Medio mileno de exclusión. Editorial del 13 de agosto

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La ciudad de Panamá se viste de gala en agosto de 2019, para la conmemoración de sus 500 años de fundación en la costa del Pacífico. Han sido cinco siglos de agitado movimiento político, pero también de exclusión de los habitantes originarios y de los migrantes no europeos que arribaron a estas tierras atraídos por el oro, la aventura, la conquista o la añeja vocación de tránsito del istmo.

Tras cinco siglos, la metrópoli ostenta un ritmo acelerado, pero al mismo tiempo revela la crisis de un modelo de transporte público caótico. La urbe jamás fue sometida a una planificación científica y su crecimiento alargado quedó plasmado a través de la Zona del Canal, un territorio segregado que restringió la posibilidad de un desarrollo cosmopolita eficiente, ordenado, alegre y moderno.

En sus siglos cinco de existencia, la ciudad de Panamá ostenta un perfil arquitectónico innovador, con distrito financiero y bancario, dinámico, pero en algunos de los barrios más antiguos ha sido iniciado un proceso de gentrificación ligado a la revalorización de los espacios públicos, el alza de alquiles y la expulsión de los habitantes de bajos ingresos económicos hacia áreas distantes.

Sin duda alguna, en cinco siglos la ciudad creció como centro de negocios. No obstante, en la búsqueda de ese objetivo comercial desenfrenado han sido desplazados diversos planes de desarrollo social y humano, lo que se traduce en el empobrecimiento de las capas medias de la población. Una especie de Macondo también acompaña a la suerte de la ciudad con marcados contrastes.

Es obvio que los cinco siglos transcurridos han sido insuficientes en la evolución histórica para vencer la piratería, el deterioro de la institucionalidad, la depredación del patrimonio nacional, la inseguridad, la injusticia y la impunidad. Ello permite distinguir que la cinco veces centenaria capital sigue atrapada en la vieja encrucijada del desarrollo humano y social o la grave dependencia externa.

La metrópoli se enfrenta a nuevos desafíos y sus autoridades están obligadas a garantizar sostenibilidad en los próximos decenios. Los retos abarcan la preparación técnica de la gente, la vigencia de procedimientos de equidad, así como la adopción de medidas coherentes para enfrentar los altos niveles de contaminación de ríos y fuentes hídricas, como parte de un gran esfuerzo humano.

El predominio de los derechos ciudadanos y la búsqueda de la equidad representan una constante en la iniciativa de redimir el nombre de una ciudad cuya imagen ha sido desprestigiada tras sucesivos escándalos de corrupción. Ser panameño debería ser un motivo de alegría y no de vergüenza, y Panamá tendría que volver a promover esperanza, solidaridad, paz, y honrar la soberanía.

1 COMENTARIO

  1. Saludos revolucionarios de paz y bendiciones desde México. Interesante reflexión sobre la Ciudad de Panamá que en este mes cumplió 500 años de fundada. En nuestras grandes urbes están presentes las contradicciones. Por una parte las plazas elegantes, los edificios lujosos, la gentrificación, mientras en algunos barrios o fraccionamientos se carece de lo elemental. Estoy de acuerdo en que ser Panameño debe ser motivo de alegría. Añado es motivo de alegría y compromiso haber nacido en nuestra América. Todos podemos hacer algo por mejorar los entornos y construir en esta Patria Grande, paz con justicia social. Atentamente, Fernando Acosta Riveros

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