Las 10 claves que explican el Nuevo Sistema Mundo

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Ignacio Ramonet. (Foto: Luis Astudillo/Agencia Andes).

Las 10 claves que explican el Nuevo Sistema Mundo

Ignacio Ramonet* | Rebelión

  • Conferencia presentada en Caracas el 27 de septiembre, con ocasión del 11 aniversario de la creación, por Hugo Chávez, del Comando Estratégico Operacional.

¿Cómo es el Nuevo Sistema Mundo? ¿Cuáles son sus principales características? ¿Qué dinámicas están determinando el funcionamiento real de nuestro planeta? ¿Qué características dominarán en los próximos 15 años, de aquí a 2030?

Para tratar de describir este Nuevo Sistema Mundo y prever su futuro inmediato, vamos a utilizar la brújula de la geopolitica, una disciplina que nos permite comprender el juego general de las potencias y evaluar los principales riesgos y peligros. Para anticipar, como en un tablero de ajedrez, los movimientos de cada potencial adversario.

¿Qué nos dice esa brújula?

El declive de Occidente

La principal constatación es: el declive de Occidente. Por vez primera desde el siglo XV, los países occidentales están perdiendo poderío frente a la subida de las nuevas potencias emergentes. Empieza la fase final de un ciclo de cinco siglos de dominación occidental del mundo. El liderazgo internacional de Estados Unidos se ve amenazado hoy por el surgimiento de nuevos polos de poderío (China, Rusia, India) a escala internacional. El “desclasamiento estratégico” de Estados Unidos ha empezado. El “siglo americano” parece llegar a su final, a la vez que va desvaneciéndose el “sueño europeo”…

Aunque Estados Unidos sigue siendo una de las principales potencias planetarias, está perdiendo su hegemonía económica en favor de China. Y ya no ejercerá su ‘hegemonía militar solitaria’ como lo hizo desde el fin de la guerra fría (1989). Vamos hacia un mundo multipolar en el que los nuevos actores (China, Rusia, India) tienen vocación a constituir sólidos polos regionales y a disputarle la supremacía internacional a Washington y a sus aliados históricos (Reino Unido, Francia, Alemania, Japón).

En tercera linea aparecen ahora una serie de potencias intermediarias, con demografías en alza y fuertes tasas de crecimiento económico, llamadas a convertirse también en polos hegemónicos regionales y con tendencia a transformarse, de aquí a 15 años, en un grupo de influencia planetaria (Indonesia, Brasil, Vietnam, Turquía, Nigeria, Etiopía).

Para tener una idea de la importancia y de la rapidez del desclasamiento occidental que se avecina, baste con señalar estas dos cifras : la parte de los países occidentales en la economía mundial va a pasar del 56% hoy, a un 25% en 2030… O sea que, en menos de quince años, Occidente perderá más de la mitad de su preponderancia económica… Una de las principales consecuencias de esto es que EE UU y sus aliados ya no tendrán los medios financieros para asumir el rol de gendarmes del mundo… De tal modo que este cambio estructural podría lograr debilitar durablemente a Occidente.

Imparable emergencia de China

El mundo pues se “desoccidentaliza” y es cada vez más multipolar. Destaca, una vez más, el rol de China que emerge, en principio, como la gran potencia en ciernes del siglo XXI. Aunque China se halla lejos aún de representar un auténtico rival para Washington. Por una parte, la estabilidad del Imperio del Medio no está garantizada porque coexisten en su seno el capitalismo más salvaje y el comunismo más autoritario. La tensión entre esas dos dinámicas causará, tarde o temprano, una quebradura que podría debilitar su potencia.

De todos modos, hoy por hoy, en 2016, los Estados Unidos siguen ejerciendo una indiscutible dominación hegemónica sobre el planeta. Tanto en el dominio militar (fundamental) como en varios otros sectores cada vez más determinantes: en particular, el tecnológico (Internet) y el soft power (cultura de masas). Lo cual no significa que China no haya realizado prodigiosos avances en los últimos treinta años. Nunca en la historia, ningún país creció tanto en tan poco tiempo.

Por el momento, mientras declina el poderío de Estados Unidos, el ascenso de China es imparable. Ya es la segunda potencia económica del mundo (delante de Japón y Alemania).

Para Washington, Asia es ahora la zona prioritaria desde que el presidente Obama decidió la reorientación estratégica de su política exterior. Estados Unidos trata de frenar allí la expansión de China cercándola con bases militares y apoyándose en sus socios locales tradicionales: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas. Es significativo que el primer viaje de Barack Obama, después de su reelección en 2012, haya sido a Birmania, Cambodia y Tailandia, tres Estados de la Asociación de naciones de Asia del Sureste (ASEAN), una organización que reúne a los aliados de Washington en la región, la mayoría de cuyos miembros tienen problemas de límites marítimos con Pekín.

