“Tienen que llevarse sus toldas colonialistas”, Omar Torrijos

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“Tienen que llevarse sus toldas colonialistas”, Omar Torrijos

Introducción por Dalys Vargas

Este discurso vibrante, pronunciado en la Plaza 5 de Mayo el 11 de octubre de 1971, se ha convertido en un “clásico” del ideario del general Torrijos. Las negociaciones con Estados Unidos se habían reanudado en junio de 1971. El general está consciente de que él simboliza y encarna las luchas generacionales de un pueblo que reclama el fin de la presencia colonial en su territorio.

Los panameños sabían que la Zona del Canal prevalecía una atmósfera de “apartheid” en la que se les menospreciaba. También había quedado claro que las bases estadounidenses en el Istmo siempre ayudaron a sostener situaciones de injusticia en Panamá, América Latina y el Caribe, y servían de apoyo a las guerras imperialistas, como en Vietnam.

Las palabras del jefe militar están dirigidas, no solamente al pueblo panameño, sino al mundo que escucha a través de los corresponsales internacionales. Pero la decisión del general Torrijos de agotar primero todos los medios pacíficos no se debió únicamente a la asimetría en la capacidad bélica de las partes en conflicto. Aunque militar de profesión, era un hombre amante de la paz, con una enorme fe en el poder del diálogo.

Texto del histórico discurso en la Plaza 5 de Mayo

“Yo siempre he dicho que no hay pueblos malos. Hay gobernantes malos. Nuestro pueblo es esencialmente bueno. Nuestro pueblo ama a su Patria. Está sólo buscando un gobernante que sienta el mismo profundo cariño por su Patria, que siente él. Y aquí lo tienen. Aquí, ante ustedes, está Omar, que es el nombre familiar que me ha dado mi pueblo. Ustedes acuden al llamado de la Revolución. Nosotros presenciamos el más majestuoso abrazo de pueblo y gobierno que conoce la historia de nuestra Patria.

Omar, este servidor que hoy viste el uniforme de general de la Revolución, no es más que un hijo modesto de este país, producto de las mismas entrañas de la Patria. No es otro que un hombre constituido por el mismo barro de que está constituida la gran mayoría de hombres y mujeres que desde este balcón yo estoy mirando. Omar entiende y acepta la posición en que lo ha colocado la historia, y al entender esta posición, sólo quiero expresar mi agradecimiento ante ustedes con estas palabras: gracias, pueblo panameño. Gracias, hombres y mujeres de nuestra Patria. Gracias, campesinos. Gracias, obreros. Gracias, pueblo panameño, por este mensaje, por este respaldo que le has dado a tu Revolución.

Decían los malos panameños que el pueblo muerde la mano de quien lo ayuda. Decían los malos panameños que nuestra población estaba constituida por hombres inútiles y hombres malagradecidos. Yo siempre he comprobado y siempre he manifestado que el que da cariño, recibe cariño. Que el que da Patria, recibe apoyo de la Patria; que aquél que está determinado a morirse por ustedes, recibe en reciprocidad la manifestación de adhesión que estamos recibiendo hoy, y que nunca se había visto y que para mí es absolutamente emocionante, porque esto es monstruoso, esto no tiene límites, aquí no cabe ni siquiera un aplauso.

Yo no quiero hablar de los logros nuestros. Los logros nuestros están reflejados aquí. Esta nueva Patria que hemos encauzado está reflejada aquí. Este nuevo país que hemos conseguido en tres años, que ustedes personifican, que la Patria experimenta y que el mundo está observando, está reflejado aquí. El más grande logro de este gobierno, el más grande logro de estos tres años es unir bajo una sola bandera, bajo un solo estandarte, a un millón cuatrocientos mil panameños. Éste es nuestro más grande logro.

En mi constante patrullar por el país, en las constantes visitas que he venido haciendo, en mi constante peregrinaje por los cielos, mares y tierras de mi Patria, he podido deducir, he podido darme cuenta de que aún faltan muchas cosas por hacer. Por eso, señores, por eso, pueblo panameño, yo no quiero hablarles de los logros. Quiero hablarles de las cosas que no hemos alcanzado y que vamos a alcanzar en corto plazo.

