Por Vilma Chiriboga
Profesora de la Universidad de Panamá
La fundación de la Universidad de Panamá se inscribe en un momento histórico clave para la consolidación del Estado nacional panameño y para la efervescencia del pensamiento liberal en América Latina. En ese contexto, Octavio Méndez Pereira, insigne pensador liberal, abogó por una universidad abierta al pensamiento plural y comprometida con la defensa de la soberanía nacional.
En su discurso de fundación, advirtió sobre el peligro del imperialismo en naciones pequeñas y vulnerables como la nuestra, y por ello consideró fundamental que Panamá se dotara de una cultura general basada en la autonomía, la personalidad y la libertad.
Fue en ese espacio que Octavio Méndez Pereira, junto a José Dolores Moscote, José Daniel Crespo y otros destacados pensadores liberales y demócratas, concibieron la educación como un proceso de transformación social. Subrayaron su carácter democratizador y nacionalista, íntimamente vinculado a la vida del país. Para Méndez Pereira, la universidad debía ser “la fragua encendida de nuestro destino, el centro de estudios de los problemas panameños, la atalaya y fortaleza de nuestras libertades, capaz al mismo tiempo de orientar esta, de servir de control a las fuerzas ciegas que se disputan el derecho a gobernar la República”.
Esta visión de la Universidad de Panamá como un espacio de libertad intelectual, reflexión crítica y transformación social conecta directamente con los ideales de la Reforma Universitaria de Córdoba. Dicha Reforma promovía una educación crítica, inclusiva y comprometida con la realidad de los pueblos latinoamericanos. La concepción de una universidad centrada en el estudio de los problemas nacionales y vinculada estrechamente a la vida del país tuvo, sin embargo, detractores que abogaban incluso por su eliminación.
En su discurso de graduación de 1946, Méndez Pereira señaló con claridad: “El verdadero peligro en Panamá no está, pues, en la universidad, sino en la falta de una cultura capaz de contrarrestar las debilidades que nos crea nuestra posición geográfica. Y existiendo la universidad, el peligro está en que esta se coloque al margen de nuestros problemas como espectadora, sin tomar parte activa en ellos; sin procurar que la juventud sepa y entienda, por su acción, qué cosa es el país y por qué causas sufre trastornos en todas sus instituciones, en su estructura jurídica y en su estructura social. El peligro está en que la universidad ignore cuál ha de ser su misión frente a la inquietud y rebeldía de los estudiantes…”
En su artículo “La universidad y la crisis actual del espíritu”, Méndez Pereira recoge una de las críticas que se le hacían como rector y era haber convertido la universidad en “una fábrica de rebeldes desbocados”, a quienes él alentaba, siendo —según sus detractores— “el más grande culpable y culpado del pecado de haber constituido esta Cueva de Rolando”. Ante tal acusación, Méndez respondió que “los que dicen esto, en su mayor parte, son los demagogos o políticos oportunistas; los mismos que tratan, cuando les conviene, de exaltar el espíritu rebelde de nuestros estudiantes, para luego, en situación contraria, condenar ese mismo espíritu que, en el fondo, se inspira en móviles idealistas”.
Para comprender el proceder actual del presidente de la República y de otros sectores al servicio de las estructuras de poder en relación con la Universidad de Panamá, resulta útil leer la obra de Noam Chomsky Ilusiones necesarias: control del pensamiento en las sociedades democráticas. Allí, Chomsky advierte que cuando los gobiernos demonizan a instituciones críticas como las universidades —trincheras de resistencia frente a proyectos de dominación externa—, lo hacen para restringir el pensamiento independiente y consolidar un modelo de obediencia social funcional a intereses económicos privados.
En este sentido, el discurso del presidente Mulino no debe entenderse como un acto aislado de opinión, sino como parte de una estrategia mayor de disciplinamiento social, que busca debilitar uno de los últimos espacios públicos donde aún no impera la lógica mercantil y autoritaria. El objetivo es claro: hacer más vulnerable a la sociedad frente a proyectos neoliberales de control total del conocimiento.