En Brasil estamos en guerra y el ejército aún no se ha dado cuenta

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Paulo Cannabrava Filho Periodista brasileño, fue asilado en Panamá y colaborador del General Omar Torrijos

Paulo Cannabrava Filho  
Especial para Bayano digital
En colaboración de Revista Virtual Alternativa do Sul
www.dialogosdosul.org.br

Estamos en guerra y el ejército aún no se ha dado cuenta. Guerra bacteriológica. Una guerra contra un enemigo invisible, de alta letalidad. Los científicos están en pánico, y no es para menos, desde el inicio de la pandemia están a pedir providencias que no fueron atendidas y, entonces llegamos hacia donde estamos: 300 mil muertos, más de 3 mil muertos al día.

¿Por qué digo que el ejército no se ha dado cuenta?

No soy yo quien lo dice, son los hechos que gritan. En el sábado 20, el ministro de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva, en nota publicada en un diario local, afirma que las fuerzas armadas están en operación de guerra en el combate a la pandemia. Menciona como ejemplo, buques llevando vacunas a pueblos ribereños e indígenas, aviones transportando oxígeno para Amapá, todo por orden del presidente. Cosas de ese tipo, puntuales.

Pero no admite que están perdiendo la guerra.

El general Pazuelo, que hasta el martes 23 ocupaba el ministerio de la Salud, dice lo mismo, que están haciendo todo lo que tiene que hacerse en el combate al virus y, en su caso, junto con otros 28 oficiales del ejército en diferentes puestos de primer, segundo y tercer rango en ese ministerio. Son generales, coroneles, mayores, algunos en servicio otros retirados, todos ganando el doble, el sueldo militar y el salario de servidor. Una vergüenza para decir lo menos.

¿Esa es la guerra?

¿Ocupar todos los once ministerios, incluso el de Defensa, con ocho mil militares?

Ocho mil militares para ocupar el lugar de servidores públicos civiles, que probablemente fueron alejados por estar en el puesto desde algún de los gobiernos civiles.

¿No sería mejor si estuvieran en los cuarteles comandando tropas especializadas en el combate a un enemigo externo, que es la pandemia?

Ocho mil militares ganando el doble a costa de la población que se muere, si no del virus, del hambre, que está sin poder enterrar a sus muertos, que perdió el empleo y está desesperada.

¿Esa es la guerra?

En el mismo martes, sustituyeron el general Pazuelo por un civil, cardiólogo, director de un hospital en Alagoas, que es amigo de uno de los hijos de Bolsonaro. Una buena opción… El tipo es condenado por no pagar impuestos, debe millones a la seguridad social, y eso es suficiente para impedir que asuma. Además de incumplidor, es bandido. Cuentan que, por haber comprado un tomógrafo para uno de los hospitales de la familia y no lo haber pagado, la empresa vendedora tuvo que accionar la justicia para recuperar la máquina.

El presidente anunciar que el Supremo Tribunal y el Legislativo están tendiendo la cuerda, llegando al límite. ¿Límite de qué?

“Mi fuerza viene de Dios, solo Dios me quita del Palacio. Tengo dos ejércitos, el verde olivo y la población”, dijo el capitán, el lunes 22 a sus apoyadores que todas las mañanas se reúnen frente al palacio residencial para aplaudir y fotografiar “el mito”.

El Supremo tiene que enfrentar a esos militares. Pagar para ver el bluf. No lo hizo en 2018, cuando fue amenazado y conminado a mantener preso el expresidente Lula, para que no disputara la elección. No lo hizo y se tornó cómplice de esa barbarie. Pero siempre es tiempo para redimirse, recomponerse con la Constitución y hacer con que esos ocho mil militares vuelvan a sus cuarteles.

Ocupar la capital federal ya la ocuparon, lo que falta ahora es cerrar el Supremo y el Legislativo. ¿Esa es la guerra?

La incompetencia es colectiva. Burocratizaron. Abdicaron de la soberanía para transferir el comando de estado mayor para los Estados Unidos. Y eso no es novedad. Desde 1964, cuando adoptaron la Doctrina de Seguridad Nacional, aceptaron dejar el “enemigo externo” a cargo de la más poderosa potencia armada del planeta, y se transformaron en fuerza policial contra el “enemigo interno”, el comunismo, el petismo, el laborismo, los demócratas, cualquiera que reclame por soberanía nacional.

Ahora la situación se agravó con la participación de un general de alto mando en el comando sur de Estados Unidos. “Está aquí, a nuestro servicio y pago por ellos”, dijo el almirante Craig S. Faller al presentar el oficial brasileño al entonces presidente Trump.

Cínicamente gobiernan en causa propia. Son los únicos servidores que en 2020 tuvieron aumento real de sueldo además de un régimen de seguridad especial. En este año, son los únicos privilegiados en el apretado presupuesto de la Unión, R$ 36 mil millones menor que en 2020.