Yo quiero hablarles a ustedes, que hay 200.000 analfabetos panameños que esperan la redención del libro, la redención del maestro, para aprender a leer y escribir. Yo quiero hablarles a ustedes de los 45.000 panameños que están sin trabajo, a quienes antes de tres años les conseguiremos trabajo para que ganen su vida honestamente, como todo panameño quiere ganarla. Quiero hablarles a ustedes que hay 50.000 agricultores panameños, que hay 50,000 panameños que se dedican a la actividad agropecuaria, cuyos ingresos no llegan siquiera a los cien Balboas al año. Ellos son nuestra inspiración y para ellos vamos a trabajar, cueste lo que cueste.

Yo estoy aquí para hablarles a ustedes de varias cosas fundamentales, que tienen mucha importancia. De cosas que ustedes están esperando, de cosas que ustedes tienen impaciencia que yo les hable. Vengo a hablarles del Código de Trabajo. ¡Aquí está el Código de Trabajo, panameños! ¡Aquí está! Un Código que nos estaban negando desde 1947. Porque el Código de 1947 nació abuelo, nació viejo. Estábamos regulados por un Código de Trabajo que nació anacrónico y que fue copiado e inspirado por esa necia debilidad que hemos tenido siempre, de copiar las cosas extrañas. El nuevo Código consulta las aspiraciones de ustedes. Este Código es el producto de un gran esfuerzo, de un General Torrijos que siempre creyó en el obrero, de un General Torrijos que se ha identificado con ustedes, que está predispuesto a cualquier tipo de sacrificio, con tal de que el pueblo panameño encuentre su felicidad, encuentre normas justas, encuentre un gobierno en el cual todos seamos hijos legítimos. Un gobierno donde algunos no sean hijastros, hijos adoptivos. Un gobierno que sea el padre de todos, no padre para unos y padrastro para otros.

El nuevo Código logra humanizar las condiciones de trabajo y protege real y efectivamente al hombre que trabaja. El nuevo Código incorpora a una gran masa de trabajadores a los beneficios del mismo. Este Código establece un Tribunal Superior de Trabajo en el interior de la República, con lo que conseguimos que los casos laborales no tengan que ser traídos a la capital. El Código propicia el contrato colectivo. Hace obligatorio el descuento de la cuota sindical y eso sí es una conquista, señores. El Código incorpora a quince mil trabajadores del volante. Incorpora a todo panameño que se arranca la vida en duras faenas de la pesca. El Código incorpora a los carretilleros. El Código establece procedimientos breves, eficaces y efectivos. El Código hace la justicia rápida y efectiva, y no justicia ilusoria, como la que tenemos ahora. El Código trae una serie de beneficios que le dan al obrero lo que se merece, y no coloca al buen empresario en condiciones de no seguir operando. El Código va a ser difundido, va a ser impreso, y se le va a dar a ustedes para que lo conozcan. El Código entrará en vigencia el 1 de enero de 1972.

Hay otra pregunta que está en el ambiente: Omar, ¿qué pasó con el séptimo día? Yo sé que eso existe en el ambiente. Señores, el que los engaña está faltando al respeto. Yo adoro mucho a mi pueblo para engañarlo y faltarle al respeto. Ni el sector patronal, ni el gobierno, podrían decir, a ciencia cierta, si el séptimo día favorece al obrero o si su implantación elevaría el costo de la vida. Si el séptimo día va a producir que nos vendan en veinte lo que hoy cuesta diez, afectando la economía de los hogares humildes que existen en este país, entonces su implantación no sería aconsejable. Pero sin embargo, el gobierno está dispuesto a seguir estudiando esto. Si el séptimo día beneficia al obrero, sin perjudicar la economía del pueblo, entonces ustedes tendrán su séptimo día. No quiero adoptar una situación precipitada. No quiero engañarlos. No quiero propiciar que en este país se encarezca la vida. Estamos dispuestos a continuar estudiando el asunto, y a seguir conversando. No quiero propiciar, inconsultamente, que suba el costo de vida de ustedes. Yo prefiero seis días bien pagados, que siete días pagados con raciones de hambre.

Queremos hablar también, señores, de un problema que está en el alma de todos nosotros, que es el problema de nuestras relaciones con la Zona del Canal. Queremos hablar de este problema, que Omar Torrijos y el pueblo panameño lo miran como un problema sentimental, esencialmente sentimental.

