9 de enero: Valor y dignidad

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Por Benjamín Colamarco Patiño
Ex ministro de Estado y ex vicepresidente del PRD

El país debe sustentarse en valores, principios, objetivos superiores que dirijan la interactuación social y fortalezcan la cohesión estatal nacional de la República.

Quienes nos identificamos con las luchas históricas del pueblo para preservar la integridad territorial del Estado, con sus aspiraciones y sacrificios, debemos reflexionar sobre el legado de los jóvenes institutores de 1964 y de todo un pueblo que, con vergüenza de Patria, con sus valores fundamentales, se empinó sobre sus propias contradicciones por la soberanía, como estimuladora de propósitos.

En su momento, Omar Torrijos supo recoger la bandera de la dignidad y con una amplia amalgama de voluntades cumplió el compromiso de erradicar el colonialismo del suelo patrio, recuperar la plena integridad soberana y completar la escalada por la soberanía del alpinismo generacional, cuya visión se hizo materia el 31 de diciembre de 1999, con la reversión plena del Canal para Panamá y la salida del último soldado extranjero.

La conquista de la soberanía plena y la eliminación de la “quinta frontera”, ciertamente fueron el producto de la acumulación de esfuerzos populares, en lo que se ha dado en llamar la lucha generacional. El 18 de noviembre de 1903, fecha en que se rubrica en los Estados Unidos, el Tratado Hay-Bunau Varilla (que ningún panameño firmó), que crea el enclave colonial del “Canal Zone” y cuya vigencia pactada era a perpetuidad, significó una afrenta a la dignidad nacional y una disminución de nuestra personalidad internacional, generando permanentes situaciones de conflicto y tensiones en las desiguales relaciones de Panamá con el “coloso del norte”.

La presencia colonial norteamericana, la de la discriminación racial, la del “gold roll” y el “silver roll” y los privilegios para unos pocos, enclavada en el corazón de nuestro suelo patrio, no dejó de recibir el repudio de los panameños, hecho patente con las manifestaciones populares de los grupos nacionalistas y progresistas, tanto de la juventud, los estudiantes, los trabajadores y sectores de la burguesía nacional, que veían en la “cerca oprobiosa del límite”, el avasallamiento, la prepotencia y la injusticia del colonialismo.

Cuando los estudiantes del Instituto Nacional, la tarde del 9 de enero de 1964, deciden marchar en forma pacífica y ordenada, con la bandera nacional como estandarte y la “cariátide”, como columna simbólica que sostiene el espíritu indómito de la juventud, lo hicieron como reflejo del malestar latente que subyacía en el organismo de la nación, por el profundo desprecio de los “zonians” a nuestra dignidad como Estado Nacional.

El 7 de enero de 1963, fue firmado el Acuerdo Chiari-Kennedy, que establecía que en los sitios en que fuese enarbolada por civiles de la Zona del Canal, la bandera de los Estados Unidos, a la par debía ser izada la de la República de Panamá. Los efectos de ese Convenio, debían hacerse efectivos a partir de enero de 1964. Sin embargo, en abierta violación a lo pactado e insubordinación a los mandatos de su gobierno, los “zonians” deciden no acatar el mandato contenido en el acuerdo suscrito por los presidentes de ambos países.

El 3 de enero de 1964, el Sargento Carlton Bell, jefe del destacamento de la Policía “zoneíta” de Gamboa, con la abierta complicidad de sus superiores, decide no acatar las órdenes del gobernador Fleming de la Zona del Canal, y enarbola el pabellón estadounidense en la plaza de Gamboa. La acción fue divulgada ampliamente por los medios de comunicación y, paulatinamente, imitada por estudiantes, padres de familia y otros policías de la Zona del Canal, quienes montaban guardia frente a las astas en los colegios “zoneítas”, en donde izaban solitaria la bandera estadounidense.

Cuando los estudiantes del glorioso Instituto Nacional, se enteran del no acatamiento por parte de los “zonians” de lo pactado por ambos gobiernos, deciden que era un deber patriótico, hacer cumplir el contenido del Acuerdo Chiari-Kennedy, pero, sobre todo, reivindicar la Soberanía de Panamá sobre todo el territorio del Istmo, motivo de fondo de la discordia entre ambos países.

Los hechos acaecidos fueron trágicos para Panamá y su noble pueblo: 22 muertos y más de 500 heridos, bajo las balas de la policía norteamericana y la metralla del ejército más grande del mundo… y la ignominia del abuso y la infamia de los “poderosos” intereses del “establishment” del norte.

Hoy, 55 años después, todo lo que se escriba, conlleva la idea de reivindicar a los héroes y mártires del 9 de enero, a la juventud de nuestra Patria y a todo el pueblo, que, a riesgo de sus propias vidas, enfrentaron a la policía “zonian” y a la soldadesca extranjera, sólo con el pecho henchido de patriotismo y el emblema nacional en la máxima altura de la dignidad, integrando en el concepto, la culminación de esa lucha generacional, con Omar Torrijos y los Tratados Torrijos-Carter.

Lo cierto es que el Canal es panameño, debido a esas luchas, a los protagonistas de la Gesta Heroica del 9 de enero y al liderazgo firme de Torrijos.

Digo lo anterior, porque existe una vinculación directa entre los hechos del 9 de enero de 1964, la toma de conciencia nacional, y la abrogación total y definitiva del Tratado Hay-Bunau Varilla, que se resume bajo el liderazgo de Torrijos, que supo interpretar y asumir las motivaciones de la juventud, y que ese Canal recuperado y los puertos recuperados, y el ferrocarril recuperado, y las tierras recuperadas, y el espacio aéreo recuperado, son los que han impulsado el crecimiento económico y la inversión que registra el país desde hace más de 12 años. En el gobierno del presidente Martín Torrijos se tomó la decisión soberana de ampliar ese Canal a través de un tercer juego de esclusas y con mentalidad abierta, en el año 2006, se sometió tal decisión a la voluntad popular a través de un referéndum.

Finalmente, pienso que la historia de sacrificios y luchas, de hidalguía y determinación, de patriotismo y entusiasmo, debe proyectarse hacia el futuro, desde la perspectiva de un solo Panamá, integrado económica y socialmente, que pone en el centro de atención, las necesidades fundamentales del ser humano.

Debemos tener presente que con el cumplimiento de los Tratados Torrijos-Carter, se produjo una transformación de la vieja economía, en otra en la que el complejo canalero, portuario y logístico se incorpora a la economía interna y se diversifica en su contenido como en sus rutas y actividades, proyectándose a su vez en un complejo sistema de servicios globales.

Esa plataforma incorporada al país desde el último día del año 1999, que ha impulsado el crecimiento económico, conlleva sus propias contradicciones, lo que implica y exige resolver las asimetrías sociales y la desigualdad, que son formas en que se expresa en el contexto actual, un proceso dinámico complejo, inequitativo y contradictorio de cambio en la sociedad, de su economía y de su cultura.

Esos son los retos que se derivan de la Gesta de los jóvenes del 9 de enero y de las etapas siguientes marcadas por Torrijos. Gestionar con claridad de propósitos la transformación de la sociedad y de su Estado, en la correcta dirección de la reforma, de la profundización y perfeccionamiento de la democracia (social, económica, política), de la justicia social, la dignidad humana y el desarrollo integral y sostenible, que deberían ser un compromiso nacional, para hacer que coincidan el interés público, las políticas de Estado, con los objetivos superiores de la Nación.

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