CAMPAÑAS ANTI-VACUNAS SARS-CoV-2: ¿QUO VADIS?

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    Dr. Carlos Castro Gómez

    Carlos Castro Gómez
    Sociólogo, investigador social y
    Docente universitario
    Especial para Bayano digital

    INTRODUCCION

    Las campañas antivacunas vuelven a reactivarse. No se trata, desde luego, de un fenómeno nuevo y la base de inspiración de su narrativa recurrente tampoco está vinculada, necesaria ni exclusivamente, solo a pestes, accidentes bacteriológicos, brotes epidémicos o enfermedades virales.

    De hecho, las mismas forman parte de un fenómeno mucho más global, y que ha venido reclamando su espacio, particularmente desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial a mediados del siglo pasado.

    Se trata del llamado síndrome del negacionismo que consiste simplemente en la negación de hechos generalmente documentados y aceptados, además de empíricamente verificables; particularmente hechos históricos, políticos, religiosos, científicos e incluso avances tecnológicos significativos o paradigmáticos (el Holocausto, los genocidios masivos en Asia, África, Latinoamérica y el Caribe durante la Colonia, el calentamiento global, la epidemia del VIH, el racismo, etc.).

    Sin embargo, como han señalado algunos expertos, quizás lo más importante del negacionismo no sea tanto lo que niega como lo que propone, afirma o sostiene, así como los argumentos a través de los cuales el mismo se sustenta.

    Las formas más expresivas del negacionismo son las teorías conspirativas, la desestimación de evidencias específicas, la exigencia continua de pruebas, repruebas y evidencias, pero alterando continuamente las reglas o protocolos de rendición de cuentas, falsas analogías, falacias lógicas (argumento ad consequentiam, falacia del hombre paja, etc.), experticias espúrias, en fin, una suerte de apología de la pseudociencia e incluso de la anti ciencia.

    No obstante, el rechazo a los antígenos contra el virus SARS-CoV-2 es solo la cabeza visible de un conjunto de mecanismos y acciones concertadas que impiden ver el cuestionamiento central y que no es otro que el de la negación rotunda de la enfermedad y el del supuesto carácter artificioso del virus.

    La epidemia sería entonces, un mascarón de proa, es decir, una especie de careta decorativa que esconde tras de sí propósitos inconfesables. Si la epidemia es una farsa, como señalan las teorías conspirativas más conspicuas, entonces cualquier medida de fuerza que se adopte para combatirla se puede interpretar legítimamente como un asalto a la privacidad, a los derechos humanos inalienables y al libre albedrio (incluyendo la libertad de expresión y la libertad de mercado).

    Los efectos colaterales de esta presunción son previsibles al nivel del detalle íntimo, esto es de la vida cotidiana.  En consecuencia, el activismo anti vacuna se ha hecho acompañar de otros mecanismos de acción que lo refuerzan, como serian el rechazo febril al uso de mascarillas, cuarentenas, acciones de confinamiento, medidas de distanciamiento físico y, en general de un repudio total a formas inusuales de sanitizacion y/o desinfección personal o ambiental, muchas veces traducidas en actos masivos de rechazo o de resistencia social.

    LAS CAMPAÑAS ANTIVACUNAS

    Una de las tesis más difundidas de las teorías negacionistas es que la conspiración, esto es, la vacunación, está pensada para reducir la población mundial de un 2 al 3% para mediados del siglo XII, población que hoy se calcula en un poco más de 7,625 millones de habitantes.

    Con la inminente fabricación y administración de las vacunas, tanto de las convenciones o clásicas, como de las basadas en recientes tecnologías, esto es, las nuevas vacunas ARNm que harán frente a la pandemia, las campañas antivacunas han intensificado su accionar, y han logrado un importante posicionamiento, sobre todo, en el vulnerable y limitado imaginario informativo de importantes sectores de población.

    Esto es particularmente cierto entre sectores habitualmente expuestos a invasivos e influyentes medios de comunicación masiva reforzados, a su vez, por la ubicua influencia de las redes y nodos sociales.

    Estas campañas han tenido como referentes a personalidades icónicas o de alto perfil que, subjetivamente, han reforzado a las mismas con sus actos y declaraciones. En Brasil al igual que en Estados Unidos, tanto el presidente Jair Bolsonaro como Donald Trump, respectivamente, han coincidido en señalar que la enfermedad no es más que un ¨resfriado común o una simple gripe¨.

