Una voz africana rebelde contra la injusticia
Por Marco A. Gandásegui, hijo,
Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
¿Puede África darle lecciones al resto del mundo? En particular, ¿a los pueblos de América nuestra? Aminata Traoré, quien fuera ministra de Cultura y Turismo de Mali y candidata a la Secretaría General de las Naciones Unidas, genera fuertes debates cuando se refiere a los problemas mundiales de la coyuntura actual: El terrorismo, la democracia y el desarrollo.
Los medios silencian las voces africanas. Parecieran no existir. Los periodistas Alex Anfrus y Elodie Descamps entrevistaron a Aminata Traoré en forma extensa. Aquí reproducimos lo esencial del mensaje que proyecta su voz a un mundo convulsionado y víctima del despojo.
¿Cómo analiza el fenómeno terrorista que asola África y todo el mundo?
En primer lugar hay que analizar rigurosamente las causas: ¿Por qué ahora? ¿Y por qué por todas partes? Precisamente, porque se han globalizado la injusticia, la desesperación y el desprecio. En la década de 1990, como consecuencia de las políticas de ajuste estructural, sonó la alarma: “cada año hay entre 100.000 y 200.000 jóvenes diplomados que llegan al mercado laboral y el modelo económico no crea empleo”. ¿Qué se puede hacer? A menudo los jóvenes solo pueden elegir entre el exilio y el fusil. Estos dos fenómenos contemporáneos y concomitantes están vinculados intrínsecamente al lamentable fracaso de un modelo económico que Occidente no quiere cuestionar.
Para muchos medios y analistas el yihadismo emanaría directa y principalmente de la religión. ¿Considera suficiente esa explicación?
Si fuese así, ¿por qué no surgió mucho antes ese pensamiento del radicalismo religioso? Fue a partir de las décadas de 1980 y 1990 cuando numerosas personas abandonadas por culpa de las políticas neoliberales acudieron a las mezquitas y al Corán a buscar respuestas al desempleo y a la exclusión. Si no hubiese sido así, en Irak los generales de Sadam Hussein no habrían encontrado islamistas en Abu Ghraib para sentar las bases del Estado Islámico. ¿Cómo llegaron a introducirse en los en los barrios pobres? ¿Por qué fascinan también a la “clase media”? Hay un vacío ideológico abismal que no se quiere reconocer.
Si en la actualidad, los pueblos dispusieran de más justicia, más empleo y más respeto, se podría garantizar la paz y la seguridad, pero eso supondría que los que dominan deberían renunciar a parte de sus privilegios. No pueden. Eso sería hacerse el harakiri reconociendo que se equivocan. El modelo no crea empleo y no responde a las demandas sociales. Para disfrutar hoy de la paz, una paz auténtica y estable, y de la seguridad humana –que no hay que confundir con la “segurización”– hay que introducir en el debate los asuntos mineros, petroleros y otros. Garantizar la seguridad humana a los individuos por medio del empleo, la sanidad, la educación y otros servicios sociales básicos considerados gastos improductivos.
¿Cuáles son, desde su punto de vista, los desafíos de la sociedad civil y de los intelectuales africanos del siglo XXI?
Hay que ir más lejos en el trabajo de desmontaje de las ideas recibidas y de descontaminación de las mentes sobre el crecimiento, la emergencia y otras historias absurdas. Si el sistema fuese bien, ¿por qué se encontraría Europa en una crisis existencial que la está conmocionando? Pienso que las soluciones prestadas han revelado sus límites a la luz de nuestras experiencias, de nuestras vivencias, de nuestras aspiraciones. Por desgracia, una gran parte de los que se denomina “la sociedad civil” no se atreve a levantar las cuestiones que enfadan a los “donantes”. Localmente no pueden hacer nada sin la ayuda de la “comunidad internacional”.
Aminata Traoré concluye recordando a Patrice Lumumba, el héroe moderno de África:
A muchas personas que habrían podido y quisieron hacer cosas se lo impidieron. El asesinato de Patrice Lumumba fue el acto fundacional del caos político. Los asesinatos políticos a lo largo de las década de 1960 y 1970 traumatizaron y disuadieron a los dirigentes que querían fundirse con sus pueblos.
En la actualidad, cuando hablamos de la sociedad civil, a menudo está formateada, es prudente e, incluso, timorata. Ahora está surgiendo un sentimiento de revolución interna frente a la segunda recolonización del continente, que no deja indiferentes a los africanos. Hay que capitalizar esos esfuerzos de cuestionamiento para desarrollar nuestra capacidad de proposición, de anticipación y de acciones transformadoras de nuestras economías y de nuestras sociedades en el sentido del interés común.
África se prepara para darle lecciones al resto del mundo.