Por Dora Whiteman de Da Costa
Doctora en Psiquiatría
Con la risa del payaso
y los colores del teatro,
sin aplausos ni cantos
se quedó el niño de Albrook.
Con recuerdos de un holocausto, amalgama de gritos, sangre, manos, llantos, baños, cráneos… ya sin muñecos ni carros.
sus sueños navideños
que las bombas explotaron evaporaron al vecino
la cama, el abuelo y la radio
y por una justa causa,
en un diciembre alumbrado
nos agredieron los astros; quemándose así su cuarto.
El niño va pensando, pensando
lo feliz que debe ser…
arrimado en un campo,
con paredes de lona verde
y en el cerebro como entonces las bombas resonando tanto, estallando sus neuronas
y en el rostro el llanto,
no sólo por su bandera
sino también por sus huellas pérdidas en el impacto.
Pensamientos enlutados
y la mirada perdida,
sin querer perdido la risa,
que el viento se llevó arrastrando; rodeado por los soldados
hasta los dientes armados,
los que en la noche de un veinte asesinaron su cuarto.