Por Abdiel Rodríguez Reyes
Docente
Le hemos tomado el título “Reforma o revolución” prestado a Rosa Luxemburgo, quien dicho sea de paso influye en este análisis. La coyuntura debe ser analizada con el siguiente telón de fondo: “la lucha por la reforma social es el medio, la transformación social, el fin”.
Una cosa no niega la otra, o como diría Hegel en el prólogo a la Fenomenología: “…en su fluir, constituyen al mismo tiempo otros tantos momentos de una unidad orgánica, en la que, lejos de contradecirse, son todos igualmente necesarios”. En ese contexto, el problema está en la incapacidad de la primera (las reformas) para llegar a sus raíces: la explotación (de la naturaleza, de los seres humanos y el paisaje en general) y revertir las desigualdades.
En las protestas contra las reformas constitucionales, la población ha visto cómo cada grupo y clase social expresan sus formas ideológicas. Unos sectores esgrimen posturas reformistas y otros, posiciones revolucionarias. Esto puede observarse en el modelo de consignas como el modo de manifestarse. Los acelerados cambios de los liderazgos colectivos observados, expresan la falta de unidad orgánica (a partir de sus múltiples determinaciones) necesaria para lograr cambios profundos.
El descontento contra las reformas ya lo había observado Enoch Adames, cuando señaló: “…si el presidente no logra un compromiso programático claro, antes de que eso se discuta, se va a convertir en un pandemónium porque todos van a meter la mano”. En efecto, eso fue lo que ocurrió. En los conflictos internos en el sistema de partidos falta orientación.
En esta coyuntura, también está una pregunta de fondo: ¿qué país queremos? Muchos intelectuales y “líderes” políticos hablan de un nuevo “pacto social”. Luego de treinta años de vida “democrática”, es inevitable ajustar cuentas con los problemas estructurales (la seguridad social) que no hemos resuelto. El electorado ya le está pasando factura a este sistema de partidos.
Los ciudadanos empiezan a mostrar su descontento en las calles. El Partido Revolucionario Democrático (PRD), en el gobierno, muestra una fractura interna difícil de sanar si no se depura. Las guerras intestinas no paran en su dirigencia, evidenciando su poca cultura política y endeble capacidad para dirimir cívicamente sus diferencias.
La vanguardia: feministas, LGBTIQ+ y grupos estudiantiles organizados
Fueron las feministas las primeras en alzar su voz contra la Asamblea y reformas constitucionales, desde hace varias semanas estaban en alerta por el proyecto de Ley propuesto por la diputada Corina Cano sobre el “registro del concebido no nacido”, al unísono protestaban contra el diputado del PRD Arquesio Arias, acusado de “violación carnal y actos libidinosos”, cuando se inició el “debate” sobre el paquete de reformas. La comunidad LGBTIQ+ protestó contra artículos conflictivos, en particular aquel en el que el Estado reconoce únicamente el matrimonio entre un hombre y una mujer. En el apartado vigente no se hace explícito, sino en el Código de Familia. También hubo reacciones contra la propuesta de reforma de sobreponer el derecho nacional sobre normas internacionales.
Los grupos estudiantiles organizados no están en su mejor momento. De hecho, son minoría. No tienen capacidad de convocatoria más allá de su círculo inmediato. En esta coyuntura, las feministas, los grupos LGBTIQ+ y los grupos estudiantiles dieron el primer paso contra las reformas constitucionales.
El 22 de octubre del 2019, estudiantes universitarios bajo una tenue lluvia irrumpieron en la sede de la Asamblea Nacional de Panamá. Nada ni nadie se los impidió. Afloró el conflicto entre el Poder Ejecutivo vs el Poder Legislativo, lo que se afirmó cuando el presidente Laurentino “Nito” Cortizo señaló que la Asamblea tiene intereses para que la Constitución se mantenga vigente.
El problema es que tanto los diputados (la mayoría parlamentaria) como el presidente son del mismo partido: el PRD. La comunidad universitaria se mostró beligerante al ver sus intereses inmediatos afectados. Se reafirmó el compromiso adquirido de eliminar los dos artículos (104 y 109) que afectaban la autonomía universitaria y su gestión pública. Hasta la fecha, ese es el logro más importante contra el paquete de reformas.
