Repensado el Bicentenario de la Independencia de Panamá

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Mártires de la soberanía en Panamá. (Foto:© AP Photo / Arnulfo Franco).

Por José Antonio Gómez Pérez
Economista y catedrático de la Universidad de Panamá

En Panamá, hay celebraciones y fiestas, oficiales y populares, sobre diversos eventos, generalmente realizadas sin las evaluaciones históricas correspondientes y correctas. El país está repleto de simbolismos patrios, muchos distanciados de la verdad, además con valores morales debilitados y aspectos sociales que enmascaran condiciones y criterios sobre las injusticias y desigualdades socioeconómicas prevalecientes.

Variadas condiciones determinantes siguen ocurriendo, al igual que en días de antaño, de la misma manera e, incluso, con problemas que, en vez de ser resueltos, han sido acrecentados peligrosamente. Todo ello, luego de eventos históricos trascendentales, a saber: a) la independencia colonial de España en 1821; b) la separación política de Colombia en 1903; y c) la clausura del protectorado y enclave extranjero del Canal de Panamá y el territorio de la ex Zona del Canal, por medio del Tratado Torrijos-Carter, de 1977, y su largo proceso de ejecución y cumplimiento de 1979 a 1999.

Independencia, Separación y Recuperación Soberana. Se trata de tres conceptos que representan procesos separados, en que cada uno perseguía cumplir objetivos estratégicos y metas políticas, económicas y sociales.

Sin embrago, los analizamos como un conjunto histórico. Queda en evidencia que se ha conformado un sistema de gestión de contextos y dinámicas desarrollistas básicas, puesto bajo el control de los grupos locales sociales dominantes, para privilegiar rentas, recursos y políticas públicas con resultados muy favorables a intereses grupales. Así, las aspiraciones e intereses de las mayorías poblacionales quedan postergadas o excluidas, permanentemente ese sistema deja al pueblo con discursos y metáforas prometedoras.

En más de 200 años, no ha habido real interés y voluntad política para resolver a fondo el crucial problema de las desigualdades socioeconómicas nacionales. ¿Por qué soñar, que ahora los grupos poderosos contribuirán a cerrar las tremendas brechas que han creado y ampliado? ¿Por qué creer, que ahora sí el Estado recuperará la ruta hacía la patria prometida, aún hoy incumplida?

Más que simbolismos y festejos, el pueblo requiere decisiones, voluntades y liderazgos para actuar y cambiar el statu quo dominante por una alternativa viable, que permita empezar a construir la patria verdadera, con democracia y desarrollo que el pueblo necesita, especialmente sin corrupción ni impunidad.

Pensemos: Panamá es un país-nación con muchas riquezas y activos presentes y potenciales, que deben ser desarrollados para beneficio de toda la población, principalmente para el bienestar integral del pueblo trabajador. Esta estrategia nacional no ocurrirá de manera espontánea. Para que ello suceda, se requiere introducir y legitimar la planificación eficaz de las políticas nacionales a favor del desarrollo integral y equitativo.

En la coyuntura actual y a futuro, la población panameña debe seguir luchando para cumplir y mejorar las condiciones y los derechos socioeconómicos universales de primera y segunda generación, así como sumar aquellos otros derechos de tercera y cuarta generación.

Esas aspiraciones tienen perspectivas y son viables. Con ellas, el destacado sociólogo Guillermo Castro Herrera hace metáfora, al aludir que “<alcanzamos por fin la Victoria> es una expresión prematura. Aún hoy, deberíamos cantar el himno pensando a futuro: <alcancemos por fin la victoria>”.

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