El encuentro de Trump y Putin en Helsinki

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Donald Trump y Vladimir Putin / Foto: Cortesía G-20 (Bundesregierung/Kugler).

El encuentro de Trump y Putin en Helsinki

Por Marco A. Gandásegui, hijo
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA

El presidente Trump ha creado una tormenta dentro del “establishment” norteamericano, con ramificaciones a todos los centros financieros del mundo. Desde el anuncio de su candidatura en 2015, se ha convertido en un dolor de cabeza (bête noire) para el sector de la clase dominante que promueve la “globalización” como estrategia para consolidar su poder a escala mundial. La reciente cumbre entre Trump y el presidente Vladimir Putin, de Rusia, en Helsinki, desató una histeria pocas veces vista antes en los círculos de poder de EEUU.

Antes de analizar la reunión con Putin, hay que recordar que Trump desconoció los tratados comerciales con sus aliados, introdujo la política de “tolerancia cero” en la frontera con México y le declaró una guerra comercial a China Popular y a Europa occidental. El “establishment” norteamericano respondió sin misericordia por todos los medios a su alcance. A pesar de ello, en EEUU, Trump sigue recibiendo apoyo de lo que él llama su “base social” y de la derecha nacionalista en el resto del mundo.

Lo que la gran prensa del “establishment” llama errores de Trump (para usar un término muy suave), en realidad persigue un objetivo muy claro. Además, muy peligroso para los intereses del poder económico concentrado en los centros financieros (sobre todo en la banca de Nueva York). El objetivo estratégico de Trump, es debilitar al gran capital financiero y fortalecer el capital productivo (industrial) de EEUU. Para darle seguimiento a este objetivo, es imprescindible que Trump continúe en el poder político por lo menos hasta 2024 (dos períodos presidenciales). El primer escalón es ganar las elecciones parciales (del Congreso) en noviembre de 2018. Si no las gana, es improbable que se reelija en 2020.

La consigna “EEUU Primero” sintetiza la política de Trump. En el escenario mundial tiene que subvertir la política globalizante para regresar a una economía mundial competitiva. Su punto de partida tiene como base el supuesto de que EEUU puede ganarle a los demás países del mundo y someterlos a una “pax americana” global. La tesis globalizante, impulsada desde la década de 1970, por todos los presidentes de EEUU, se basaba en poner fin a las fronteras, construir un súper gobierno mundial dirigido por tecnócratas y disolver las identidades nacionales. Los capitales del centro financiero de EEUU seguirían a la cabeza, en alianza con Europa occidental y con la nueva potencia emergente en China.

Los grandes capitalistas detrás de Trump quieren desmontar el esquema globalizante. Hay que minimizar los acuerdos comerciales, hay que desestabilizar a la Unión Europea y frenar el auge de China Popular. La Casa Blanca se ha convertido en un laboratorio donde se barajan las tesis más increíbles. Todas dirigidas a un fin: acabar con el poder del “establishment”. En EEUU, Trump cuenta con el apoyo entusiasta de una masa de trabajadores empobrecidos, pequeños emprendedores y grandes industriales a punto de quebrar. Otro sector de la población norteamericana ha girado hacia la izquierda, siguiendo el discurso de Bernie Sanders. El “establishment”, a pesar de su enorme poder económico y mediático (CNN, NBC, NYT, Hollywood), está acorralado y se siente acosado. Trump y su equipo lo saben y siguen provocando.

Helsinki fue el incidente más reciente y probablemente no será el último. En el “gran plan” elaborado hace un cuarto de siglo por el politólogo Zbigniew Brzezinski, Rusia era el eslabón más débil del sistema. Según esta tesis, Rusia es un país pobre en términos capitalistas, pero militarmente muy poderoso. Tenía que desaparecer. En cambio, China tenía que convertirse en el socio de EEUU en un mundo globalizado. Cuando Trump viaja a Helsinki, descarta las propuestas de Brzezinski, le ofrece a Putin una alianza y la estabilidad que tanto necesita. A cambio, Moscú se convierte en un “aliado” menor (similar a Japón y Alemania) en el gran tablero geopolítico.

En la estrategia de Trump, quedan por fuera China y el mundo marginado (“tercer mundo”, “países subdesarrollados” o “pobres”). Rusia es clave para encerrar a China desde el norte y el oeste. EEUU se encarga de contener el dragón por la costa oriental. El resto del mundo seguiría gobernado, según esa estrategia, por agentes serviles y, en última instancia, por intervenciones militares “humanitarias”.

El “establishment” sabe que el enfrentamiento es de vida o muerte. Califican a Trump como traidor a la causa capitalista globalizante y piden su destitución. Si Trump pierde las elecciones parciales en noviembre, el capital financiero organizaría un enjuiciamiento para separarlo del cargo antes de 2020.

En resumen, Trump aspira a construir un sistema que mantenga un equilibrio geopolítico mundial con el centro en EEUU. Para ello, tiene que desestabilizar a Europa occidental (Alemania), contener a China, apuntalar a una débil Rusia y mantener al resto del mundo en el caos neocolonial.

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