Por Rafael García Denvers
Me decía un viejo amigo, conversando sobre el drama actual de la sociedad, que entre las palabras más usadas y menos entendida figura “dialogo”. Decía, en tono burlón: el único dialogo que subsiste es el soliloquio (diálogo de “Yo con Yo”) y en ese contexto ocurren cosas raras.
El diálogo es un concepto en el que hablar y escuchar es el inicio de un caminar en base al análisis que explica y sustenta con respeto y honestidad la búsqueda de resultados y solución de disensos ante un problema o conflicto.
Necesario es decir que el movimiento popular en Colón ha demostrado, con hechos, tener claridad y respeto por este concepto. La realidad es muy diferente para los representantes del Gobierno en las llamadas mesas de dialogo.
Los dirigentes del movimiento social en Colón fueron a las mesas integradas, participaron, dieron márgenes de tiempo adecuados para recibir respuestas concretas y calendarizadas, y les garantizaron que se estaba trabajando en los puntos de conflicto.
Ante el transcurrir de las promesas oficiales sin resultados tangibles, los colonenses acudieron a la Contraloría General para verificar el avance de los tramites y los compromisos anunciados. El resultado de los hallazgos: un solo proyecto tramitado y además rechazado por sobrecostos. Los demás no existían en la agenda. ¿Para qué las mesas y hasta cuándo las promesas vertidas…?
Hay proyectos estatales en marcha a favor de Colón, relacionados con el gran capital (puerto, energía, minas, etc.), pero los del pliego presentado, nada.
El Gobierno tiene proyectos para el gran Capital Financiero, y apuesta a mantener las instituciones gubernamentales al servicio de la acumulación financiera y, de ser posible, en el camino de atender necesidades sociales básicas. Eso, si alcanza a garantizar que salga de la isla para dar paso a Colón Puerto Libre. Doloroso, pero evidente.
El Gobierno es sordo al clamor y los gritos de un pueblo que ha jugado limpio en la cancha y ha dado espacio para los frutos de un diálogo honesto, pero entiende que un sordo no sintoniza música, ya que sólo siente el sonido de la caja registradora.
Por lo tanto, es obligante decirle al presidente de la República que los culpables de las acciones de calle y los tranques en demanda de repuesta a los problemas presentado, son los integrantes de su equipo, los asesores y los “amigos” que le hablan al oído.
Cuando se tiene la razón, la represión no detiene a un pueblo en cuyo mañana no se ve la luz del sol. La única esperanza de un pueblo bajo esas condiciones, es luchar, ya que no tiene nada que perder.
Aplausos nada retrata mas estas esta realidad de las mayorías , qie a pesar de si.Para trabajo no son tomados en cuenta para llevar una vida digna de vivirla EL pueblo el mismo desarrollo le hace despertar que este no los cubre paraiso financiero para que y para quien