Obispo llama a romper las cercas que dividen a los panameños

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El obispo Edgardo Cedeño Muñoz, SVD.

Por David Carrasco
Director de Bayano digital

El obispo Edgardo Cedeño Muñoz, SVD, quien ejerce su ministerio en la Diócesis de Penonomé, en la provincia de Coclé, llamó hoy a romper las cercas que dividen a los panameños y generan pobreza, atraso, discriminación e inequidad.

Cedeño Muñoz formuló el planteamiento social en su homilía en la Iglesia de Santa Ana, en ocasión de los 115 años de fundación del Instituto Nacional, cuna de rebeldías y de luchas juveniles en defensa de la soberanía de Panamá sobre todo su territorio.

El líder espiritual, egresado del Nido de Águilas en 1979, Realizó sus estudios de filosofía en Bogotá (Colombia), en el Centro de Estudios de Pastoral y Filosofía CEPAF y teología en la Universidad Javeriana de Bogotá. Asistió a cursos en Orientación y Consejería espiritual en Río de Janeiro (Brasil) y en 2015 fue llamado por el Papa Francisco para promover, desde la jefatura del obispado, el Evangelio de Cristo, y atender el clamor de la tierra y de los pobres.

”La llama de la utopía sigue ardiendo entre nosotros. No se se tierra y no se va a enterrar jamás. Mientras haya un institutor, siempre habrá una lucha de reivindicación”, subrayó el religioso en su reconocimiento al legado de soberanía y dignidad de las generaciones precedentes.

Indicó que esa herencia patriótica lo ha inspirado toda de su vida y recordó que en sus años de estudios secundarios, los jóvenes que buscaban la verdad leían con avidez las obras de impacto en la humanidad, como El Capital, de Carlos Marx, y otras de contenido social que ayudaron a formar el pensamiento crítico.

Institutores en la misa de aniversario del Nido de Águilas.

Cedeño Muñoz se dirigió a los jóvenes en la Iglesia, para recordar que se debe ejercer la solidaridad en tiempos difíciles y aciagos, y ser valientes ante la adversidad que doblega a los débiles.

En ese sentido, evocó el episodio en el que una avalancha de lodo y nieve descendió del Nevado del Ruiz, en Armero, Colombia, el 13 de noviembre de 1985, a causa de una breve erupción volcánica. Ese suceso traumático causó unas 25.000 muertes de civiles, pero muchos supervivientes lo perdieron todo y quedaron en la intemperie.

Cedeño Muñoz fue testigo de la tragedia y durante seis meses envió cartas al gobierno de Bogotá , en procura de ayuda efectiva para los damnificados e indigentes. Los reiterados pedidos de socorro de la iglesia católica al gobierno de turno fueron en vano.

Ante la evidente frustración, se convenció de que era necesario devolver la dignidad a las personas abandonadas a su suerte, quienes habían quedado ”con una mano atrás y otra adelante” (sin nada). Por ese motivo, organizó la toma de terrenos baldíos para crear asentamientos y respuestas habitacionales seguras.

Sin embargo, los llamados ”invasores” fueron duramente reprimidos por el ejército colombiano. La resistencia también fue dura, pero, al final, los manifestantes tuvieron que abandonar esa iniciativa movilizadora, envueltos en una nube de gases lacrimógenos y culatazos.

Cedeño Muñoz, quien ha llevado amor y solidaridad a los asilos de ancianos, como parte de su labor pastoral, abogó por la dignidad y el bienestar de los seres humanos, especialmente de aquellos sumidos en la pobreza y en la inaceptable exclusión social.

Desde el púlpito, el obispo solicitó un minuto de silencio por los institutores caídos a lo largo de varias gestas, en las que enarbolaron la bandera tricolor nacional y marcharon movidos por la utopía de la Educación de calidad, la Cultura popular y la Soberanía total en un país abusado por fuerzas extranjeras y dividido por cercas ignominiosas.

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