No puede llamarse valiente, quien ha hecho derroche de la cobardía

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Extradición de Ricardo Martinelli a Panamà

José Dídimo Escobar Samaniego
Analista político

Durante casi cuatro años, se escurrió en la penumbra, y se refugió en un lugar que previamente había bautizado como “cueva de ladrones” y en una sesión clandestina, presentó credenciales y fue juramentado como parlamentario centroamericano, solo para cubrirse de protección y no dar la cara como ciudadano, ante los hechos que como mandatario realizó en abierta violación a la Constitución y la Ley.

Quieren sus partidarios y amigos, incluyendo su esposa, convertirlo en un hombre virtuoso, y hacen llamados a recibirlo como un héroe, cuando ha confesado que le servía a otros intereses extraños, y no precisamente a los de los ciudadanos panameños.

Que no nos pongan como ejemplo laudable, a quien junto al actual gobierno, entronizaron la demente corrupción que ha dejado en estado agónico y moribundo a todas las instituciones nacionales.

Confesó en una carta que sus servicios a un Estado extranjero, en detrimento de nuestra propia seguridad, buscaban el amparo y protección; cuando en alguna circunstancia lo requiriera la justicia. El descaro y la maleantería no pueden ser elevados al sitial de la integridad, porque son precisamente antónimos y absolutamente contrarios.

Muchos lo justifican de que “robó, pero hizo”, como si cumplir con ciertos deberes en la administración pública, eso dá derecho a organizar el festín del latrocinio más grande que conoce nuestra república. Lo alaban algunas mentes serviles, que tienen como virtuosos en la política, a quienes son cortesanos de los pueblos, que son igual de perversos o más viles que los que son cortesanos de los reyes. “Son almas sin fuerzas, fáciles al halago y hechas a la domesticidad”.

Panamá no merece estar en semejante condición y dilema, en la que por un lado tenemos a maleantes queriendo pasarse por héroes y por el otro, a incapaces de hacer algo bueno que; pudiera establecer, alguna diferencia. La esclavitud, no requiera grandeza alguna, antes bien las proscribe todas.

Es la confusión a la que nos ha llevado una clase política que no estuvo a la altura de las circunstancias y que se deleitó en medio de la orgía, donde el dinero público fue atracado, igual que la confianza pública en las instituciones. Pro además asumieron como una gran empresa nacional, envilecer a toda nuestra sociedad.

Este país, espera que los hombres de honor que aprecian el Decoro, la Dignidad y la Decencia, se levanten ahora y cambien el rumbo de la nación en donde hemos encallado en la desgracia y reflotemos y redireccionemos la nave del Estado, hacia el puerto de la esperanza, la oportunidad de realización plena, la seguridad y la decencia para todos.

¡Por un país decente y una patria para todos!

¡Así de sencilla es la cosa!

 

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