¡“Guat”… nos negrearon otra vez!
- “¡Those who underestimate us and treat us like dirt, listen to the thunderous scream of our afrodescendant community… respect our legacy!”
Por Cecilio E. Simon E.
Ex Decano de la Facultad de Administración Pública
Ex Embajador de Panamá en Suecia
(Artículo publicado en agosto de 2014, cuyo contenido sigue vigente).
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el verbo ningunear como: 1) No hacer caso de alguien, no tomarlo en consideración; 2) Menospreciar a alguien. El diccionario virtual Word reference, traduce al inglés ningunear como: “brush aside… treat like dirt”. En Colombia, Perú, Venezuela y Panamá se emplea negrear como sinónimo de ningunear y la RAE ejemplifica: “Te negrearon; no te invitaron a la fiesta”. La conjugación en tercera persona, plural, del modo indicativo del verbo negrear y del participio negreado produce como resultado: negrearon en el pretérito perfecto, negrean en el presente y negrearán en el futuro simple.
Este ejercicio gramatical revela el menosprecio continuado hacía los héroes anónimos de la comunidad afrodescendiente que vinieron al Istmo para abrir la zanja que uniera a los dos Océanos y hacia los que lucharon por la soberanía en la Zona del Canal de Panamá. El halo que rodeo las celebraciones del centenario del Canal de Panamá, fue calificado en las redes sociales como racista y clasista.
El pasado viernes 15 de agosto, la Ciudad de Panamá amaneció con un ambiente marcado por la tristeza propia de un día de duelo nacional. La supuesta sobriedad de los actos conmemorativos, contrastó con la fastuosa escenificación “hollywoodense” de la “Gala del Centenario del Canal de Panamá”. Por la alfombra desfilaron ataviados con sus más suntuosas prendas, como en la premiación de la Academia, una selecta lista de invitados: Los de “charm” y sus cercanos allegados, fueron cuidadosamente ubicados y atendidos en la simulación de un buque que atraviesa el Canal (Gold Roll). Una representación de trabajadores del Canal y a los invitados de menor ralea, que no califican para ser socios del Club Unión, se les ubicó en la simulación de las esclusas (Silver Roll).
La “gala” de marras dibuja de cuerpo entero, a los que se apoltronan en palco-platea para instaurar el “Neo Gold Roll”. ¡Omar nos alertó de la amenaza de los amos chocolates!
Cuentan los pocos negros invitados a la “gala”, que ellos y los “waiters”, que servían en mesa a los del “Gol Roll” y disponían el bufete para el autoservicio de los del “Silver Roll”, se sentían como una mosca en un vaso de leche. Solamente ellos representaban la diáspora de más de 20 mil trabajadores cultos y calificados, que vinieron al Istmo hace más de 100 años de las Antillas, principalmente de Barbados, para la construcción del Canal de Panamá.
Los trabajadores que aún sobreviven la construcción del canal y las cuatro generaciones de panameños afrodescendientes, participaron de manera virtual en lo que debió ser su celebración. Ellos, hacinados en “ghettos” en Panamá, Colón, Bocas del Toro y Puerto Armuelles, reprodujeron en un “flash back” el ignominioso apartheid y racismo sureño, del que fueron víctimas nuestros ancestros, ahora traducido en menosprecio hacia nosotros. El doloroso recuerdo y la escenificación televisada provocó un grito generalizado: ¡“Guat”… nos negrearon otra vez!
Ascanio Arosemena, primer mártir del 9 de enero de 1964 y Omar Torrijos arquitecto de esta celebración del Centenario del Canal en manos panameñas, tampoco fueron invitados. Los organizadores de la “gala” prefirieron, con su tradicional malinchismo, honrar con una moneda conmemorativa a Carlos V, que al decir de los historiadores, colonizó y diezmó a los pueblos originarios de nuestra América y, solamente aportó la idea de un Canal por Panamá para proyectar su dominación, desde ésta franja estratégica del planeta y como ruta de tránsito del oro que arrancaba de las entrañas de nuestro continente.
