Érase una vez en… Panamá

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Érase una vez en América.

Por Miguel Montiel-Guevara
Docente universitario

Érase una vez… Así se iniciaban los relatos de nuestras abuelitas para entretenernos y reverdecer su amor maternal. Historias insólitas de miedo, de lucha entre el bien y el mal, de innumerables peripecias de sus protagonistas. El cine, emblemático invento del genio humano, se apropió de la nostálgica frase y en 1968 lanzó la película Érase una vez en el Oeste, historia de venganza, vaqueros, ladrones y asesinos donde, al final, el revólver justiciero de Charles Bronson acaba con el desalmado Henry Fonda.

En 1984, casi 20 años después, Érase una vez en América cuenta una historia de gánsteres judíos y traiciones en la ciudad de New York, con James Woods, tragado por un camión triturador de basura, y Robert De Niro, alejándose del mundo en un fumadero de opio.

En 2003, casi otros 20 años más tarde, Érase una vez en México presenta un collage de mariachis, narcotraficantes, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos, enfrascados en tiroteos en medio de un fallido Golpe de Estado y termina con el mariachi Antonio Banderas junto a la hermosa Salma Hayek, salvando al presidente mexicano Pedro Armendáriz hijo.

Finalmente, llega Quentin Tarantino con Érase una vez en Hollywood, historia de actores, dobles, hippies asesinos en alegoría del asesinato real, en 1969, de la actriz embarazada Sharon Tate y sus amigos por la familia Manson. Brad Pitt desmadra a dos hippies y Leonardo Di Caprio prende fuego a otra con un lanzallamas al final.

En las cuatro películas, se trata de un mundo insólito, absurdo, con seres atrofiados en sus relaciones y circunstancias de vida donde la realidad transcurre codificada antiéticamente, contraria a una sociedad normada saludablemente. El cine nos muestra así una sociedad hipotética indeseable. Uno se pregunta si seremos capaces de sobrevivirnos a nosotros mismos. Veamos sino un ejemplo de lo absurdo en Panamá.

Con un territorio de 9 millones 834 mil kilómetros cuadrados, Estados Unidos sólo tiene 50 senadores sin suplentes y más o menos 442 representantes o congresistas, también sin suplentes, para atender ese inmenso territorio.

Panamá tiene un territorio de 75,517 kilómetros cuadrados. Cabe 130 veces y un poco más en Estados Unidos. Pero tiene 72 diputados con sus respectivos suplentes, lo cual totaliza 144 diputados nacionales. Además, cuenta con 20 diputados con sus respectivos suplentes en el Parlamento Centroamericano (PARLACEN), lo que totaliza 40 diputados más para un gran total de 184 diputados. Esta hipertrofia del órgano legislativo tiene un costo económico descomunal para un pequeño país como Panamá. Por otro lado, hay cerca de 682 representantes de corregimiento.

Nuestra realidad cacotópica (realidad antiutópica) bien puede ser fundamento del nuevo filme Érase una vez en…Panamá. La trama giraría alrededor de la doctrina del clientelismo político, cáncer que carcome la sociedad en su conjunto y distorsiona la democracia. Ejemplo paradigmático de corrupción social entre gobernantes y gobernados. Causa en gran parte de la distopía que vivimos. Sobrarían personajes para el elenco de corruptos.

Parece una broma. Pero no lo es. Sea.

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