Retos del periodismo en tiempos de crisis global

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    De izquierda a derecha, David Carrasco, Sharon Pringle Félix y Anastasio Rodríguez, durante la clausura del seminario.

    El texto de este discurso fue pronunciado por el director del periódico Bayano digital, en el seminario organizado el 10 de agosto de 2024 por directivos del Sindicato de Periodistas de Panamá, en colaboración con la Fundación Friedrich Ebert, de Alemania, para analizar el contexto geopolítico y el futuro sindical en América Latina. El evento fue realizado en el marco de la conmemoración del septuagésimo quinto aniversario de fundación del Sindicato de Periodistas de Panamá.

    Apreciado colegas;

    Invitados especiales:

    Me honran con la posibilidad de poder dirigirme a ustedes y presentar en este auditorio un tema vinculado al quehacer periodístico y los retos que surgen en el complejo escenario nacional e internacional, dominado por la confrontación y tensiones entre potencias globales.

    Tras una batalla legal de 12 años y 1901 días en la cárcel, Julian Assange, el fundador del portal informativo Wikileaks, llegó a Australia como hombre libre el 25 de junio de 2024. Ese hecho memorable marcó un precedente en defensa de la libertad de expresión de un periodista perseguido por denunciar crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.

    Sin embargo, hay que advertir que ese suceso de interés mundial se produjo luego de un acuerdo de culpabilidad que condicionó la salida del imputado de la prisión de alta seguridad de Belmarsh, en Londres, Inglaterra, donde permanecía recluido y aislado del contacto humano.

    Para diversos analistas latinoamericanos que laboran en medios, la larga persecución contra Assange es un claro recordatorio de las presiones de los poderes hegemónicos que toman venganza y judicializan a los comunicadores y defensores de los derechos humanos y, en cambio, ponderan las operaciones de los verdugos y las campañas de los instigadores de guerras devastadoras que empujan a grandes masas al abismo, al miedo, a la vergonzosa autocensura y a una cultura de sometimiento infame.

    La Federación Internacional de Periodistas (FIP) ha volcado la atención sobre la dura realidad del periodismo en los temas relativos a la lucha social, la reivindicación de los derechos económicos de las poblaciones desamparadas y las masivas movilizaciones en el mundo contra el genocidio, el expolio y la corrupción rampante y la desinformación.

    Según revela un informe divulgado por la FIP, en los últimos seis años, más de 600 periodistas han sido asesinados. Nueve de cada diez casos permanecen engavetados, mientras que la impunidad reina y cientos de periodistas son encarcelados y enfrentan millonarias demandas en los tribunales por haber publicado reportajes sobre fraudes, peculados y crímenes políticos y del narcotráfico que terminan en la impunidad. Este oportuno vistazo debería servir para que haya un nuevo protocolo de Naciones Unidas a favor de la adecuada protección de los comunicadores en el ámbito planetario y del ejercicio responsable de su profesión.

    El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) recibió el mandato de promover y proteger a los periodistas, pero lo cierto es que hay pocos avances significativos para garantizar el derecho a la libertad de expresión, que incluye la libertad de prensa, y otros derechos de los periodistas y trabajadores de los medios, en el contexto de una transformación profunda y acelerada de los procesos, servicios y actividades en diversos ámbitos de la sociedad impulsada por avances tecnológicos que generan nuevos retos.

    Hoy, son reveladoras las constantes y crecientes amenazas a la seguridad digital, en gran parte por ciberataques, piratería informática y acoso en línea, especialmente hacia periodistas mujeres que asumen posiciones de vanguardia. Todo ello está dirigido a hostigar y silenciar a medios y periodistas que abogan por la justicia eficaz, la transparencia informativa y el principio de dar voz a quienes reclaman plenas libertades y el derecho a construir proyectos democráticos alternativos.

    En ese proceso, no debe ser disminuido o despreciado el esfuerzo de jóvenes que desde sus propias realidades incursionan y dan a conocer la situación de su entorno e informan en tiempo real sobre hechos en zonas donde persisten problemas como la pobreza, las pandillas y el despojo.

    Los desafíos son enormes en un mundo agobiado por el aumento de la brecha entre ricos y pobres, y por la violencia reflejada en desgarradores conflictos regionales. Si alguien aún cuestiona la veracidad de los argumentos presentados en esta sala, puede revisar las cifras oficiales de crímenes y corrupción o sobre la espantosa situación en Medio Oriente, donde la muerte persigue a los comunicadores.

    Desde el 7 de octubre de 2023, el ejército israelí ha matado al menos a 105 periodistas, de los cuales 22 se encontraban ejerciendo su labor. Todo ello, ha desembocado en un clamor justiciero y un homenaje a quienes murieron en defensa del derecho de informar al mundo los horrores de la guerra de exterminio y la búsqueda de mediación hacia una paz duradera.

    A los periodistas, competen otras reflexiones sobre los explosivos escenarios en la región de América Latina, convertidos en un caldo de cultivo para el abuso, la exclusión social y el sufrimiento colectivo, que lesionan las conquistas soberanas y sociales en esta parte convulsa e inequitativa del orbe.

    Podría parecer un punto marginal, pero en este análisis es imprescindible reconocer como un reto periodístico los intentos de reactivar la minería a cielo abierto y la imposición del esquema del Comando Sur en Panamá. Ambos casos evocan una historia traumática que pone a prueba la capacidad de los periodistas de exponer con claridad meridiana los hechos que generan inseguridad, así como las repercusiones geopolíticas y el impacto del sometimiento a forzosas agendas foráneas.

    Es evidente que el individualismo en un entorno cada vez más hostil no es el mejor camino ni la mejor opción para los comunicadores, cuyo trabajo los ubica en un punto de mira de poderosos intereses políticos y económicos. Es necesario que los trabajadores de la pluma se apoyen en la organización sindical activa y dinámica, y no declinen a causa de la inacción o de las concesiones al indolente sector patronal.

    En Panamá, es notorio el bajo nivel de organización de los periodistas. Ese déficit conspira contra su estabilidad laboral. Por ello, conviene pensar en una agenda solidaria y proyectos cooperativos bien estructurados que potencien las fortalezas y coadyuven a reclamar la libertad de información y salarios dignos, para derrotar las mezquinas prácticas antisindicales.

    La libertad de expresión sólo tendrá valor cuando haya periodistas organizados y dispuestos a asumir la responsabilidad de informar y orientar a la población. Un título universitario y un extenso currículum no servirán de nada si el periodismo es cooptado por los poderes fácticos y son reducidas a cenizas las organizaciones que los representan y protegen ese derecho.

    El Sindicato de Periodistas de Panamá, con una larga tradición de luchas, es un camino y una guía para la acción en tiempos difíciles que reclaman liderazgo y urgentes reivindicaciones patrióticas y soberanas. Sus visionarios fundadores inspiran, con su ejemplo, los objetivos de unidad y la participación consecuente de sus directivos.

    La nueva realidad obliga a apostar por proyectos solidarios y redes de colaboración nacional y regional, para revestir de fortalezas el trabajo periodístico serio, responsable y valiente, al servicio de los pueblos.

    Muchas gracias

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