Por PhD Ing. Carlos Lorenzo
“…después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana” (Eduardo Galeano).
1. ESCEPTICISMO EN TORNO AL FUTURO
Muchos de las generaciones patrióticas que crecimos políticamente en las décadas del ’70 y del ’80 del pasado siglo, teníamos una visión escéptica o cuando menos “cautelosa” sobre el futuro de la nación. Veíamos extremadamente largo y tortuoso el trayecto de 23 años que debíamos recorrer hasta llegar a la culminación de los Tratados Torrijos-Carter en el año 2000; el asesinato del general Omar Torrijos el 31 de julio de 1981 que constituyó un certero golpe estratégico al corazón del proyecto de descolonización y liberación nacional; la descomposición social y política iniciada en los años ’80 de las Fuerzas de Defensa y del naciente Partido Revolucionario Democrático, dos de los instrumentos más importantes llamados a dar sostenibilidad al proceso torrijista; y la invasión de Estados Unidos el 20 de diciembre de 1989 con el objetivo central de recuperar su control hegemónico sobre todo el país y restaurar la hegemonía de la burgoligarquía mercenaria neoliberal, daban asidero objetivo a aquellas visiones.
Los sectores del movimiento popular más avezados políticamente reflejaban aquél estado de ánimo a través de sus consignas: “Ojo Omar!, el Imperialismo es tramposo”; “Frente al imperialismo y sus aliados internos la lucha será continua y prolongada”; “Si fallan las negociaciones: Armas para la liberación!”. El Comandante Torrijos de forma clara compartía aquellas aprensiones y recelos; la astucia del tigre que poseía y su sabiduría de estratega le permitían imaginar diversos escenarios premonitorios como aquél en que el amo blanco se cambia por el amo chocolate, o el de la advertencia “no trespassing, perro bravo” o aquél otro: “Si se dejan arrebatar lo alcanzado, bien pendejos serán”.
2. ESCENARIOS DE LA POSVERDAD
Luego de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, el 7 de septiembre de 1977, en los centros de poder, inteligencia y seguridad del imperio comenzaron a operar diversos y poderosos laboratorios sociales y Think Tanks encargados del diseño de escenarios prospectivos en torno a la sociedad panameña y de las relaciones de Panamá y Estados Unidos, en las nuevas condiciones abiertas con los Tratados; así como de la formulación de políticas y operaciones conducentes a su concreción en la realidad objetiva. En esa ruta, recurrieron al más sofisticado arsenal científico-tecnológico de la batalla por controlar las conciencias y la voluntad de nuestra población, suprimir de su memoria e imaginario colectivo todo sentimiento nacional y patriótico y reemplazarlos por valores y conductas de sumisión al imperio. Los aparatos culturales, de educación y de comunicación e información del Estado se subordinaron a esa estrategia, con la colaboración del poder mediático hegemónico nacional e internacional.
Componentes centrales de la construcción de esos laboratorios de ingeniería social son los procesos de distorsión deliberada de la realidad para manipular nuestras emociones y creencias e influir en nuestras opiniones, actitudes y actuaciones (cfr. F. Buen Abad, 2024; A. Navarro, 2021). A la manera del “mito de la caverna” (cfr. Platón), se nos diseñó una narrativa de falsedades erigidas como verdades que asumimos como un evangelio; “Consenso fabricado”, diría N. Chomsky. Arquetipos de esas “Verdades Patas Arriba”, entre otras muchas, son: “El 31 de diciembre del año 2000 a las 12 del día saldría el último soldado norteamericano del territorio panameño”; Panamá es un país soberano, sin bases militares extranjeras; “Panamá no tiene ejército”; “Somos un Estado democrático”.
3.VERDADES PATAS ARRIBA.
