Poder económico y elecciones políticas en Panamá

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Juan Carlos Varela y Ricardo Martinelli, protagonistas de la crisis política y judicial en Panamá. (Foto: © 2017 TodaNoticia).

Por Marco A. Gandásegui, hijo

Las campañas organizadas en torno a los candidatos a elección popular (o de otro tipo) siempre han contado con apoyo económico proveniente de los sectores más acaudalados y mejor organizados de la sociedad. Los análisis deben tomar en cuenta el apoyo de los empresarios para comprender el triunfo o derrota de cualquier candidato. En una sociedad capitalista, los empresarios que controlan los mecanismos de acumulación de las riquezas son los más acaudalados

Los capitalistas, sin embargo, tienden a dividirse en liberales y conservadores (con esos nombres u otros). Los liberales piden cambios para beneficiar sus inversiones. Los conservadores se oponen a cualquier cambio. A principios del siglo pasado, los capitalistas más poderosos estaban estrechamente vinculados con el proyecto de construcción del Canal y la política exterior de EEUU.

A mediados de ese mismo siglo, aparecieron los industriales, con las políticas que favorecían la “sustitución de importaciones”. Los agroindustriales tenían un mercado en EEUU asegurado (la “cuota” que todavía está vigente) y un mercado interno en expansión. La crisis de este “modelo” de crecimiento trajo una variante neoliberal-conservadora que promovió la desregulación y la flexibilización.

Desapareció el mercado interno y se promovió una llamada “globalización”. Más importante, la nueva fracción capitalista que se apoderó de la sociedad se vio favorecida por la transferencia del Canal de Panamá al gobierno panameño por parte de EEUU en 1999.

Cada uno de estos períodos tuvo un sector social dominante, vinculado a la expansión de la economía capitalista. A principios del siglo XX los liberales dependientes de la relación con EEUU. A mediados del siglo, los industriales bajo la dirección de los “liberales renovadores” y los militares. Después de la invasión militar norteamericana de 1989, se afianzó en el poder político una fracción del capital bancario (financiero). La fracción financiera se hizo notoria cuando en 1987, en medio de la crisis provocada por el rompimiento de EEUU con el general Noriega, los intereses bancarios que habían sido parte de la alianza cívico-militar (Partido Revolucionario Democrático – PRD), fundada por el general Torrijos en la década anterior, rompió con el régimen. La cabeza del Frente Empresarial del PRD se fue a Washington a sumar sus fuerzas a la desestabilización del gobierno militar.

En las elecciones de 1989, el sector financiero unificado se enfrentó al debilitado sector industrial. La derrota de la fracción industrial que apoyaba al régimen militar, señaló la nueva hegemonía de los banqueros. En 1994, el sector financiero se dividió a la hora de apoyar a los diferentes candidatos a la Presidencia.

Con un agónico 33 por ciento de los votos, Ernesto Pérez Balladares ganó, con un apoyo significativo de una fracción de los intereses financieros. Lo interesante de estas elecciones fue la decisión del capital financiero de abandonar a los partidos Demócrata Cristiano y MOLIRENA. Sólo quedaron como alternativas el Partido Panameñista (Banco del Istmo) y el PRD (un sector importante del Banco General). En las elecciones de 1999 (Panameñista) y 2004 (PRD) ganan los candidatos que respondían a los intereses de los bancos mencionados.

Las elecciones de 2009 dieron un giro inesperado. Ante la frustración de los banqueros que no veían políticas claras por parte de sus candidatos, cedieron ante el impulso de Ricardo Martinelli y la Embajada de EEUU. En 2014 un sector decisivo de los banqueros se comprometió con la candidatura de Juan C. Varela. Abandonaron tanto al PRD y su candidato, Juan C. Navarro, como a la alternativa que levantó el entonces presidente Martinelli.

Las elecciones de mayo de 2019 están a la vista y no se ven candidatos claros, con aspiraciones, entre los tres partidos vinculados al sector financiero. La banca panameña nuevamente se encuentra en un impasse. No tiene una posición clara frente a los aspirantes de los partidos políticos. Ya lanzó su candidatura por la libre postulación una figura que es bien vista por una importante fracción de la banca panameña.

Sin embargo, la falta de una máquina partidista le resta muchas posibilidades. Sólo le queda el colapso del sistema partidista. Esta alternativa es peligrosa para los intereses más conservadores (finanzas) en la medida en que abre las puertas a otros candidatos independientes no comprometidos. Todavía más peligroso, puede crear las condiciones para la convocatoria a una asamblea constituyente sin la participación de los partidos políticos. Se abrirían las puertas a los sectores más radicales de las capas medias y a las organizaciones populares.

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