Los retos de la COP-30

El simbolismo de Brasil y el Sur global frente a una multipolaridad en crisis y el llamado a una reforma climática mundial.

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La COP-30 se perfila como un escenario para encarar retos globales.

Por David L. Cepeda
Foreign Affairs Latinoamérica

La edición 30 de la Conferencia de las Partes (COP-30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se celebrará en Belém, Brasil, y marcará un momento clave para hacer un balance mundial de la acción climática desde la primera COP en 1995, realizada en Berlín.

Esta cumbre representa un punto de inflexión para evaluar las ambiciones y los resultados de las negociaciones climáticas que han definido el camino hacia un futuro más sostenible. Al mismo tiempo, se enmarca en un contexto político en el que las tensiones aumentan por la falta de financiamiento climático internacional, la filantropía limitada y el surgimiento de nuevos liderazgos ante las posiciones rezagadas de Estados Unidos.

Brasil como potencia emergente y símbolo del Sur global

No es coincidencia que la COP-30 se celebre en Brasil, si se considera la creciente importancia geopolítica de Latinoamérica, así como el posicionamiento estratégico del gigante sudamericano en el escenario internacional. El país se ha consolidado como un actor clave en la región, con vínculos cada vez más estrechos con potencias como Beijing y Moscú, y una influencia creciente dentro del bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica). Particularmente, Brasil ha fortalecido su relación con China mediante el aumento de la inversión en el sector energético, así como por medio de una asociación estratégica centrada en el desarrollo de infraestructura sostenible, la transición energética y la inteligencia artificial. Además, los miembros del BRICS comparten intereses comunes en relación con la reforma del sistema multilateral, entre ellos la restructuración de organismos, como la Organización de las Naciones Unidas, los bancos multilaterales de desarrollo y las instituciones de comercio internacional.

En los últimos años, Brasil se ha consolidado como un actor clave para reconfigurar la polaridad de Latinoamérica por medio de su política exterior. Bajo el mandato del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el país ha fortalecido su proyección internacional mediante un enfoque multilateral, mostrándose dispuesto a asumir mayores responsabilidades como potencia regional con intereses mundiales.

La elección de Brasil como sede tiene un fuerte valor simbólico y político. Por un lado, subraya el creciente posicionamiento internacional de Latinoamérica en la agenda mundial. Por el otro, pone en el centro a la Amazonía, considerada el “pulmón del mundo” y núcleo de la discusión sobre justicia ambiental y preservación de ecosistemas críticos.

El legado de la Cumbre de Río y la vigencia del llamado a la justicia climática

Esta COP se celebra en el mismo país donde tuvo lugar la histórica Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992. En ese entonces, líderes del Sur global, como Fidel Castro, advirtieron sobre las causas de la degradación ambiental, al señalar al modelo capitalista y a la desigual relación entre los países ricos y desarrollados y aquellos países explotados. Sin duda, fue un claro mensaje de justicia ambiental.

Con este precedente, está COP simboliza el posicionamiento del Sur global, al evocar el histórico discurso de Castro, cuando pronunció: “No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy”. Este llamado permanece vigente frente a la actual asimetría en las negociaciones climáticas, reforzado por su célebre frase: “Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa”. Esta consigna, pronunciada en su momento como una crítica al régimen financiero internacional de acumulación impuesto por los países desarrollados, constituye también una exigencia de corresponsabilidad hacia quienes demandan compromisos sin asumir su papel histórico en la crisis climática mundial.

De Bonn a Belém: tensiones y avances rumbo a la COP-30

La reunión celebrada en julio de 2025 en Bonn, Alemania, estuvo marcada por tensiones políticas entre las partes, en un intento por alcanzar un consenso sobre la agenda de negociación de la COP-30. Uno de los principales puntos de fricción fue el artículo 9.1 del Acuerdo de París sobre cambio climático, que establece la obligación legal de los países desarrollados de proveer financiamiento climático a los países en desarrollo.

Este artículo se enmarca en el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, que reconoce que los países desarrollados, históricamente responsables de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, deben asumir un mayor compromiso, mientras que los países en desarrollo enfrentan los impactos más severos del cambio climático.

La COP-30 se perfila como una cumbre de acción, en un contexto internacional caracterizado por una creciente multipolaridad.

