Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político
Es evidente que el “Revolcón” popular que se inició hace tres semanas, encabezado por la Alianza Popular por, la Vida (APUVIDA), el pueblo primario (“originario”) Ngãbe-Buglé y la Alianza Nacional del Pueblo Organizado (ANADEPO), y apoyada por la mayoría de los panameños, ha entrado en una etapa crucial en la que los actores muestran síntomas de “cansancio”, particularmente, los más activos y sacrificados, sin duda, los hermanos del pueblo primario.
En ese esfuerzo, destaca el hecho notorio de que su objetivo principal y particular, es definir el número de artículos de la Canasta Básica de Alimentos (CBA), que serán objeto de rebaja y control de precios. Además, señalaron que, con ello, levantarían los tranques (bloqueo de carreteras y vías nacionales e internacionales). Los manifestantes están presionados, sobre todo, porque el sábado 22 de julio fueron víctimas de una conducta criminal por parte de conductores de carga.
Por otro lado, los educadores que son parte, tanto de la ANADEPO como de la APUVIDA, son objeto de cuestionamiento, debido a la prolongación de la huelga declarada. Ese emplazamiento proviene, entre otros, de la Federación de Padres de Familia de la República de Panamá, quienes mediante un comunicado han solicitado el retorno inmediato a clases.
Sumado a lo anterior, está la campaña negativa que trata de “satanizar” la lucha popular con el mote de “socialista”, por parte sectores oscurantistas y conservadores del poder económico. Para ello, han contado con la “colaboración” del oligopolio mediático y sus “intelectuales internos”.
En consecuencia, a estas alturas de la refriega populista, las alianzas de las mayorías nacionales y étnicas deben valorar con realismo político el estado anímico del pueblo al que genuinamente representan. Asimismo, deben evaluar las acciones del “enemigo” , es decir, del poder económico y su representante en la “mesa” de conversaciones: el gobierno de la plutocracia corrupta y de clientelismo político.
Históricos enemigos del pueblo se aprestan a participar en el combate político, con un puño cerrado, a través de la recién creada coalición empresarial, identificada como Alianza Nacional por Panamá (ANAPPAN). Por supuesto, esas élites contarán con el corifeo mediático (oligopolio de medios de comunicación social).
La lucha popular requiere prudencia, es decir, no todos los objetivos planteados se van a conseguir en esta primera ronda de la “mesa de diálogo”. La sabiduría aconseja aprobar en un tiempo racional —con la mayor prontitud— los ocho puntos consensuados y adoptar en la mesa un nuevo compromiso para el debate del noveno punto en disenso, en el cual el gobierno se comprometa a convocar a un nuevo diálogo nacional con la participación de un cuarto actor (la cuarta pata de la mesa), los gremios empresariales aglutinados en la Alianza Nacional por Panamá (ANAPPAN).
En síntesis, el próximo “juego” sería a cuatro bandas y no a tres. En ese segundo “asalto de la pelea”, el punto único sería el establecer un régimen jurídico (Ley) de control de las ganancias de los intermediarios. Ello es necesario porque “la mano invisible” no alcanza a las distorsiones e imperfecciones y la especulación salvaje del mercado. De allí, que en aras del equilibrio que demanda la convivencia pacífica, es irrefutable la necesidad de que el Estado entre a regular las guanacias, para propiciar una mejor y más justa distribución de la riqueza.
¡Así de sencilla es la cosa!