De nuevo, en 2021, son los únicos a recibir aumento. Mientras los servidores civiles, están con los salarios congelados desde diciembre, jornadas e ingresos reducidos, los militares se autorregalaron reajuste de los recursos, lo que costará a la nación R$ 7,1 mil millones. En el presupuesto todos los demás sectores de la administración tuvieron cortes, pero el de las fuerzas armadas que el año pasado era R$ 8,17 mil millones aumentó para R$ 8,32 mil millones, mientras que para la Salud, en plena pandemia, fueron destinados solamente R$ 1,2 mil millones.

Eso en un presupuesto de los más reducidos de la historia, puesto que con la economía paralizada no hay recaudación, y que tiene que destinar más de 40% para el pago de intereses de la deuda pública, que ya alcanza cerca de 90% del PIB y que en año anterior costó nada menos que R$ 1,3 billones ( 1 seguido de doce ceros).

Cualquier libro de historia enseña que una guerra contra un enemigo externo (el virus es un enemigo que nos ha invadido), el comando de la guerra es asumido por un Comité de Crisis, y toda población es movilizada en función de protegerse, proteger a los bienes públicos y expulsar al enemigo.

Comandar una nación en tiempo de guerra es movilizar a todos los sectores de la sociedad, indistintamente, todos los partidos políticos, todas las organizaciones sociales, todos los sectores de producción. Los trabajadores en sus sindicatos, los estudiantes como voluntarios para masificar la vacunación. Hay que vacunar por lo menos dos millones de personas al día. En Estados Unidos están vacunando a 3 millones de personas al día y destinando US$ 1,9 billones para no dejar la economía parar.

Aquí, el gobierno militar de ocupación destinó R$ 44 mil millones para una ayuda promedio de R$ 250, para 14 millones de personas. ¿Qué es eso?

¿Es una guerra contra el virus o contra la población?

Una canasta básica cuesta R$ 893, y la familia aún tiene que pagar agua, gas, luz, alquiler. ¿Qué puede el trabajador hacer con un salario mínimo de R$ 1.100 y una ayuda de R$ 250?

No hay vacunas.

A mediados del año pasado el gobierno rechazó ingresar al consorcio de más de 100 países organizados por la ONU (Covax) y con eso dejó de adquirir 200 millones de dosis que podrían estar en Brasil desde septiembre. No hay vacunas y ellos mandan utilizar los estoques reservados para la segunda dosis. Más que irresponsabilidad, es insanidad, es crimen.

Algunos empresarios e incluso banqueros ya se dieron cuenta de que no hay gobierno y se están movilizando, manifestando gran preocupación.

Entre los empresarios hay gente realmente bien intencionada y que se han manifestado favorable a una renta universal mínima para la población más carente. ¿Será? Si, es verdad, pero, desde que sea usted quien lo pague y no ellos. Son muy vivos. Proponen que el dinero venga de las privatizaciones y de lo que el gobierno logre ahorrar con el ajuste en la administración pública.

No entienden que dentro de esa teoría fiscalista no hay solución para el país.

Banqueros preocupados.

500 banqueros y ejecutivos financieros firmaron una carta divulgada por todos los medios. Por los apellidos son los dueños del dinero en este país. Seguramente se han dado cuenta de que con ese descalabro puede que se agote la mina de oro. En ningún otro país del mundo ellos ganarían tanto dinero. Son los sacerdotes del dios mercado.

“(Que) Las políticas públicas sean cimentadas en datos e informaciones confiables y evidencia científica. (…) No hay más tiempo a perder en debates estériles e informaciones falsas”. ¿Y?

Los firmantes son la derecha, según señalaron algunos observadores. No lo son. Ellos son un mundo aparte, digital, volátil, esconden las ganancias en los paraísos fiscales. Pero necesitan de gente para que funcionen sus empresas y precisan de público para facturar, y, con el caos implantado tienen pérdidas.

Lo que exigen, los que firman el manifiesto, es que Bolsonaro cambie de actitud y haga lo que tiene que hacerse para enfrentar al enemigo.

Impresionante la fuerza de los adoradores del Dios dinero. Se tiene la impresión de que realmente son ellos los que mandan. El manifiesto fue publicado el lunes 22, con gran repercusión en los medios. Al día siguiente, Bolsonaro se presentó en red de televisión con saco y corbata y manifestó estar apenado con las familias de los muertos y anunció que hasta el final del año tendremos 500 millones de dosis de vacunas.

Fue un pronunciamiento corto en que se vanaglorió de Brasil ser el país que más vacunas aplicó. Una gran mentira, una vez que porcentualmente Brasil es quizás el que menos vacunas aplicó. Tampoco dijo como lograr 500 millones de dosis, a sabiendas de que la producción nacional no alcanza y que no hay vacunas disponibles en el mercado.

Bueno, el que funge de presidente puede haber engañado a sus áulicos, pero no engañará a los banqueros ni a las familias de los 300 mil muertos. Lo que no señalan los banqueros, es que el problema no es Bolsonaro. Son las fuerzas armadas, principalmente el alto mando del Ejército, que ocupa el gobierno como un todo. Ha asumido con un plan de quedar por lo menos 30 años.

* Paulo Cannabrava Filho Visite: www.dialogosdosul.org.br

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