Un paso diplomático en la dirección correcta. Editorial del martes 24 de septiembre

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La reunión del canciller panameño, Alejandro Ferrer, y el consejero de Estado y ministro de Relaciones Exteriores de la República Popular de China, Wang Yi, realizada en Nueva York, es un paso en la dirección correcta en la búsqueda de un perfil digno para romper viejos moldes en el ámbito internacional. Así lo reconocen diversos analistas en el examen de la realidad global, regional y local.

El encuentro ente ambas figuras tiene un significado que va más allá de la rígida esfera diplomática, cuando en el contexto hemisférico los poderes hegemónicos apuestan por una guerra comercial para el dominio de los mercados. Esa entrevista oficial, realizada en el marco de la 74 Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, refresca, afianza y renueva la política exterior panameña.

Desde hace meses, Bayano digital había advertido a la actual administración gubernamental sobre la necesidad de retomar el camino recorrido antes por Panamá como constructor de paz y conciliador latinoamericano, con el propósito de recuperar su capacidad de amigable componedor y gestores de la paz. Era una respuesta esperada por los defensores de la vía interoceánica.

La paciencia del gobierno de Pekín se impuso a las presiones políticas ejercidas desde Washington para sembrar la discordia entre panameños y chinos, y generar una fractura en los vínculos comerciales estrechos entre ambos países. Al menos por el momento, ha sido aplacada la tirantez mutua que se produjo a causa del excesivo ruido introducido en la comunicación bilateral.

China es un notable socio comercial de Panamá, pero el gobierno panameño ha tardado en proponer un diálogo sin interlocutores. Hay que entender que un distanciamiento con las economías emergentes podría convertirse no únicamente en una desventaja en términos de transacciones, sino en la perdida de aliados en los organismos internacionales y en los grandes foros de debate.

Para que este país pueda empinarse, concitar fortalezas internas y competir en las grandes ligas globales, tiene que afianzar su perfil de independencia y compromiso con la paz. Hasta ahora, sólo ha desempeñado un débil papel en tratar de conciliar a fuerzas regionales en pugna, pero debe exigir con energía el cese de las matanzas de los gestores de históricos acuerdos de pacificación en Colombia.

Panamá necesita aliados efectivos para su causa soberana y no los obtendrá alejándose de China o acercándose a intereses belicista que incitan a los conflictos regionales y a la reactivación del abominable Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Es útil recordar que la gran victoria panameña sobre el colonialismo en su territorio es también fruto de la solidaridad internacional.

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