    En Alemania, Thomas Seitz, del ultraderechista y euroescéptico Partido Alternativa para Alemania (AfD), connotado miembro del Parlamento Alemán (Bundestag), se rehúsa a usar mascarilla e indica, frente al creciente número de muertes en este segundo rebrote de la peste, que ¨la enfermedad es una estadística, no una realidad¨. Desde luego, para muchos, estas respuestas no parecieran responder, en lo absoluto, a decisiones puramente subjetivas o aisladas.

    CIENCIA VS. ANTIVACUNAS

    En este momento, las teorías conspirativas se encuentran en su máximo apogeo, justamente cuando la vacunación está a punto de empezar a aplicarse masivamente en los principales países del norte (Estados Unidos, norte y centro de Europa) y cuando la confiabilidad de las pruebas clínicas entre las principales compañías farmacéuticas del mundo (incluyendo a Rusia y China) se sitúa entre el 90 y 95% y su plena eficacia deberá validarse durante los primeros meses de 2021.

    Frente a esta realidad, las teorías conspirativas han procedido a desconectar temática, conceptual y teóricamente todo el desarrollo científico, médico y biotecnológico de más de dos siglos de crecimiento exponencial (junto con sus impresionantes resultados en términos de conocimiento nuevo de la ciencia en general), de lo que ha sido la historia de las vacunaciones.

    Sucesos estos que, en los tiempos modernos, se inician con los impresionantes resultados inmunológicos de Edward Jenner en 1798 (variolae vaccinae) hasta la emergencia, a principios del presente siglo (2006 en adelante) de vacunas no convencionales creadas a partir del ADN y ARNm de un agente infeccioso.

    Se oculta el hecho de que las vacunas han sido el medio más efectivo para prevenir enfermedades infecciosas crónicas y la erradicación mundial de pestes como el sarampión, el tétano y la poliomielitis.

    El resultado de todo este largo proceso de inmunización ha sido no solo frenar las muertes masivas de seres humanos, sino también, aumentar la esperanza de vida, reducir sistemáticamente la mortalidad en general y propiciar el crecimiento de la población mundial, no solo en términos cuantitativos, sino también de calidad de vida.

    VACUNACION Y CAMPAÑAS ANTINATALISTAS

    En apariencia, las teorías conspirativas han sido relativamente exitosas en el logro de algunos de sus objetivos, particularmente, en cuanto a propiciar respuestas inhibitorias frente a los avances reales de la ciencia y la tecnología en su lucha contra el virus Sars-cov-2 y la enfermedad y han logrado gran aceptación. Sin embargo, sus desarrollos recientes permiten avizorar fisuras y contradicciones significativas al interior de las mismas.

    Frente al exponencial aumento de muertes e infectados provocados por el Sars-Cov-2 a nivel mundial en este momento, y de su impacto global sobre la geo economía y política global, resulta a veces un poco difícil identificar los verdaderos objetivos de las campañas conspirativas en este contexto.

    Básicamente, habría que esclarecer, por un lado, si las campañas anti vacunas están  realmente dirigidas a evitar la reducción de la población y por lo tanto, a protegerla, o si se trata, por el contrario, de un doble discurso que oculta otras intenciones con respecto a la composición y volumen de la población mundial a futuro.

    Por el otro lado,  se deberían despejar dudas acerca de si estas teorías conspiratorias anti vacuna son (o no son),  realmente  un operativo ideológico global y de largo alcance, dirigido a denunciar y desmontar los planes hegemónicos de dominación mundial de una pequeña  y excluyente clique (elite).

    De acuerdo con esto, esta minoría que estaría aprovechando, a su favor, los extraordinarios avances alcanzados en los campos de las Nuevas Tecnologías (inteligencia artificial, robótica, Internet de las cosas, biología sintética, biología celular y molecular, neurociencias, etc.). Esto sitúa el contencioso en el centro de una agria discusión que conectaría críticamente a la ciencia con la política.

    ¿No estarían estas campañas anti vacunas, de hecho, propiciando las políticas neo maltusianas, antinatalistas y de reducción masiva de la población que ellos  mismos critican y que se le atribuyen precisamente a los que, en este momento, fundamentándose en avances recientes de la ciencia, buscan darle una salida sanitaria a la situación a través de las vacunas?

    Al mismo tiempo ¿No estarían descalificando, por el otro lado, a la ciencia como una herramienta confiable para la toma de decisiones cruciales, en tiempos de profundos cambios paradigmáticos al interior de la ciencia y la tecnología?

    A estas alturas, no pareciera existir dudas de que estamos frente a una inocultable relación entre las teorías conspirativas y las políticas antinatalistas. Lo que habría hay establecer o incluso denunciar es, en qué dirección apunta esta relación: a favor o en contra, en el contexto de un mundo globalizado y desigual.

     

     

     

     

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