Tal como me enseñó un viejo amigo y maestro, la experiencia histórica, la práctica social, son el criterio primordial para la verificación de la verdad. Transcurridos 48 años desde la firma de los Tratados Torrijos-Carter, llamados a marcar el inicio del desmantelamiento del enclave militar, económico y socio-cultural llamado Zona del Canal y de la recuperación e integración de sus bienes y recursos al patrimonio nacional, la experiencia histórica nos revela contundentemente que por casi medio siglo hemos vivido en una “Caverna” de Verdades “PATAS ARRIBA” (cfr. E. Galeano).
El movimiento patriótico, su intelectualidad, advertía sobre los peligros que se cernían sobre la nación en la medida que nos acercábamos al año 2000. Raúl LEIS ya en 1985, si bien reconocía que los Tratados Torrijos-Carter recortaban propiedades y extensiones del enclave colonial, sin embargo no afectaban sustantivamente el enclave militar; “la situación regional y mundial —decía el Maestro— ha hecho que sean reforzadas las instalaciones del Comando Sur y se prepara el camino (en una alianza entre imperio y herodianos locales) para asegurar la permanencia de este ejército interventor, más allá del año 2000, pese a que la amenaza de la intervención permanente pende a perpetuidad sobre los panameños” (R. Leis: Comando Sur, poder hostil, 1985). En la misma dirección, J. Turner y A. Rodríguez (“Panamá a la entrada del nuevo milenio”, 2000) plantean que de la solución de la coyuntura dependerá “Si la nación podrá, por fin, ser políticamente independiente o, al contrario, continuar ignominiosamente colonizada”.
Al mejor estilo de los Herodianos enemigos de Jesús, vasallos al servicio del imperio romano, sus homólogos de la burgoligarquía criolla multiplicaron sus diligencias para garantizar la presencia militar de Estados Unidos en Panamá más allá del año 2000, utilizando el poder del Estado que les restauró hasta hoy la invasión militar de Estados Unidos de 1989.
En efecto, la flor y nata de esa clase ha venido concertando una tupida red de Acuerdos, Convenios y Memorándum de Entendimiento, con Estados Unidos, bajo el esquema de “Acuerdos Simplificados” para eludir el escrutinio de la Asamblea Nacional de Diputados. Conspicuos linajes de la burgoligarquía han enhebrado esa red, entre los que descollan Arias Calderón, Ford Boyd, Lewis Galindo, Linares, Arias Cerjak, Alemán Healey, Alemán Zubieta, Fábrega, Icaza Clemént, todos los presidentes de la República desde Endara a Mulino (quien se ufanaba de “visitar a la CIA cada 45 días” Cfr. Adelita Coriat, el Polígono, E. de Panamá, 3 de junio 2018); junto a una pléyade de escribas y fariseos (ídem vasallos del imperio) como J. Salas, Escalona, Alvarez de Soto, Sossa, Montenegro, Young, Spadafora, Pino, Martínez Acha y Abrego, éste último en cuyo currículum como su “Alma Mater” aparece el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (WHINSEC), nombre con que fue rebautizada la vergonzosamente célebre Escuela de las Américas o “Escuela de asesinos” (La Prensa, 1984), de formación para la tortura, el asesinato y la represión política en América Latina, cuya salida de Panamá demandó el Presidente Jorge Illueca el 1º de octubre de 1984 en cumplimiento de los Tratados Torrijos Carter, enfrentándose al general M.A. Noriega y al jefe del Comando Sur, general Paul Gorman. A todos es aplicable lo que se dijo de Doña Mireya Moscoso: “No titubearon a la hora de promover el interés nacional de Estados Unidos en Panamá”.
Ese vasto y heterogéneo entramado de transacciones y concesiones antinacionales, comprende la protección y seguridad del Canal interoceánico, combate al narcotráfico y al terrorismo, migración, seguridad fronteriza, patrullaje marítimo, asistencia legal, investigación criminal, servicios de guardacostas, cuerpos de paz, espacio aéreo, administración de justicia, manejo de finanzas públicas, política fiscal, desregulación de precios, derechos humanos, política económica, privatización de empresas públicas, amortización de deudas con IFIs, contaminación ambiental, institucionalidad democrática, donaciones, bases militares, ejercicios conjuntos, ciberseguridad. Algunos de esos Acuerdos se suscribieron a pocos días de la Invasión del 20 de diciembre de 1989, cuando aún en calles, barrios populares y en la campiña no se secaba la sangre de nuestros mártires y cuando las tropas invasoras en sus arreos de combate se enseñoreaban de nuestras ciudades y campos.
