Poemas sobre la pandemia

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Calles vacías en la ciudad de Panamá durante la pandemia. (Foto: Tito Herrera).

Y, de pronto, todo se detuvo

Por Toracio Iturralde

Y, de pronto, todo se detuvo.
Todo quedó en la quietud
del social distanciamiento,
en el vacío de las calles
y de la impotencia que me
trae
el encarcelamiento domiciliario.

Y, de pronto, todo se detuvo.
Las convocatorias por lo injusto
que nos llevan, puño en alto,
a defender la vida.
Y, todo se detuvo.
La venta al detal y el pregón
callejero,
la romántica charla
que oferta la mercancía
para llevar el bocado a los
hijos
que esperan ansiosos en la
lejanía.

Y, de pronto, todo se detuvo,
dejando las manos atadas al
olvido,
a la ingrata mirada
que no ve humanos
sino clientes, obreros, piezas
claves
de las máquinas que reproducen
capital.

Sin embargo, las cosas siguen
andando,
la amenaza constante,
la disyuntiva que se proyecta
entre deudas y hambre,
entre aislamientos y la supervivencia,
entre la angustia y la impotencia.

Siguen andando sin misericordia
la corrupción de élites
que nos niegan el agua
que nos niegan tierras, nos
niegan almas.

Y, de pronto, todo se detuvo
para que saliera a flote
lo que realmente nos identifica:
la mirada, los corazones,
los valores.
Miradas llenas de escrutinios,
miradas que escudriñan el
corazón humano,
miradas que dan fe de solidaridades,
de ejemplo cubano.
Miradas que distinguen podredumbres,
apuestas del capital contra
la vida
y que ruedan procesos
contra natura.

Y, de ponto, todo se detuvo.
Pero no los sueños.
Pero no las esperanzas que
maduran.
Pero no la consigna que se
fragua
en la nocturnidad de la espera.
Porque las calles son nuestras,
porque nuestras son la vida
y las voces,
porque nuestras son las consignas
que allanan el futuro,
donde los pasos recorridos
nos esperan
para que florezca la vida.

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