Una mirada crítica desde la seguridad social panameña

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Pacientes en espera de ser atendidos.

Por Rogelio Antonio Mata Grau
Docente

En el corazón de toda sociedad organizada late una pregunta fundamental: ¿para quién se organiza la economía? La respuesta revela si estamos frente a una estructura que promueve la dignidad humana o ante una que la sacrifica en nombre de la acumulación y el control. Hoy, la lucha que se libra en Panamá contra la reforma a la Ley de la Caja de Seguro Social (CSS) nos exige volver a pensar esta relación entre economía y humanidad desde una perspectiva crítica y profundamente ética.

1. Economía y humanidad: un vínculo esencial

La economía no debe entenderse como un campo neutro, técnico o exclusivamente financiero. Es, ante todo, una forma de organización de la vida material de las personas. En este sentido, expresa valores, prioridades y relaciones de poder. La humanidad, por su parte, no puede reducirse a un concepto abstracto o sentimental: es la capacidad concreta de los seres humanos para transformar su entorno, trabajar colectivamente y vivir con dignidad. La economía, cuando se orienta al servicio de esta humanidad creadora, se humaniza; pero cuando se subordina a intereses de acumulación sin control, niega la condición humana misma.

Desde una tradición crítica del pensamiento moderno, se sostiene que los seres humanos realizan su esencia a través del trabajo libre y cooperativo, mediante el cual transforman tanto la naturaleza como sus relaciones sociales. No obstante, en las sociedades modernas, la organización económica dominante ha alienado al trabajador de su labor, de los frutos que produce y de los fines colectivos que deberían guiar la producción. La economía se convierte así en un sistema que somete al ser humano, lo fragmenta y lo convierte en instrumento.

La humanidad solo puede afirmarse plenamente cuando la economía deja de estar al servicio del lucro privado y se orienta al bien común. Esto implica una transformación ética y estructural, donde el valor no se mida en cifras, sino en la capacidad de garantizar derechos, igualdad y libertad real para todos.

2. La seguridad social como expresión de la economía humanizada

La seguridad social es una de las expresiones más claras de una economía orientada al ser humano. No es un privilegio ni un favor del Estado, sino un derecho social y una conquista histórica de los pueblos. Protege a las personas frente a los riesgos de la vida: enfermedad, vejez, maternidad, desempleo, discapacidad. En su esencia, es una herramienta de justicia social y de redistribución solidaria.

Cuando un Estado invierte en seguridad social, invierte en estabilidad, paz y dignidad. Las políticas públicas que fortalecen este sistema no solo tienen impacto económico, sino también cultural, ético y político. Son la base de una ciudadanía protegida, activa y consciente de su valor.

3. La coyuntura panameña: crisis de derechos y disputa de sentidos

En Panamá, la discusión sobre la reforma a la Ley de la CSS ha despertado una profunda inquietud social. Esta reforma, presentada como respuesta técnica a una crisis financiera del sistema, ha sido rechazada por amplios sectores sociales, que la interpretan como una medida regresiva, injusta y deshumanizante.

Lo que está en juego no es solo el equilibrio de las cuentas, sino el modelo de sociedad que se quiere construir. La reforma propuesta transfiere el peso de la crisis a los trabajadores, reduce beneficios y profundiza la lógica individualista del ahorro privado, en detrimento del principio de solidaridad que dio origen al sistema.

Detrás de este conflicto hay una confrontación entre dos visiones: una que ve la seguridad social como un gasto a recortar y otra que la entiende como un pilar del desarrollo humano. La primera responde a una lógica tecnocrática, funcional al capital financiero; la segunda exige una economía al servicio de la vida, donde los derechos no se subordinan a los dictámenes del mercado.

4. Hacia una economía con rostro humano

La superación de esta crisis exige más que ajustes administrativos. Requiere una transformación de fondo que recupere el sentido ético de la economía. Esto implica transparencia, justicia fiscal —donde quienes más tienen más aporten—, y una participación democrática que coloque a los trabajadores y asegurados en el centro del debate.

Pero también requiere un cambio cultural: entender que el verdadero desarrollo no se mide en tasas de crecimiento, sino en la expansión de las capacidades humanas. Esto supone reorganizar la economía para que respete y promueva la vida en todas sus formas.

Hoy más que nunca, defender la seguridad social en Panamá no es solo un acto de resistencia económica, sino una afirmación radical de la humanidad como centro de la vida social. Es una lucha por el presente y el futuro de una nación que merece un sistema justo, solidario y profundamente humano.

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