“Criminalización” de la protesta marcó el final de 2018 en Panamá

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Agentes policiales reprimen a productores agropecuarios en Divisa, en la región central de Panamá. (Foto: Mi Diario).

Por Marco A. Gandásegui, hijo
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA

La gestión del presidente Juan Carlos Varela, inaugurada a mediados de 2014, llegó a su punto más bajo al finalizar 2018 cuando decidió reprimir las protestas de los productores agrícolas y, además, criminalizar sus manifestaciones.

Todos los gobiernos panameños desde la invasión de EEUU (1989) han intentado acabar con el sector agropecuario. Primero, reduciendo los aportes oficiales al sector. Segundo, especulando con el trabajo de los agricultores. Tercero, firmando un tratado de ‘libre comercio’ con EEUU que destruyó directamente el agro panameño. En 20 años el sector casi ha desaparecido, contribuyendo ‒actualmente‒ al PIB apenas el 1.5 por ciento del total.

El tratado firmado con EEUU responde a la política exterior de este país que –a escala mundial‒ pretende eliminar toda competencia. Washington le dice a Panamá que sólo produzca piña, banano y sandía –entre otros productos tropicales– y que los exporte a países como Portugal y Bélgica. Mas encima, Panamá paga a los gobiernos de EEUU e Israel para que le asesore a realizar la transformación de productores de arroz a piña. Todos los proyectos han fracasado.

En Panamá, existe un mercado nacional consumidor de arroz, maíz, cebolla, vegetales y muchos otros rubros al cual el productor panameño le ha sido prohibido vender. En la actualidad, el rico mercado de la zona de tránsito del Canal de Panamá (las ciudades de Panamá, Colón, Arraiján, La Chorrera y San Miguelito) consumen productos agrícolas importados en desmedro de los panameños.

La política social de Panamá se encuentra en un espiral descendente desde hace dos décadas. La criminalidad, la desigualdad social y el abandono de los servicios básicos se hacen cada vez más notorios. El crecimiento económico –impulsado por la entrega del Canal de Panamá al gobierno nacional (2000) y la ampliación de la vía acuática (2008-2014 – tuvo un auge sostenido entre 2005 hasta 2016. Sin embargo, este año, al igual que el anterior, la tasa de crecimiento del PIB comenzó a perder fuerza. El gobierno no tiene planes para enfrentar el dilema y los partidos políticos se encuentran totalmente ajenos a la realidad nacional.

La Autoridad del Canal de Panamá (ACP) anunció que tiene un conjunto de iniciativas para generar ingresos adicionales a los peajes que le cobra a los barcos que pasan por la vía. Las instalaciones portuarias en el entorno del Canal se han convertido en los más importantes de la región latinoamericana pero debido a los contratos que firmaron con los gobiernos de turno no estimulan al resto de la economía.  Igual ocurre con la Minera Panamá (de propiedad sudafricana) ‒que asegura que ha invertido 6.000 millones de dólares y comenzará en 2019 a exportar cobre– que no aporta a la dinámica económica del país. De paso, ha contaminado una región de aproximadamente mil kilómetros cuadrados en el medio del corredor ecológico mesoamericano.

El gobierno (y los partidos de la oposición) tienen un “as” en la manga que se llama China. Desafortunadamente, no saben en cuál de las dos mangas está y, si supieran, no saben cómo jugarla en el complicado tinglado geopolítico que caracterizan las relaciones con la República Popular de China. No hay estrategia ni plan para incorporar a China al desarrollo de Panamá. Los chinos quieren una plataforma (“hub”). Es la palabra favorita de nuestros especuladores) para proyectar su comercio en toda la región. ¿Qué propone Panamá? La respuesta del presidente Varela es que los chinos saben lo que quieren y sabrán qué hacer. ¿Y Panamá?

Por otro lado, no hay plan para incorporar a China como mercado para los productores panameños. Hay que trabajar con urgencia para definir una estrategia. Sabemos que pasó en 1821 y en 1903. Que no se repita la experiencia que nos legaron los próceres en el siglo XXI.

Los productores agrícolas panameños están haciendo historia y los gobernantes no quieren escuchar el mensaje. No hay que condenar a los manifestantes a largas penas de cárcel. Hay que trabajar con ellos para producir un mejor país. Los agricultores reprimidos le escribieron al papa Francisco, quien visitará Panamá en enero de 2019. Le recordaron su mensaje en el que aparece “la figura del agricultor y la relación entre su trabajo y los beneficios por los que se esfuerza”. Los pequeños agricultores son esenciales. Francisco invitó a la movilización, “para que los pequeños agricultores reciban una remuneración justa por su precioso trabajo”.

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