los países basados en economías de lucro para solventar las crisis de nuestro tiempo, sumado todo

eso a la insurgencia de nuevos actores en los escenarios geopolíticos, con propuestas de organización política más humanistas, es una opción que está sobre la mesa.

El covid-19 se sumará a los factores que, sin duda, acelerarán esta tendencia.

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