La necesaria recomposición de la Seguridad. Editorial del martes 23 de julio

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La Seguridad es el talón de Aquiles del “Buen Gobierno”. Esa es una verdad inocultable y se percibe en hechos delictivos en los que aparecen implicados altos mandos de la Fuerza Pública. Hay una estela evidente de corrupción, narcotráfico y crimen organizado que conspira contra cualquier proyecto de desarrollo nacional y demanda acciones inmediatas para “cortar por lo sano”.

Una señal de corrosión y declive institucional, es la connivencia demostrada por autoridades policiales y soldados del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) para reprimir a los pequeños productores agropecuarios en el distrito de Barú, en la provincia de Chiriquí, limítrofe con Costa Rica, enfrentados a la empresa frutícola Banapiña, subsidiaria de la multinacional Del Monte.

El atropello policial ejecutado con brutalidad contra trabajadores portuarios en la Ciudad de Panamá, quienes demandan justicia y equidad, es otro indicador de que hay una cadena de mando rota y de que es urgente provocar cambios para evitar la reproducción de escenarios abismales como los de México y Honduras, donde el Estado se volvió rehén de los influyentes carteles de la droga.

Las flamantes autoridades del Ministerio de Seguridad deben entender el principio de rechazar la negociación con delincuentes o traidores que desvirtúan los ideales de la nación, ya que corren el riesgo de convertirse en cómplices de acciones deleznables. Los comisionados de la Fuerza Pública no están por encima de la Constitución y deben respeto y lealtad al pueblo panameño.

El proceso de descomposición de la Fuerza Pública se agudizó tras la invasión de Estados Unidos a Panamá, iniciada el 20 de diciembre de 1989, cuando un ejército extranjero impuso reglas de muerte y humilló a las unidades policiales, asignándoles el triste papel de gendarmes de pito y tolete. A partir de allí, hubo en este país un crecimiento exponencial de pandillas y drogas.

Pero, no siempre las cosas fueron de ese modo. Los organismos de Seguridad tuvieron su momento de gloria bajo el mando del desaparecido general Omar Torrijos, quien convirtió a soldados en aliados del movimiento social panameño y de la recuperación del territorio usurpado por fuerzas extranjeras. Sin esa acción, las bases extranjeras no habrían sido transformadas en escuelas.

Hoy, debería ser valorado ese ejemplo de dignidad, inspirado en objetivos liberadores y de reivindicación que distinguieron a las tropas panameñas en los Altos del Golán, cuya misión a favor de la paz en la década de 1970 fue elogiada por el secretario general de Naciones Unidas, Kurt Waldheim. Ello revela que el coraje y la mística castrense ayudan a trazar la hoja de ruta soberana.

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