A punto de cumplir 91 años, Enrique Bonne recibió una de las mayores alegrías de su larga y pródiga existencia: el Premio Nacional de Música por la obra de la vida.
Por Pedro de la Hoz | pedro@granma.cu
A punto de cumplir 91 años, Enrique Bonne recibió una de las mayores alegrías de su larga y pródiga existencia: el Premio Nacional de Música por la obra de la vida.
Fue como si a cada uno de los santiagueros le hubieran dado el premio; tal es la identificación entre el creador y la ciudad.
De ahí que los atributos del galardón llegaran al venerable artista durante una velada efectuada el pasado fin de semana en esa urbe oriental, de manos del presidente del Instituto Cubano de la Música, Orlando Vistel, también hijo de Santiago y miembro de una familia que mucho ha aportado al entorno sonoro de la plaza, y a la que asistieron familiares, amigos, colegas, admiradores y las principales autoridades del territorio, encabezadas por Lázaro Expósito, primer secretario del comité provincial del Partido.
Omara Portuondo puso sentimiento y sabor a la entrega en un concierto que el público, y Enrique, por supuesto, agradecieron, porque si de cubanía se trata, ella y él son emblemas.
Aunque nació en San Luis, Enrique es Santiago. En sus calles aprendió a poner música a vivencias y memorias. Observa, toma nota del día a día, de personajes y ocurrencias, o pone oído a lo que va dictando el corazón.
Así surgieron las primeras obras, interpretadas por sus compañeros del Instituto de Segunda Enseñanza en la banda Cubalaya, hasta que El cha cha cha de la Reina llegó a la voz de Pacho Alonso, quien por los años 50 cantaba con la orquesta de Mariano Mercerón.
Pacho y Bonne comenzaron a ser reconocidos como un binomio perfecto en la música popular cubana, sobre todo a partir de la dimensión popular alcanzada por el ritmo pilón, aunque la colaboración alcanzó otros géneros. Que me digan feo.
Se tambalea, Baila José Ramón, Pepe Cabecita, No quiero piedras en mi camino, A cualquiera se le muere un tío y el bolero Dame la mano, constituyen apenas un botón de muestra de las 40 piezas de Bonne interpretadas por Pacho.
Pacho no fue el único en apropiarse del catálogo autoral de Enrique; entre los cubanos cuentan Fernando Álvarez, Estrellas Cubanas, Rolando Laserie, Caridad Hierrezuelo, Chepín-Chovén, Esperancita Ibis, Rosita Fornés, Felipe Dulzaides, René del Mar, Elena Burke y la orquesta Aragón —quién no recuerda Yo no me lo robé, vigilante— y su hijo Angelito; y más allá de los límites de la Isla, Johnny Ventura, Cortijo y su combo, Ismael Rivera, y Tito Puente.
Otra hazaña artística del homenajeado debe ser exaltada: la fundación de una orquesta de percusión el 15 de septiembre de 1961. Los Tambores de Oriente o Los Tambores de Enrique Bonne representan una experiencia singularísima en el panorama musical de la Isla, y no solo asociada al carnaval sino también al mundo del espectáculo. Cincuenta tambores y cornetas chinas y chequerés capaces tanto de enrumbar una conga tradicional como de arropar clásicos de la tradición sonera y trovadoresca.
La sencillez no abandona a don Enrique Bonne.
Por eso, al recibir el premio, se limitó a decir: “He disfrutado al cantarle a mi ciudad y a Cuba”.