Crónicas de pandemia

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Atención a paciente afectado por el Covid-19. (Foto: Grupo Epasa).

Por José Alberto Calderón Artieda
Médico,especialista en Psiquiatría, Licenciado en Filosofía, Ética y Valores, y maestrando en Bioética

¿Qué causó la pandemia por COVID-19?

La vida nos enfrenta a diversas circunstancias que no siempre son fáciles de comprender. Un momento histórico y crítico, como el que ha vivido la humanidad por causa de la pandemia por COVID-19 nos debe obligar a reflexionar desde todos los ángulos posibles, para no dejarnos llevar por las conclusiones simplistas, ni por aquellas que sugieran los más descabellados argumentos “conspiranóicos”.

En este escrito, invito al análisis multidimensional de la crisis y a hacer un alto para pensar en la oportunidad que nos ofrece, para plantearnos las posibles alternativas de redirigir el rumbo incierto que lleva el desarrollo de la especie humana.

Es muy difícil conjeturar sobre el origen real de un evento epidemiológico viral, sobre todo cuando estamos en un momento histórico en que las comunicaciones automáticas no solo son instantáneas, sino que pueden portar tanto verdades como falsedades o medias verdades, de modo que, hoy día es tan fácil informarse como desinformarse.

La más neutral de las posibilidades es la mutación natural de un virus que, estando en su hospedero animal, pasó al humano mediante la ingesta u otro tipo de transmisión. Parece muy inocente esta hipótesis frente a la abrumadora cantidad de informaciones que sugieren que existía un plan elaborado para generar esta pandemia, ya sea como una estrategia de control poblacional, o bien como una especie de parada de máquinas del sistema, que le permitiese recuperar el control que estaba perdiendo durante los últimos quince años.

Así haya sido una infección intencionalmente diseminada o generada espontáneamente, es innegable que se ha convertido en la pandemia más catastrófica que haya vivido la humanidad y que registren los epidemiólogos modernos, no solo por su altísima velocidad de contagio o su alto nivel de letalidad, sino además por las devastadoras consecuencias económicas, sociales y políticas que ha causado en el mundo.

Es sabido que las enfermedades transmisibles son contagiosas en diferentes grados, de acuerdo a su forma de transmisión. La fórmula es simple, solo habría que tener presentes las enseñanzas del médico alemán Johann Peter Frank, quien en el siglo XVI ya proponía que el Estado debía asumir las responsabilidades sobre la prevención sanitaria y la higiene social como medio para disminuir las enfermedades, que hasta entonces no tenían tratamientos eficaces. Sin ir más lejos, en Panamá, en los años setenta del siglo recién pasado, el Doctor José Renán Esquivel sembró el país de instalaciones de atención primaria con equipos de salud, cuya misión principal era la prevención. Tal parece que estas enseñanzas fueron desatendidas en esta crisis.

¿Conspiración o conciencia?

Es conocido, aunque también deliberadamente ignorado, que desde los Estados Unidos y las fuentes del poder económico global, se han revelado documentos que certifican advertencias de eventos epidemiológicos globales, con potenciales consecuencias catastróficas para la sociedad y la economía. Ignacio Ramonet nos recuerda que en 2008 y 2017, los organismos de inteligencia de los Estados Unidos, tenían información sobre las posibilidades de una pandemia de imprevisibles consecuencias y el presidente Donald Trump optó por ignorar las advertencias

“Con insólito sentido de anticipación, el documento confidencial anunciaba, para antes de 2025, “la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en una pandemia global”. El informe avisaba que “la aparición de una enfermedad pandémica depende de la mutación o del reordenamiento genético de cepas de enfermedades que circulan actualmente, o de la aparición de un nuevo patógeno en el ser humano que podría ser una cepa de influenza aviar altamente patógena como el H5N1, u otros patógenos, como el SARS coronavirus, que también tienen este potencial”. (Ramonet, 2020).

Hay más información de incuestionable legitimidad, que pareciese ser parte de una historia de conspiración contra la humanidad, pero ¿no es parte de esa misma conspiración la desmesurada acumulación capitalista y su desprecio por las grandes mayorías a favor de los intereses de grupos minoritarios y poderosos? También se sabe que personalidades como Bill Gates se han manifestado a favor de la reducción de la población como medida para “salvar al planeta”. Es decir, que hay personas para quienes el planeta solo pertenece a los que ´puedan sobrevivir y este no parece ser un derecho de todas las personas.