En este contexto, la COP-28 de Dubái, marcó un avance con la creación del Fondo para Pérdidas y Daños, y en la COP-29 de Bakú, Azerbaiyán, se adoptó el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado de financiamiento climático. Este último establece la ruta “de Bakú a Belém”, con la meta de movilizar hasta 1.3 billones de dólares anuales y avanzar en la actualización de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, en su tercera ronda de revisión desde la adopción del Acuerdo de París, con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 grados Celsius.

Desigualdades estructurales, financiamiento, liderazgo y representación

No obstante, las negociaciones resultaron insuficientes para impulsar una acción climática efectiva, debido en gran parte a la falta de compromiso de algunos de los principales países donantes, como Estados Unidos, Alemania, Francia y el Reino Unido que han reducido su ayuda financiera a proyectos internacionales por ajustes presupuestarios internos. Esta situación ha evidenciado una marcada asimetría entre los países desarrollados y en desarrollo, especialmente en aspectos clave como la ausencia de avances en la definición de indicadores claros y mecanismos verificables para el financiamiento climático.

Durante las discusiones, China desempeñó un papel relevante por medio del Grupo de Países en Desarrollo con Ideas Afines, al insistir en la necesidad de vincular el financiamiento climático, en particular el destinado a tecnología y a fortalecimiento de capacidades en mitigación y adaptación, a compromisos vinculantes en el marco del Acuerdo de París. Este enfoque busca subsanar las deficiencias históricas en el cumplimiento por parte de los países desarrollados.

Este liderazgo contrastó con la notoria ausencia de la delegación de Estados Unidos y con el anuncio de su retiro del Acuerdo de París, lo que generó incertidumbre adicional entre las partes, pero también refleja un escenario cambiante en el multilateralismo de las negociaciones climáticas ante el posicionamiento de nuevos actores.

Por su parte, otros bloques de negociación del Sur global, como el Grupo de Países Menos Adelantados, la Alianza de los Pequeños Estados Insulares y la Alianza Independiente de América Latina y el Caribe, también manifestaron su preocupación por esta disparidad. En particular, señalaron la falta de voluntad política de los países desarrollados para comprometerse con mecanismos financieros sólidos, herramientas de implementación eficaces y apoyo técnico acorde con las necesidades de los países más vulnerables.

¿Una reforma necesaria a la Convención Marco?

Ante este escenario, cabe preguntarse cuál es el futuro de las negociaciones climáticas. Durante las sesiones en Bonn, el Órgano Subsidiario de Ejecución de la CMNUCC expuso la necesidad de reformar las negociaciones, al señalar una asimetría estructural entre los países desarrollados que participan con delegaciones amplias y dominan la agenda, mientras que los países en desarrollo enfrentan limitaciones de capacidad para participar de manera efectiva.

Brasil representa una oportunidad para restructurar la ambición climática con base en la acción y en una participación más equitativa de los Estados del Sur global, los cuales enfrentan las mayores afectaciones. Mientras que las últimas COP se centraron en aspectos técnicos del Acuerdo de París, la COP-30 se perfila como una cumbre de acción, en un contexto internacional caracterizado por una creciente multipolaridad.

El camino a recorrer tras Belem hacía un multilateralismo climático

Vale la pena retomar la pregunta planteada por Castro en 1992, durante la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro: “¿Qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?”

La reforma de las negociaciones climáticas es hoy una necesidad imperativa. El surgimiento de un nuevo multilateralismo centrado en el Sur global ofrece la posibilidad de desempeñar un papel protagónico en la reconfiguración del orden internacional, con demandas claras de medidas concretas frente a una deuda histórica en materia de financiamiento climático.

David L. Cepeda es licenciado en Negocios Internacionales por el Instituto Comercial Bancario y cursante de Relaciones Internacionales en la Universidad del Valle de México (UVM). Colaboró como Enlace de la Agenda 2030 Internacional y Coordinador de Vinculación Internacional en la Coordinación de Asuntos Internacionales. Actualmente es Jefe de Asuntos Internacionales de la Secretaría de Desarrollo Sustentable del Gobierno de Yucatán. Sígalo en Instagram en @davidcepeda0.

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