Los grupos estudiantiles organizados, en particular los de la Universidad de Panamá, señalaron que su lucha va más allá de la derogación de los artículos 104 y 109: quieren una nueva Constitución. Estos estudiantes son más beligerantes con respecto a los demás que se han sumado a las protestas. Los dos primeros días, luego de irrumpir en la Asamblea, las protestas fueron fuertemente reprimidas por los dispositivos de seguridad. Muchos de los estudiantes apresados son de las capas medias. A partir de allí, el liderazgo cambió y puede cambiar más.
Las capas medias
Alonso Ramos señaló: “…los que están protestando son de capas medias”. En efecto, le asiste la razón. Las capas medias demostraron mayor capacidad de convocatoria que los grupos estudiantiles organizados. Por tanto, hubo un cambio de liderazgo colectivo, las formas ideológicas de expresarse cambiaron, así como sus consignas y métodos. También cambió la composición de clase de quienes participaron mayoritariamente en las últimas protestas callejeras.
Las capas medias expresan en sus formas ideológicas el reformismo, mientras que los estudiantes universitarios organizados y feministas, expresan por su parte un llamado a la transformación social. Ya hemos dicho que la una no niega la otra, pero sí la limita cuando la primera se convierte en el fin y no el medio.
Las capas medias señalan que son “educadas”, que no tiran piedras y rechazan cualquier manifestación que altere el orden establecido. En sus marchas, caminan en un paño de la calle para no obstruir el tráfico, respetan las luces de los semáforos y hacen silencio mientras pasan delante de una Iglesia. Segregan de la marcha y sus manifestaciones a quienes por ciertas características fenotípicas e identidad etaria parezcan sospechosos de alterar el orden. Ese sector importante de la sociedad supone en sus formas ideológicas un descontento contra la Asamblea. Sus reivindicaciones están asociadas a la transparencia, a la participación ciudadana y a la meritocracia. Al menos, así lo sintetizó el diputado independiente Gabriel Silva.
El liderazgo colectivo de las protestas contra las reformas constitucionales está momentáneamente bajo la hegemonía de las capas medias, dado la volatilidad de los hechos, la intermitencia y la poca organicidad. En estas circunstancias, el liderazgo colectivo puede cambiar de un día para otro, si otros actores (el SUNTRACS que se manifestó intermitentemente, indígenas, docentes) entran en juego. El descontento se expresa de forma distinta en el rechazo general a las reformas constitucionales.
¿Y la revolución, para cuándo?
En Panamá, han transcurrido 30 años de “democracia” representativa dominada por el sistema de partidos. La población tiene cada vez menos tolerancia y participa menos en los procesos electorales. La mayoría de los panameños considera como grave la corrupción. Mientras algunos destacan y elogian el crecimiento económico, hay quienes mueren de hambre en este país.
El presidente de la república hizo un llamado al diálogo. Paralelamente, sus asesores trabajan sobre el documento y convidan a los jóvenes a que se manifiesten en las calles. ¿Qué jóvenes participarían? Seguramente, serán considerados interlocutores válidos aquellos con mayor capacidad de convocatoria. En ese sentido, serían los estudiantes y jóvenes de las capas medias quienes expresen en sus formas ideológicas el reformismo. Es insensato que se descalifique a los demás grupos minoritarios preocupados por las reformas constitucionales.
Si queremos una transformación social, tiene que ser desde abajo. Con la participación activa de los espíritus contrapuestos de una sociedad. Allí está el potencial. Si el presidente sólo escucha a los sectores que se limitan al reformismo, los cuales buscan un nuevo pacto social para cambiar y quedar en lo mismo estará dilatando los cambios que el país necesita. Si los sectores de las capas medias no entienden la necesidad de escalar un peldaño más en la organización y lograr autonomía respecto a sectores y figuras “independientes” con agenda propia, fracasarán en su empresa reformista. Si bien no hay las condiciones para una revolución, ni mayoritariamente está presente en el imaginario de quienes protestan contra las reformas, es posible afirmar que sólo al calor de las contradicciones se logran las grandes transformaciones.