“El 18 de octubre de 2019, el Johns Hopkins Center for Health Security, en Baltimore (EE.UU.), llevó a cabo una cuidada simulación de una epidemia tipo «corona-virus», titulada nCoV-2019.” (PIQUERAS, 2020).

El Doctor Andrés Piqueras, entre otros acuciosos investigadores, nos narra cómo esta simulación contó con la participación de la Fundación Gates, el Foro Económico Mundial y otros actores con interés en la industria farmacéutica y de insumos médicos. Al ver que la experiencia pronosticaba un fatal resultado para la población y un severo colapso de los mercados financieros, no es extraño que nos asombre la coincidencia de aquello con la realidad producida sólo meses después de concluido el simulacro.

Peter Koenig es otro intelectual que señala la presencia de un plan en el que se involucran apellidos como Rockefeller, y que proyectan directamente ésta parada estratégica del sistema económico, como ya sabemos que se dio.

“El escenario “Lock Step” contempla una serie de eventos espantosos e inquietantes del “Plan” que implementará la llamada Agenda ID2020, una creación de Bill Gates, completamente integrada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas 2030 (también llamada Agenda 2030, la agenda oculta desconocida para la mayoría de los miembros de la ONU), la misma fecha objetivo para completar la Agenda ID2020”. (Koenig, 2020.

Una vez declarada la pandemia e identificado su origen geográfico, comienzan los señalamientos de culpabilidad entre China y Estados Unidos. El presidente Trump acusa a China de haber producido el Virus y China señala como responsables a los militares estadounidenses que estuvieron en Wuhan meses antes de la crisis. (Cajar, 2020).

No parece descabellado interpretar que la guerra por el control del comercio mundial haya tenido una repercusión importante en la generación de la pandemia, pero es indudable, a la luz de lo acontecido, que la falta de previsión y las carencias de estructuras preventivas de salud pública fueron factores determinantes en las graves consecuencias que esta crisis sanitaria ha tenido en el mundo, sobre todo donde los sistemas públicos de atención son ausentes.

En el ojo de la tormenta, la respuesta

En diciembre de 2019, la OMS declara la alerta epidemiológica por la detección de la epidemia en Wuhan, China, que en marzo de 2020 se convertiría oficialmente en pandemia. Rápidamente, los mecanismos que se ponen en marcha son los de aislamiento y confinamiento de la población, sin haber tenido un tiempo mínimo de preparación. Se genera simultáneamente en el mundo una sensación de urgencia, de pánico, de alerta porque algo terrible está ocurriendo. En algunas ciudades de Estados Unidos se acabaron primero las armas en los comercios antes que los alimentos, señal de que se despertaba el “instinto” de supervivencia individual contra la seguridad colectiva. (Sálvese quien pueda).

Pronto se inician los estados de emergencia en todos los países, unos más rígidos, otros menos, pero la población demuestra inicialmente que puede obedecer para favorecer el bien común. La confianza duró lo que un suspiro, porque no tardó en evidenciarse la avaricia y la sociopatía de algunas personas, que aprovecharon puestos de poder para hacer negocios personales a expensas de dineros públicos liberados por el “estado de emergencia” que por cierto, aún no se levanta en nuestro país. Así se compraron insumos a diez veces su valor, se cotizaron ventiladores usados a varias veces su costo real y podemos seguir nombrando desparpajos tales.

Fue entonces que algunos nos percatamos de que los dispositivos epidemiológicos que alguna vez funcionaron ejemplarmente, simplemente habían sido desmantelados, al extremo de que estábamos acudiendo a la improvisación y al poder policial, en lugar de contar con la persuasión mediante la razón y el trabajo organizado que requería la situación. No había empoderamiento ciudadano, por lo que se impuso en el mundo el control totalitario. La solidaridad, para algunos se volvió una esperanza, tanto a nivel local como internacional pero, al final del camino, siempre fue una competencia del más fuerte, por la supervivencia. El mundo se convirtió en un “Reality Show” de “Los Juegos del Hambre”, con la pavorosa sombra inconsciente de un “Gran Hermano” observando nuestros pasos

La funesta información diaria sobre las cantidades de defunciones mantuvo al planeta aterrorizado por casi un año, hasta que el agotamiento venció a la necrológica noticia cotidiana. Al parecer era una información de interés público y no lo pongo en duda, pero yo me pregunto ¿qué pasaría en el mundo si diariamente se publicasen las cifras de las seiscientas cincuenta mil personas que mueren cada año por la gripe estacional (OMS, 2017) o sobre los 10 millones de muertes por cáncer que ocurren anualmente? (OMS, 2022). Lejos de resultar de alguna utilidad para la prevención, esta práctica mediática sólo generó pánico y desasosiego en la población