Sobresale por sus nefastas implicaciones estratégicas el llamado Convenio de Donación (3 de julio de 1990) por US 243,85 millones para la recuperación económica, de los cuales más del 50% se destinaban a saldar amortizaciones con las IFIs; el Convenio de Donación exigió la plena implantación del modelo neoliberal y sus políticas, en particular, la privatización de las empresas públicas, el manejo de las finanzas y las políticas comercial, fiscal, arancelaria y de regulación. Un segundo acuerdo de donación (24 de julio de 1990) por US 107,9 millones se destinó a la reactivación del sector privado.
Los intentos sostenidos para mantener bases militares norteamericanas en Panamá configuran uno de los hilos conductores de la red de acuerdos con Washington, que se perfeccionan con los recientemente concertados entre J.R. Mulino y el Secretario de Estado M. Rubio, la Secretaria de Seguridad Kristi Noem y el Secretario de Guerra P. Hegseth, mismo que presentó al presidente de los empresarios la factura de más de $230 millones por servicios de seguridad prestados al Canal en cinco años, incluyendo subsidios a las Jubilaciones Especiales de la Fuerza Pública, a través del Ministerio de Seguridad (la vereda dixit). Aquí pudieran radicar las llamadas “compensaciones” a las tarifas por el tránsito de barcos USA por el Canal.
Mediante esos Acuerdos que vienen desde los años ’90 el Comando Sur preservó el control de la seguridad del Canal Interoceánico, entendido como parte de la seguridad global de Estados Unidos; formaron y continúan capacitando a la llamada Fuerza Pública de Panamá según la doctrina de la contrainsurgencia frente al enemigo interno, el combate al terrorismo y la “guerra contra las drogas”. Ello explica que Panamá no tenga un ejército nacional pero sí un ejército cipayo; con las tropas de ocupación norteamericanas en el país la burgoligarquía se siente más que segura, como lo ha estado desde 1850; de la misma manera que J. R. Mulino sustenta sus políticas antipopulares y la represión fascistoide en las tropas de ocupación, el poder empresarial y en el “Partido Militar” (cfr. Luis Vitale).
Los “ejercicios conjuntos” denominados Panamax, realizados entre el SOUTHCOM y la Fuerza Pública de Panamá, fueron iniciados en 2002 y, al decir del Oficial de Enlace, comisionado Raymundo Cáceres, “desde hace más de dos décadas desempeñan un papel clave en el fortalecimiento operativo de las fuerzas panameñas”. Se trata del mismo conglomerado que hoy comanda el almirante Alvin HOLSEY, a quien el 13 de marzo de 2025 el presidente TRUMP ordenó la elaboración de planes potenciales para el despliegue de tropas USA en el Canal de Panamá.
Esta es la realidad que se oculta tras las VERDADES PATAS ARRIBA. Cual su congénere ESAÚ, que vendió la primogenitura por un guiso de lentejas (Génesis 25: 29-34), las concesiones otorgadas por la burgoligarquía y el gobierno de la empresa privada a Washington desde 1990 hasta hoy, revierten las más caras conquistas de las fuerzas patrióticas logradas, en especial, a través de los Tratados Torrijos-Carter luego de una larga lucha de generaciones. En conjunto, todos esos Acuerdos abdicaron la soberanía, la independencia y la facultad de autodeterminación del Estado nacional que se retrotrajo a la condición de coloniaje que pensamos superada para siempre.
Los valores patrióticos, revolucionarios, la organización y la unidad, el pensamiento crítico nos blindan ante las VERDADES PATAS ARRIBA…La lucha continua.