Que digan nuestros embajadores. Que digan los embajadores de las Repúblicas amigas que aquí están presentes, y los periodistas extranjeros que aquí están presentes: ¿Qué pueblo del mundo soporta la humillación de ver una bandera extranjera enclavada en su propio corazón? Y al decirlo, yo quiero que ellos lo miren; al decirlo, yo sé, pueblo panameño, que estamos llegando a nuestro límite de paciencia. Que digan los corresponsales extranjeros: ¿Qué pueblo de América, o qué pueblo del mundo, soporta que contiguo a su territorio exista un gobernador? ¿A nombre de qué? ¿Y gobernador de qué? Desde 1904, el pueblo panameño está luchando contra un tratado que si para nosotros es vergonzoso, para la llamada democracia estadounidense debe ser ignominioso. Que demuestren ahora si es verdad que ellos son los líderes de la libertad del mundo, y quiten ese enclave colonial que existe aquí…, en vez de correr a encuartelarse, porque cada vez que el pueblo panameño se reúne, ellos se acuartelan con la misma actitud de culpabilidad con que se esconden los hombres que están robando cuando se reúne la policía. Con esa misma actitud de culpabilidad.

Que sepa el mundo que nos está escuchando, hasta dónde han sido tan ruines determinadas mentalidades de los Estados Unidos, que a nosotros nos pagan, a Panamá le pagan, por el alquiler de una franja de 250 millas cuadradas, un millón novecientos mil dólares. Sin embargo, el Empire State Building produce 13 millones de dólares netos. Miren esas cifras. Hasta dónde llega la ruindad de ellos. De un canal que está enclavado en el paso obligado del mundo; de un canal que nos ha obligado a convertir en enemigos nuestros a los enemigos de ellos; de un canal que ha privado a Panamá de hacer la lista de sus propios enemigos. Nosotros queremos hacer la lista de nuestros propios enemigos, porque nosotros no somos enemigos de ningún país.

Estamos buscando la solución propia, la medicina propia de nuestro pueblo; la aspirina adecuada para nuestro propio dolor de cabeza. El panameño no sale con un paraguas cuando está lloviendo en Moscú. Eso es mentira. El panameño no se pone un sobre todo cuando está cayendo nieve en Washington. Eso es mentira. El panameño está buscando su propia solución. Está buscando que venga una nueva República, y aquí la estamos encontrando hoy, y lo estamos confirmando. A mí me han dicho líderes estudiantiles y hombres que quieren a su Patria: “Omar, tenemos fe en las negociaciones. Tenemos fe en su espíritu de patriotismo.” Y a la hora en que Panamá se sienta decepcionada en la mesa de negociaciones, a la hora en que nos engañen, a la hora en que notemos que piensan seguir engañándonos, yo vendré aquí, señores, yo vendré y es diré: Pueblo panameño, nos están engañando. Y ahora queda un solo recurso. Un solo recurso quedará cuando eso suceda. Y ese recurso es que una generación ofrende su vida, para que otras generaciones encuentren un país libre.

Señores, yo jamás he engañado a este pueblo. Yo sé que hay mucha aprensión en el ambiente. Nuestros enemigos, los enemigos de los buenos sentimientos de los Estados Unidos, quisieran que hoy nos lanzáramos hacia la Avenida “4 de Julio”, pero están equivocados, señores. Porque en la “4 de Julio” nosotros ponemos los muertos, mientras ellos pondrían las balas.

Hoy no vamos a ir a la Avenida “4 de Julio”. Cuando fracasen todas las esperanzas de sacar ese enclave colonial de allí, Omar Torrijos vendrá a esta misma plaza a decirles: Señores, hemos fracasado. ¡Vamos hacia delante! Porque Omar Torrijos no es un héroe con sangre ajena. Omar Torrijos los va a acompañar a ustedes, y los seis mil fusiles de la Guardia Nacional estarán para defender la integridad y la dignidad de este pueblo. Porque, cuando un pueblo comienza un proceso de descolonización, pueden pasar dos cosas: o nos colonizan del todo, o tienen que llevarse su tolda colonialista. ¡Y se la van a llevar, señores! ¡Se la van a llevar!