Definitivamente, esta crisis ha sido una oportunidad para desarrollar ciertas disciplinas que no siempre pueden destacarse frente a la sociedad. Pongo de ejemplo a los investigadores. Sobre todo los biomédicos, que en esta ocasión tuvieron la oportunidad de poner al máximo sus talentos en aras de encontrar soluciones viables frente a una tragedia real. En Panamá, el encomiable trabajo de los profesionales del Instituto Gorgas de Investigaciones es digno de mención, aunque en el año 2023 su presupuesto se haya visto recortado por “otras prioridades de los gobernantes”. Hubo un talentoso grupo de estudiantes universitarios que presentaron sus diseños de ventiladores baratos y eficientes, al Ministerio de Salud, que, finalmente, no les dio ni el agradecimiento, prefiriendo en cambio pagar miles de dólares (prestados) a grandes empresas transnacionales (seguramente porque daban mejores garantías). A nivel internacional no puedo dejar de mencionar que el único país de Latinoamérica que produjo, no sólo una, sino tres vacunas efectivas contra el COVID 19, fue Cuba, pero ni siquiera se habla de esta proeza científica porque todas las compras de vacunas en esta parte del mundo, tenían que ser a “empresas reconocidas” que de paso son parte de las corporaciones más poderosas del planeta. Así, los investigadores por vocación han tenido su oportunidad de brillar, aunque también se han enfrentado a la triste realidad de que sólo quienes trabajan para los poderes hegemónicos tienen su futuro garantizado, siempre que se sometan a las “leyes del mercado” que convierte todo en mercancía.

La pandemia sacó lo mejor y lo peor de la gente

“La pandemia también tiene sus héroes y sus mártires. Y en esta pelea, los guerreros que han subido a primera línea, a los puestos de avanzada a afrontar el letal SARS-CoV-2 han sido los médicos, las enfermeras, el personal auxiliar y otros trabajadores de la salud convertidos en protagonistas involuntarios, conquistando elogios y aplausos desde los balcones, las plazas y las calles de ciudades de todo el mundo. Casi todos ellos funcionarios públicos, para quienes la salud de la población no es una mercancía sino una necesidad básica, un derecho humano.” (Ramonet, 2020).

Cierto es que quienes asumimos la misión de ejercer la medicina como profesión, sabemos que nuestro campo de batalla es la salud del prójimo y las armas enemigas son las enfermedades, por ello es que parece tan natural el elogio del que se hace eco, Ramonet dirigido a quien trabaje en los cuidados de salud, desde la aseadora hasta la más encumbrada médica que pueda ejercer en un centro asistencial de cualquier nivel. A los militares, no se les puede probar si no hay batallas, pues lo mismo sucede con los trabajadores de la salud. No tengo noticias de primera mano de cómo haya sido a conducta profesional en otras latitudes, pero en nuestro país, creo que hay que rendir un especial homenaje a la enfermeras, porque jamás vi que su asistencia faltara en ninguna institución. En cambio muchos colegas, priorizaron su seguridad personal y aprovechando la “virtualidad” se alejaron lo más que pudieron del peligro, dejando ver la fragilidad de los postulados éticos que deben regir la profesión, además de poner en evidencia la falta de regulaciones de los servicios públicos de salud, donde se supone que la prioridad es garantizar el derecho de la población a un servicio eficiente, eficaz y accesible.

Nuevamente a nivel internacional, Ignacio Ramonet nos recuerda que los médicos cubanos, a pesar de sus conocidas limitaciones económicas, fueron ejemplo de solidaridad con el mundo, como lo han hecho desde hace 60 años y no lo dejaron de hacer por temor al contagio. Las brigadas cubanas brindaron su aporte profesional y aportaron medicamentos de fabricación cubana, en China, Italia, Francia, Panamá, entre otras naciones que se beneficiaron de su ayuda humanitaria

¿Qué ha cambiado la pandemia?

Tenemos la oportunidad de meditar sobre las mejores alternativas para un mejor estado de cosas. Uno creería que esta crisis nos ha enseñado que nunca podremos sobrevivir en soledad, es decir que el individuo aislado sucumbe ante el desastre, en consecuencia deberíamos haber aprendido, que el camino del nuevo sistema debería ser la solidaridad y la visión del bienestar como colectivo, pero todo parece indicar que no es tan fácil como “aprender de la pandemia”.