La subordinación a lo extranjero, los incapacitó para empinarse sobre el menosprecio y el racismo. Su limitada visión no les permitió dedicar la mínima fracción de la moneda nacional, para homenajear el legado de los que contribuyeron con su trabajo y sacrificio a esta celebración. Una moneda de un centavo como se hizo con Urabaga Mania Tugrí (apodado por los españoles Urracá), dedicada ésta vez al “negro desconocido”, que trabajo y murió en la construcción del Canal (hay miles de fotos que servirían a este propósito), pudo ser la hoja de parra con la que disimularían el menosprecio… el negreo.
Con la fuerza racista de la expresión, también negrearon a Omar. Tomaron de manera literal su testamento político cuando decía: “no quiero entrar a la historia, quiero entrar al Canal”. Lo negrean porque él se atrevió a derrotar el malinchismo de los que manifestaba, para justificar su rechazo a los Tratados Torrijos Carter: los panameños no somos capaces de administrar el Canal.
Ahora, son ellos los invitados a la mesa del “Gold Roll”. Su rencor no les permitió reconocer, que bajo la visión de Bolívar, Omar liberó esta codiciada cintura estratégica del continente de la presencia extranjera. Y que en su lucha soñó con las bellas frases del libertador escritas 1815, en la Carta de Jamaica: ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!
La conducta de quienes menosprecian, ningunean, negrean… tiene profundas raíces ideológicas que se proyectan al presente. A inicio de la década de los 30 del siglo pasado, el Secretario de Salubridad Pública execraba: “la mancha negra que recorre Río Abajo, Pueblo Nuevo y la Sabana”. En su escrito Eugenesia (política de limpieza étnica empleada por los Nazis), demandaba la instauración de políticas “sanitarias” para “blanquear y purificar la raza”. Ese pensamiento fue elevado a rango constitucional, al declarar razas prohibidas para la inmigración a los que en su momento vinieron al Istmo para la construcción del Canal y en la Ley 48 de 13 de mayo de 1941, que oficializa la esterilización y eugenesia en Panamá.
Quienes demandan a los que caminamos con Omar, que pidamos perdón por los “crímenes de la dictadura”… decimos, en un acto de convicción y de conciliación nacional perdón. Ahora, en reciprocidad ellos, que nunca lo hicieron en más de 90 años, deberán pedir perdón, por la instauración de políticas racistas, de lesa humanidad que dejó sin nacionalidad a más de 50 mil Westindians, trabajadores del Canal y sus descendientes nacidos en Panamá, considerados inmigración prohibida.
Sin duda, un acto de contrición, en el que todos participamos con humildad, contribuirá a la cristiana sanación de la personalidad social de Panamá. Y es que la disposición de pasar la página debe ser en doble vía, con la mirada puesta en el camino y en el retrovisor para evitar los errores del pasado. Sólo así se generan consensos para la gobernabilidad, basado en el reconocimiento mutuo. Un inicio esperanzador es el desagravio público a nuestra comunidad afrodescendiente. En sentido contrario, seguirán abiertas las heridas de las confrontaciones, abonadas por el creciente rechazo de la ofensiva subestimación y mercantilización política del pobre y del negro que son sinónimos.
Ellos, los que se acomodan en la mesa del “Gold Roll” están a tiempo para pedir perdón y rectificar la afrenta, el menosprecio, el ninguneo y el negreo a nuestra comunidad. ¡We will not tolerate to bebrush aside and treat like dirt! (¡No toleraremos que se nos aparte como desperdicio!).
Un mensaje para nuestros ancestros que participaron de la construcción del Canal de Panamá y que aún viven: “¡Those who underestimate us and treat us like dirt, listen to the thunderous scream of our afrodescendant community… respect our legacy!” Y, la traducción dirigida a las cuatro generaciones de panameños descendientes de la “mancha negra”, a las que se les castró el inglés a reglazos en la escuela y a golpes en el barrio: “¡Quiénes nos subestiman y tratan como desperdicio, escuchen el grito atronador de nuestra comunidad afrodescendiente… respeten nuestro legado!”
Post scriptum: entre los invitados a la “gala” figuran los descendientes de Philippe Bunau-Varilla. ¡Con que facilidad perdonan a quien entregó nuestro territorio a perpetuidad a los Estados Unidos!