Los mares de China se han convertido en las zonas de mayor potencial de conflicto armado del área Asia-Pacífico. Las tensiones de Pekín con Tokyo, a propósito de la soberanía de las islas Senkaku (Diaoyú para los chinos). Y también la disputa con Vietnam y Filipinas sobre la propiedad de las islas Spratly está subiendo peligrosamente de tono. China está modernizando a toda marcha su armada. En 2012, lanzó su primer portaaviones, el Liaoning, y está construyendo un segundo, con la intención de intimidar a Washington. Pekín soporta cada vez menos la presencia militar de Estados Unidos en Asia. Entre estos dos gigantes, se está instalando una peligrosa « desconfianza estratégica » que, sin lugar a dudas, podría marcar la política internacional en esta región de aquí a 2030.

El terrorismo yihadista

Otra de las amenazas globales que nos indica nuestra brújula es el terrorismo yihadista practicado ayer por Al Qaeda y hoy por la Organización Estado Islámico o Daesh (ISIS, en inglés). Las principales causas de ese terrorismo yihadista actual hay que buscarlas en los desastrosos errores y los crímenes cometidos por las potencias que invadieron Irak en 2003. Además de los disparates de las intervenciones en Libia (2011) y en Siria (2014).

En Oriente Próximo se sigue situando el actual foco perturbador del mundo. En particular en torno a la inextricable guerra civil en Siria. Lo que está claro es que, en ese país, las grandes potencias occidentales (Estados Unidos, Reino Unido, Francia), aliadas a los Estados que más difunden por el mundo una concepción arcaica y retrógrada del islam (Arabia Saudíta, Qatar y Turquía), decidieron apoyar (con dinero, armas e instructores) a la insurgencia islamista sunní. Estados Unidos constituyó en esa región un amplio «eje sunní» con el objetivo de derrocar a Bachar El Asad y despojar así a Teherán de un gran aliado regional. Pero el gobierno de Bachar El Asad, con el apoyo de Rusia e Irán, ha resistido y sigue consolidándose. El resultado de tantos errores es el terrorismo yihadista actual que multiplica los atentados odiosos contra civiles inocentes en Europa y Estados Unidos.

Algunas capitales occidentales siguen pensando que la potencia militar masiva es suficiente para venir a cabo del terrorismo. Pero, en la historia militar, abundan los ejemplos de grandes potencias incapaces de derrotar a adversarios más débiles. Basta recordar los fracasos norteamericanos en Vietnam en 1975, o en Somalia en 1994. En un combate asimétrico, aquél que puede más, no necesariamente gana. El historiador Eric Hobsbawn nos recuerda que «En Irlanda del Norte, durante cerca de treinta años, el poder británico se mostró incapaz de derrotar a un ejército tan minúsculo como el del IRA; ciertamente el IRA no tuvo la ventaja, pero tampoco fue vencido».

Los conflictos de nuevo tipo, cuando el fuerte enfrenta al débil o al loco, son más fáciles de comenzar que de terminar. Y el empleo masivo de medios militares pesados no permite necesariamente alcanzar los objetivos buscados.

La lucha contra el terrorismo también está autorizando, en materia de gobernación y de política interior, todas las medidas autoritarias y todos los excesos, incluso una versión moderna del «autoritarismo democrático» que toma como blanco, más allá de las organizaciones terroristas en sí mismas, a todos los insumisos y protestatarios que se oponen a las políticas globalizadoras y neoliberales.

Expresiones de malestar ante la crisis capitalista global.
Expresiones de malestar ante la crisis capitalista global.

Hay crisis para largo…

Otra constatación importante: los países ricos siguen padeciendo las consecuencias del terremoto económico-financiero que fue la crisis del 2008. Por primera vez, la Unión Europea, (y el «Brexit» lo confirma), ve amenazada su cohesión y hasta su existencia. En Europa, la crisis económica durará al menos un decenio más, es decir hasta por lo menos 2025…

Decimos que hay crisis, en cualquier sector, cuando algún mecanismo deja de pronto de actuar, empieza a ceder y acaba por romperse. Esa ruptura impide que el conjunto de la maquinaria siga funcionando. Es lo que está ocurriendo en la economía mundial desde que estalló la crisis de las sub-primes en 2007-2008.

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