EDITORIAL La recuperación del prestigio de Panamá

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EDITORIAL: La recuperación del prestigio de Panamá

La recuperación del prestigio del país como centro regional para el diálogo, la concertación y la resolución de conflictos, debería ser una prioridad de Estado. Pero, es imposible alcanzar ese objetivo sin liderazgo y la comprensión de que los escándalos que envuelven a Panamá apuntan a su anulación en el plano político y económico, para asignarle un papel de subordinación a los poderes externos.

Panamá alcanzó su nivel más alto de reconocimiento internacional en la lucha política y diplomática enfocada en la recuperación del Canal interoceánico, en la década de 1970, y en diseño del denominado Grupo Contadora, en la década de 1980, para la búsqueda de una salida negociada al fin de la guerra en Centroamérica. En ambos casos, había un liderazgo fuerte, objetivos claros y un gran sentido de solidaridad hacia pueblos oprimidos.

Esa gran capacidad de concertación se ha perdido, a causa de diversos factores, entre ellos el impacto de la invasión de Estados Unidos a Panamá, iniciada el 20 de diciembre de 1989, pero también a la actitud sumisa y coludida de los gobiernos que surgieron después de esa fecha y que se plegaron de forma obediente y rápida a los planes militares ajenos a la soberanía y autodeterminación de los países del continente americano seguidores de la integración.

Debilitada en un escenario más complejo en el reparto de grandes mercados, y sin resultados que puedan ser mostrados con orgullo, Panamá vuelve a ser blanco de sus detractores que retornan del pasado con nuevos bríos y mayor codicia. Contra este país –teatro de ensayos bélicos desde tiempos lejanos– ahora se pone en marcha un nuevo tipo de golpe demoledor: la denominada guerra híbrida, que merma las fuerzas vitales de los territorios, para ejercer un férreo dominio y un cínico modelo expoliador de riquezas.

La hegemonía mundial está en disputa. En ese juego de las potencias mundiales, Panamá tiene un papel de peón en el tablero de ajedrez, donde los escándalos sirven para esconder el ardid. Si las fuerzas que construyen las defensas nacionales son capaces de apelar al consenso y a la unidad, podría ser iniciado un proceso dirigido a recuperar en forma progresiva la identidad y personalidad propia, así como la confianza necesaria para avanzar con paso seguro.

Es necesario construir y desarrollar un proyecto de país que rescate a Panamá de su acercamiento al abismo. Es un proceso que demanda coraje, autoestima, sentido de patria y rechazo a la claudicación. Se requiere talento, coherencia política y una estrategia internacional que concite el respaldo a una causa digna, movilice la conciencia colectiva y confiera sentido a la gestión pública, en vez de recurrir a acuerdos cosméticos y compromiso a espaldas de las mayorías.

Los ataques políticos y económicos al corazón financiero de Panamá jamás podrán ser vencidos con la inercia o la actitud del limosnero que se encoge y extiende la mano para transmitir una imagen de lástima y conseguir monedas o migajas. Los momentos estelares de Panamá han sido escritos en tiempos difíciles con la participación de organizaciones sociales inspiradas en las mejores tradiciones de lucha, ideales, objetivos supremos y liderazgos, para materializar las reivindicaciones nacionales. La crisis de valores que enfrentamos y las agresiones multinacionales no son una excepción, sino un nuevo desafío que hay que afrontar con valentía y sin demagogia.

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