El capitalismo sólo desaparecerá cuando las relaciones sociales que la sustentan se disuelvan. Es decir, cuando las luchas de los trabajadores y sus salarios no les permitan a los capitalistas acumular.
Marco A. Gandásegui, hijo (Q.E.P.D.)
Nuestra América
sábado, 25 de abril de 2020
La pandemia del coronavirus no es el fin del mundo. Tampoco es el fin de la historia. No podemos decir que la pandemia liquidará el capitalismo. Hay muchos pensadores que postulan estos desenlaces pensando en los terribles sufrimientos que el coronavirus le está causando a la humanidad. A pesar de ello, el mundo seguirá su camino, sacudido y golpeado por la pandemia. Las clases dominantes seguirán escribiendo su historia. El capitalismo aprovechará esta crisis para reforzar sus puntos débiles y continuará haciendo estragos de la naturaleza, así como de las mujeres y hombres que somete a su explotación.
El capitalismo, al igual que el capital, es una relación social. Es una relación que siempre ha existido desde los tiempos en que se escribía sobre piedra. Es a partir del siglo XVI (los viajes de Colón), sin embargo, que comienza a consolidarse en algunas ciudades europeas. Los metales preciosos que los españoles le extraen a las minas de América aceleran el comercio europeo con el Oriente. El creciente intercambio les permite a los capitalistas de las ciudades del occidente europeo acumular riquezas e invertir en nuevas empresas en el siglo XVII. Surgen los reinos “absolutos” que concentran enormes riquezas (para la época) y desatan guerras interminables para ampliar su poder sobre el viejo continente. Al mismo tiempo compiten por materias primas y mercados en todos los continentes, incluyendo América. Este crecimiento combinado es lo que caracteriza el capitalismo.
De una decena de ciudades, distribuidas, sobre todo, en el norte de la península italiana, se extiende el capital sin cesar para construir una red que cubre la totalidad de la tierra en el siglo XXI. El capitalismo tiene una característica muy peculiar que define su crecimiento. Es un crecimiento desigual, dialéctico, y que crea relaciones de dependencia. La desigualdad consiste en la distribución de las áreas productivas. El crecimiento capitalista es impulsado por su capacidad de acumular riquezas. El sistema tiene un polo dinámico capaz de generar nuevas áreas de producción (tecnología) que subordina su periferia y le permite acumular más rápido. Arrighi sostenía que ese polo dinámico (centro) fueron Holanda, Inglaterra y EEUU, sucesivamente en los últimos cuatro siglos. En el siglo XXI el enorme poderío productivo y militar de EEUU se ha debilitado y en su lugar emerge China, como nueva locomotora industrial y financiera.
La aparición de EEUU como potencia hegemónica en el siglo XX transformó el mundo, cambió las reglas, pero no acabó con el capitalismo. Todo lo contrario, consolidó las relaciones sociales que le dan sustento al capitalismo. Introdujo un cambio que incrementó exponencialmente la productividad del trabajo humano (social) y les permitió a los capitalistas acumular nuevas riquezas antes inimaginables. Al igual que en el siglo XVII y los subsiguientes este ‘progreso’ capitalista se dio en el marco de guerras interminables. ¿A qué se debe la declinación de una potencia hegemónica en el sistema mundo capitalista? No son las pandemias. La historia registra todo tipo de epidemias horribles en el transcurso del último medio milenio. No causaron cambios de época ni el derrumbe del capitalismo.
El capitalismo sólo desaparecerá cuando las relaciones sociales que la sustentan se disuelvan. Es decir, cuando las luchas de los trabajadores y sus salarios no les permitan a los capitalistas acumular. Por ejemplo, en EEUU se le paga a un obrero no calificado US$15 la hora. Según los capitalistas norteamericanos esa remuneración no les permite apropiarse de un excedente. Dejaron de pelear con las organizaciones laborales para bajar los salarios y optaron por trasladar (‘externalizar’) las enormes plantas industriales a China. Las industrias norteamericanas de acero, farmacéuticas, automovilísticas, químicas y muchas otras reaparecieron por toda la geografía oriental de China. El salario de los trabajadores chinos es una fracción de lo que se paga en EEUU. Con el cambio los capitalistas norteamericanos volvieron a captar enormes excedentes.
La pandemia ha golpeado muy fuerte a EEUU. Sus gobernantes (con el magnate y presidente Trump a la cabeza) dicen que tienen que reconstruir su industria que fue ‘externalizada’. Aparentemente, se percataron cuan vulnerables son sin una base material. Pero no será una tarea fácil. Si los trabajadores desempleados, cuyos sindicatos fueron destruidos, son nuevamente reclutados, se reagruparán para exigir los salarios que los capitalistas no pueden pagar. En esa contradicción insalvable, surgirá China como potencia hegemónica. No es el fin del capitalismo. Los líderes en Pekín lo llaman ‘socialismo de mercado’.