Algo parecido sucede en cuanto a nuestra relación con la naturaleza. Durante el período de confinamiento hubo una drástica disminución en algunos tipos de producción, pero sobre todo hubo significativa disminución de la emisión de gases tóxicos a la atmósfera. En zonas urbanas aparecieron animales silvestres que antes no se acercaban por temor a los depredadores humanos. Pero esto no era una señal de reconciliación con la naturaleza, sino, simplemente, que nuestro distanciamiento le devolvió a la vida su lugar, por unos cuantos días. “Esto muestra que si las cosas volvieran a la normalidad seguiríamos con nuestro suicidio ecológico-climático, volveríamos en masa, como si nada, a coger aviones para irnos a sitios remotos, a lanzarnos sobre nuestros coches para quemar petróleo, a producir mercancías sin apenas utilidad y con una programada obsolescencia, a consumir recursos sin parar…” (Sáliche, 2020).

Queda demostrado que no es posible mantener el mismo estilo de vida egoísta y consumista, que los poderes hegemónicos pretenden vender como la panacea del bienestar, eso si de verdad quisiéramos cambiar el orden de las cosas a un sistema realmente sostenible.

Otro asunto que se evidenció fue la vulnerabilidad que aún persiste en la mujer, como figura todavía relegada a un plano de sometimiento patriarcal. Ello se patentizó con los confinamientos tal como lo recuerda la profesora Urania Ungo. “Desde profesionales, trabajadoras y amas de casa implicó la vigilancia directa del poder patriarcal… Y para muchas el confinamiento con sus agresores”. (Ungo, 2020).

Reflexiones finales

La historia que estamos viviendo, nos evidencia que no hay ninguna crisis de esta magnitud que tenga una sola dimensión, es decir, este no es un fenómeno biomédico exclusivamente, es sin duda parte de la crisis civilizatoria que ha llegado a tales extremos, que ya no somos capaces de administrar las crisis, pensando en el bien común, como se supone que deberíamos hacerlo si tuviésemos la conciencia formada como humanidad y no como átomos aislados.

Los gobiernos que aún defienden el neoliberalismo y que en consecuencia se entregan a los intereses de las grandes transnacionales (farmacéuticas, petroleras y mineras), no trabajan para guiar a sus pueblos, sólo usan a sus pueblos para satisfacer los intereses supra nacionales, por ende se convierten en empleados al servicio de corporaciones y no en servidores públicos. La población, por su parte debe tomar consciencia de lo dicho sobre sus gobernantes y no volver a caer en la mentira “democratoide” de que solamente mediante los actuales métodos de hacer lítica, van a cambiar las cosas. Esto no quiere decir que la opción sea violenta, pues con la violencia sólo engendraríamos el caos. Lo que es necesario, es generar consciencia ciudadana con suficiente información y formación ética para gestar una revolución de consciencia. Una revolución que no se pueda vencer ni con balas, ni con billetes, ni con virus. Ningún virus hace la revolución, ésta solo se logra con la lucha social, la educación y la moral en alto.

Uno de los Memes que recogió Ramonet en su escrito me parece un colofón ideal para este trabajo: “No queremos volver a la normalidad, porque la normalidad es el problema, La ‘normalidad’ nos trajo la pandemia… “

Referencias bibliográficas

Borón, A. (2020). CLACSO. La pandemia y el fin de la era neoliberal.

Cajar, J. A. (10 de abril de 2020). Covid-19, ¿El nuevo Chernóbil en la guerra entre EEUU y China? La Estrella de Panamá.

Koenig, P. (junio de 2020). Centro de Investigación sobre Globalización. La farsa y la agenda diabólica detrás del “confinamiento mundial”.

OMS. (13 de diciembre de 2017). Centro de Prensa. Obtenido de Cada año, hasta 650.000 personas mueren por enfermedades respiratorias relacionadas con la gripe estacional: https://www.who.int/es

OMS. (2 de febrero de 2022). Centro de Prensa. Obtenido de Cáncer: https://www.who.int/es/news-room

PIQUERAS, A. (2020). Crisis mundial, coronavirus y capitalismo moribundo: un cóctel mortal. Público Ramonet, I. (25 de abril de 2020). La pandemia y el sistema-mundo. Le monde Diplomatique.

Sáliche, L. (2020). Cómo están pensando los filósofos la crisis global que provocó el coronavirus. INFOBAE. Obtenido de INFOBAE.

Ungo, U. A. (2020). De la resistencia cultural a la reacción patriarcal: Feminismo y crisis global en el siglo XXI. Las Torres de Lucca, 45-73.

Žižek, S. (2020). ¿Qué película que estamos viendo en la vida real? Página 12.

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