Solución permanente de paz del conflicto Israelí-Palestino

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Bombardeo israelí sobre la ciudad palestina de Gaza.

Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político

La barbarie en Medio Oriente fue desatada nuevamente el sábado 7 de octubre de este año en la Franja de Gaza por el grupo palestino HAMÁS, acrónimo del Movimiento de Resistencia Islámica y facción armada que disputa el liderazgo palestino con el movimiento Al FATAH.

La agresión, que fue respondida por el “Estado ocupante” de territorios Palestinos desde la “Guerra de los seis días” de 1967; constituye, en el fondo, una lucha fratricida milenaria entre los hijos del “padre de los hebreos”: Abraham, para los israelíes, e Ibrahim, para los árabes islamitas.

Sin embargo, independientemente de las reminiscencias religiosas, la génesis moderna de ese conflicto y también donde se ubica el planteamiento de solución pacífica al cruel derramamiento de sangre entre hermanos, se encuentra plasmado en la Resolución 181 del 29 de noviembre de 1947, por la cual la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ordenó la partición del “mandato británico” (Ocupación Británica de los territorios de Palestina) en dos Estados, uno judío (Israel) y otro árabe (Palestina).

Debido a la “guerra de los seis días” de 1967, entre países árabes e Israel, se produjo la ocupación israelí de territorios, incluidas las comarcas palestinas de Cisjordania, Franja de Gaza, envolviendo a Jerusalén Este. La supuesta devolución de los territorios de la Franja de Gaza, en el 2005, al gobierno palestino, manteniendo Israel el control de las fronteras y el espacio aéreo, representa —de facto y de jure— una solución ilusoria, porque excluye la independencia y soberanía total.

A partir de los hechos bélicos de 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU, se ha pronunciado, declarando a Israel como “potencia ocupante” de los territorios palestinos, lo que incluye a Jerusalén, donde habitan unos 5,2 millones de habitantes. Esa posición es mantenida por el máximo organismo internacional, mediante los instrumentos de derecho internacional, como las Resoluciones 446 de 1979, 452 de 1979, 465 de 1980 y 484 de 1980.

De modo que la cruda realidad es que no ha existido la voluntad política por parte de los actores principales, para resolver el conflicto, particularmente, el cruel y fratricida enfrentamiento entre israelíes y palestinos. De tal suerte, hoy subsisten dos visiones dentro del pueblo palestino para enfrentar una solución permanente de paz. La posición negociadora y de reconocimiento de la existencia del Estado de Israel, sostenida por el movimiento AL FATAH y el punto de vista del grupo radical islámico HAMÁS, que propende la lucha armada.

Ello es así porque desde 1967 el Consejo de Seguridad de la ONU hizo un llamado de paz duradera en el Medio Oriente, en especial en los territorios ocupados por Israel, fundamentado en dos principios esenciales:

1. “Retirar las Fuerzas Armadas israelíes de los territorios que ocuparon” y;

2. “Terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de existencia, y respeto y reconocimiento de la soberanía e integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenaza y actos de fuerza”.

La actitud de culpar a los descendientes de Ismael, hijo de la esclava Agar con el profeta Abraham, por procurar alcanzar el legítimo derecho a constituirse en un Estado Palestino independiente y soberano; no sólo es reducir un problema de justicia internacional a la desatinada incursión armada de HAMÁS a territorio de Israel, entre otros propósitos, para “sacar las castañas del fuego” al primer ministro Benjamín Netanyahu, hasta hace pocos días asediado por la mayoría de su pueblo; sino también, ignorar por completo las Resoluciones de la ONU, conminando al “Estado ocupante” de Israel a cumplir el derecho internacional.

¡Así de sencilla es la cosa!

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