Comunidades forestales, aliadas contra degradación en México

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Una tala controlada en un lote del ejido Pueblo Nuevo, en el norteño estado de Durango, en México. La reforestación y el clareo o corte de los especímenes forestales más viejos o más delgados son prácticas para cultivar árboles más grandes y sanos, así como restaurar el suelo. (Crédito: Emilio Godoy/IPS).

Por Emilio Godoy

SANTIAGO PAPASQUIARO, México, mar 2018 (IPS) – Las comunidades forestales juegan un papel fundamental en México en el combate a la degradación del suelo, pero necesitan de mayores apoyos para ese fin.

Los dueños de los bosques pueden coadyuvar a que este país latinoamericano, cuya mitad de territorio padece de algún grado de empobrecimiento, alcance la meta de 8,5 millones de hectáreas rehabilitadas para 2020 y la neutralidad en la degradación de la tierra (NDT) para 2030, entre otros objetivos.

“Hacemos acordonamiento de vegetación, reforestamos, instalamos presas de filtración (barreras naturales para frenar la erosión hídrica). Así retenemos la humedad, detenemos la pérdida de suelo y protegemos los recursos naturales”, resumió a IPS Benito Acevedo, responsable técnico en la comunidad El Tarahumar, en el norteño estado de Durango.

“Ya se sabe que debe haber acciones de conservación y prevención, también de protección de la biodiversidad. Para seguir aprovechando el bosque, se debe aplicar medidas de conservación. La degradación ocurre más cerca de los centros urbanos, por el avance de la mancha urbana”: Armando Delgado.

Esa comunidad, que en México, al igual que el ejido, configura una tierra pública adjudicada para su explotación colectiva, posee 73.310 hectáreas,  de las cuales 25.000 son bosque. Además, opera dos aserraderos, uno en este municipio de Santiago Papasquiaro, situado a 1.054 kilómetros al norte de Ciudad de México.

De las 12,3 millones de hectáreas por las que se extiende Durango, que en 2015 tenía una población de 1,75 millones de personas en 39 municipios y más de nueve millones de hectáreas de bosque, 7,6 millones presentan algún daño y 1,48 millones sufren una afectación grave, según datos de la gubernamental Comisión Nacional Forestal (Conafor).

Esas son las secuelas de las sequías de 2011, 2012 y 2016, así como de plagas forestales en 2012, se explicó a IPS durante un recorrido por varias comunidades de la región, junto con organizaciones de la sociedad civil, silvicultores locales y funcionarios del gobierno.

El Tarahumar, que cuenta con 180 comuneros, ha instalado unos 2.000 metros cúbicos de presas y en 2017 reforestó 20 hectáreas, cifra que agregará otras 20 en 2018.

En 2016, México, un extenso país de 1.964.375 kilómetros cuadrados (196,44 millones de hectáreas), poseía 20,3 millones de hectáreas de bosque templado, 850.000 de bosque mesófilo de montaña, 50,2 millones de matorrales, 7,9 millones de pastizales, 11,5 millones de selvas y 1,4 millones de vegetación, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

El no gubernamental Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible enlista unas 4.886 comunidades y ejidos forestales, de los cuales unos 2.900 explotan comercialmente el recurso. En Durango, donde opera una industria forestal consolidada, 28 comunidades y ejidos aprovechan la silvicultura.

La restauración es parte del manejo forestal. Instalamos presas filtrantes en los arroyos y barras de escurrimiento. Así mantenemos el terreno”, indicó a IPS el presidente del comisariado del ejido El Brillante, Abel de la Cruz.

Esa unidad, que posee 9.500 hectáreas y de las cuales 9.100 albergan bosque, mantiene el área natural protegida Quebrada de Santa Bárbara, instituida en 2008 y de 65 hectáreas de extensión. Allí, los 96 ejidatarios plantaron 3.000 vástagos en 2016.

En México solo siete millones de hectáreas operan con un plan de manejo y conservación, un requisito para obtener el aval para los programas de aprovechamiento promovidos por Conafor.

De la superficie mexicana, 116 millones de hectáreas -59 por ciento del total y habitadas por 63 millones de personas- presentan algún grado de degradación y desertificación.

Ante ello, el gobierno inició en 2017 el proceso de elaboración de la estrategia para neutralizar la degradación de las tierras para 2030, un plan que aún no ha sido concluido.

La meta para ese año de las NDT voluntarias nacionales fue decidida en 2015 por los Estados parte de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD), como una fórmula para que cada país compense la degradación que realice en sus suelos y así mantener el equilibrio de ese recurso fundamental.

Además, México participa en la Iniciativa 20×20, surgida en 2014 y con la que países latinoamericanos y caribeños pretenden reducir en 20 millones de hectáreas los suelos degradados para 2020.

Con el respaldo de análisis técnicos, México asumió la meta voluntaria de restaurar 8,5 millones de hectáreas para ese año, en lo que constituye el objetivo más ambicioso de la región, donde 17 países, tres estados de Brasil y tres organizaciones no gubernamentales se comprometieron a restaurar 53,2 millones de hectáreas para dentro de dos años.

Además, este país adoptó como objetivo propio la deforestación cero a 2030, todo un desafío cuando la tala promedio anual representa 200.867 hectáreas perdidas entre 2011 y 2016, según estimaciones de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), la contraloría estatal mexicana.

La NDT es fundamental para conseguir la meta tres del 15 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aquel destinado a proteger la vida de los ecosistemas terrestres. Esa meta tres promueve planes para rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, a cumplirse en 2030.

Para Armando Delgado, especialista en manejo forestal sostenible de Conafor, México puede alcanzar la NTD, que requiere de “conciencia de los productores, compromiso y coordinación inter-institucional”. Conafor es el punto focal en México de la UNCCD, también conocida por sigla en español CNULD.

“Ya se sabe que debe haber acciones de conservación y prevención, también de protección de la biodiversidad. Para seguir aprovechando el bosque, se debe aplicar medidas de conservación. La degradación ocurre más cerca de los centros urbanos, por el avance de la mancha urbana”, planteó el experto a IPS.

El Reporte de la Cuenta Pública 2016 de la ASF, que evaluó el programa “Apoyos para el desarrollo forestal sustentable” para la protección, cultivo, aprovechamiento, restauración, conservación y ordenación, halló debilidades en su ejecución.

“La degradación de los terrenos forestales y la deforestación ocasionados por un inadecuado manejo de estos recursos han incidido directamente en la pérdida de la superficie forestal”, lo que provocó la reducción de la restauración del ciclo hidrológico, la captura de carbono, la recuperación de la biodiversidad y la producción de oxígeno, concluyó el órgano.

Conafor, por su parte, identificó 35 millones de hectáreas susceptibles de conservación y 52 millones de ordenación.

Pero de 100 solicitudes de apoyo, Conafor rechaza 28, por lo cual los índices de satisfacción de las peticiones de ayuda oscilaron entre 73 y 53 por ciento, según la ASF.

El Marco Científico de la UNCCD de 2017 establece que los países deben observar la evolución de su cubierta forestal, la productividad y las reservas de carbono orgánico en sus suelos.

En 2017, la estatal pero autónoma Comisión Nacional de Derechos Humanos lanzó una alerta sobre los riesgos para la población de la degradación del suelo en México.

“Necesitamos más recursos para combatir la degradación. Conafor apoya, pero no es suficiente”, pidió Acevedo.

El ejidatario De la Cruz coincidió con ese análisis, “pues hacemos el trabajo con nuestros propios recursos”.

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) va a arrancar en México durante marzo la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales para situar su estado y necesidades para cumplir con el ODS 15.

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