Quiero decirles una verdad, señores, porque yo soy suficientemente honesto con ustedes. Sería deshonesto si no confesara aquí que, en la mentalidad de los que dirigen ahora mismo la nación del norte, hay un espíritu de comprensión y hay ciertos sentimientos de vergüenza por permitir que esta situación se haya prolongado por tanto tiempo. Ellos han manifestado que van a descolonizar esto, que nos van a entregar nuestra bandera, que la policía será nuestra, que los correos serán nuestros y que el panameño, señores, podrá salir de su casa y en el trayecto de su casa al trabajo…, sin tener que pasar por la ignominia, por la vergüenza, de atravesar un trayecto de la carretera que está bajo jurisdicción de los Estados Unidos. Eso se va a acabar, señores.

Hay mercaderes de sangre, hay mercaderes de sangre acá y allá, y los mercaderes de sangre no tienen ni nacionalidad, porque su única misión es vender sangre. Esos mercaderes que ven que se les está acabando el mercado de Vietnam, quisieran convertir a Panamá en el nuevo Vietnam, a fin de poder vender su maquinaria bélica. No les hagamos el juego a ellos, señores, que yo les avisaré cuando las negociaciones estén fracasando. Demos la impresión de que somos un país altivo, digno y civilizado, pero el día que las negociaciones fracasen, yo no sé qué va a suceder, pero lo cierto es que Torrijos irá al frente de ustedes y ese día será el día que yo les diga.

Señores, la única crítica que tienen los legalistas de este país, los legalistas que legalizaban los gobiernos anteriores, la única crítica que nos hacen es que somos hijos ilegítimos de la Patria. Habrase visto, señores. Hijo ilegítimo, está bien, pero yo siempre recuerdo la parábola que dice que muchas veces es el hijo ilegítimo quien salva el honor de la familia. El mismo honor que los hijos legítimos mancillaron. Tenemos que darle estructura política a esto. Tenemos que asegurar que la Revolución no sea una revolución de tres años; tenemos que asegurar que este abrazo de pueblo y gobierno se prolongue por mucho tiempo. Tenemos que asegurar que aquellos tiburones de la flora y fauna panameñas no vengan a devorarnos. Tenemos que asegurar que existan aulas de clases para nuestros alumnos. Tenemos que asegurar que exista para siempre esta nueva imagen de la Patria.

Este año, fíjense bien, este año ya está estructurada la solución política que este país va a tener. Es una solución pura, es una solución auténtica porque emana del pueblo mismo como la base política de la República. A más tardar en agosto, se va a verificar una elección para elegir 500 representantes de una magna asamblea de corregimientos para que decidan políticamente qué destino va a tener la Patria. A ustedes les hago caso; a los bastardos intereses, no.

Tenemos que actualizar la Constitución y son ellos, los 500 representantes de una magna asamblea, de una asamblea constituida por 500 buenos hijos de esta Patria, por hombres que no se venden, que no aceptan el cohecho y que no aceptan el engaño, quienes nos digan qué curso debemos seguir. Si ellos lo dicen, señores, lo estará diciendo la Patria, porque ellos constituyen 500 pilares sobre los cuales el nuevo techo de la República va a ser asentado.

Señores, enormemente agradecido y enormemente emocionado, quiero enviar un mensaje para los estudiantes, que son la savia honesta con que se nutre el corazón de la Patria; para los educadores, que están forjando una nueva Patria, sin más armas que el abecedario; para los obreros, aquellos hombres que generan la riqueza que muchos les niegan, mis respetuosos saludos; para los campesinos, que riegan la tierra con el sudor de su frente y que han hecho productiva la campiña, mi eterno agradecimiento; para el empresario, que explota la fábrica o la industria, pero que no explota al hombre, para el empresario que sabe que la empresa es un medio de producción, y que esa producción debe ser repartida equitativamente entre el Estado, él y los obreros; para ese nuevo empresario, para ese buen empresario panameño, mi respetuosa actitud; para el profesional, que constituye el capital humano de la Patria; para el empleado público, que en tres años ha dignificado la administración pública; para el guardia nacional, que me dice; “general, que no vuelvan los tiempos de antes. Nosotros estamos muy complacidos con este matrimonio de Fuerzas Armadas y pueblo, y nos encanta trabajar en un medio en que se nos aprecia. A nosotros nos gusta servirle al pueblo, queremos seguir siendo su brazo armado y sentimos por él un profundo respeto.” Para todos, señores, para ti, pueblo panameño, que hoy, ante esta cita con tu destino, ante esta toma de conciencia, has demostrado que el que da cariño, recibe cariño, muchas gracias”.

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