Lo que hace Israel no tiene perdón de Dios

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Imágen de la masacre israelí contra el pueblo palestino.

Por José Castillo
Miembro del Colectivo Bayano y Bayano digital

A un año del ataque con proyectiles del grupo Hamás, a través de la valla que rodeaba la franja de Gaza, la situación en el Medio Oriente sigue desoladora, por decir lo menos, sin posibilidades de un alto al fuego. La solución definitiva de ese conflicto tiene su génesis más reciente en 1947.

En ese ataque del grupo Hamás, según las cifras disponibles, ese mismo día murieron 1.143 personas, en su mayoría israelíes. El mismo día, según fuentes israelíes, más de 1.600 combatientes, entre los grupos de ataque, murieron en el acto, y unas 200 personas fueron detenidas.

Un año desde el primer ataque hay más de 40.000 palestinos muertos y 100.000 heridos. Las autoridades de la Franja de Gaza estiman en unos 10.000 los desaparecidos bajo los escombros, por lo que el balance de fallecidos podría ser superior.

El conflicto tiene ribetes regionales, tras los anuncios de las Fuerzas Armadas Israelíes, de iniciar una ofensiva militar terrestre ”selectiva y delimitada” en el sur del Líbano, luego de intensos bombardeos contra Hezbolá, con otro centenar de muertos y heridos con el bombardeo al centro de Beirut y el asesinato de altos dirigentes de ese grupo de la resistencia. Sus operaciones militares en Siria, Yemen e Irán, amenaza con convertirse en el inicio de una escalada bélica en todo el Medio Oriente.

¿Pero, realmente, dónde se encuentra la génesis y la causa central del conflicto árabe-israelí que involucra a todo el Medio Oriente?

La resolución de la ONU No. 181, de 1947, propuso dividir Palestina en dos Estados, uno árabe palestino y otro judío, y que Jerusalén quedase bajo un régimen internacional.

Uno de los dos Estados previstos proclamó su independencia en 1948, con el nombre de Israel, y en la guerra que siguió ese mismo año contra los Estados árabes vecinos ocupó el 77 % del territorio que había tenido Palestina bajo el Mandato Británico, incluida la mayor parte de Jerusalén. Más de la mitad de la población árabe palestina fue expulsada o huyó del territorio del nuevo Estado.

En la guerra de 1967, Israel ocupó esos territorios (la Franja de Gaza y la Ribera Occidental), incluida Jerusalén Oriental, que posteriormente anexionó.

En 1974, la Asamblea General de Naciones Unidas reafirmó los derechos inalienables del pueblo palestino a la libre determinación, la independencia nacional, la soberanía y el regreso de los refugiados. Luego, la Asamblea General estableció el Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino y otorgó a la Organización de Liberación de Palestina (OLP) la condición de observadora en la Asamblea y en las conferencias de la ONU.

Las negociaciones han continuado. En 1983, hubo la Conferencia Internacional sobre la Cuestión de Palestina. En 1987, comenzó un alzamiento masivo contra el desplazamiento israelí en el Territorio Palestino Ocupado: la intifada. En 1988, el Consejo Nacional de Palestina, reunido en Argel, proclamó el establecimiento del Estado de Palestina.

En 1991, fue celebrada en Madrid una Conferencia de Paz con el objetivo de alcanzar una solución pacífica mediante negociaciones directas por dos vías —entre Israel y los Estados árabes, por un lado, y entre Israel y los palestinos, por el otro— sobre la base de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

La Declaración de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Autónomo Provisional (también conocido como “Acuerdo de Oslo”). En 2000, en Camp David y, en 2001, en Taba, pero, no se llegó a ninguna conclusión.

El conflicto continúa y la vía militar se impone

Los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023 han dado lugar a una severa respuesta militar de Israel, que amenaza con desestabilizar la región y el exterminio de la población palestina.

“El pueblo palestino ha estado sometido a 56 años de ocupación asfixiante. Ha visto su tierra devorada sin cesar por los asentamientos y asolada por la violencia; su economía asfixiada; su población desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”, declaró el secretario general de la ONU.

Los agravios al pueblo palestino no pueden justificar los ataques de Hamás. Y esos ataques no pueden justificar el castigo colectivo del pueblo palestino.

La respuesta del Estado judío ha sido desmedida. Las condiciones de Hamás para devolver a los rehenes son: un acuerdo de intercambio de secuestrados israelíes por prisioneros palestinos, el fin de la guerra y la retirada total de las tropas israelíes de Gaza.

”Israel no aceptará un cese al fuego definitivo hasta la destrucción total de Hamás», sostuvo Netanyahu el 31 de mayo, en la misma línea que ha defendido desde el inicio de la guerra, de que sin el ”exterminio” de Hamás el fin de la guerra no es una opción.

“Cuando la intención genocida es tan conspicua, tan ostentosa, como lo es en Gaza, no podemos apartar la vista, debemos hacer frente al genocidio; debemos prevenirlo y debemos castigarlo”, manifestó la relatora especial* sobre la situación de los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados durante la presentación del informe “Anatomía de un genocidio”.

Además de matar a más de 40.000 palestinos, entre ellos 13.000 niños, las fuerzas israelíes utilizaron ”un arsenal apocalíptico” en uno de los lugares más densamente poblados del planeta.

Se utilizaron casi 25.000 toneladas de explosivos (el equivalente a dos bombas nucleares), municiones no guiadas (o ”bombas tontas”) y otros artefactos para arrasar barrios enteros.

Israel impidió la entrada en Gaza de toda la ayuda humanitaria y ha impuesto restricciones extremas al agua, los alimentos, la electricidad y el combustible. Esa política deliberada ha inducido una grave inseguridad alimentaria rápida y sostenida en toda la población Palestina.

El hecho de que altos cargos israelíes con autoridad de mando pidieran regularmente a sus soldados que aniquilasen a la población de Gaza, es una prueba irrefutable de incitación explícita y pública para cometer un genocidio.

La potencia ocupante no distingue entre civiles y combatientes, ni entre infraestructuras civiles y objetivos militares legítimos. Israel ha calificado a toda la población civil de Gaza de ”escudos humanos” o «cómplices de los terroristas».

En julio de 2024, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) dictaminó que la presencia de Israel en los Territorios Palestinos Ocupados es ilegal y que el país debería ponerle fin lo antes posible, cesar las actividades de asentamiento, evacuar a los colonos y hacer reparaciones por los daños infligidos.

Sudáfrica presentó un caso ante la CIJ contra Israel, alegando genocidio. Mientras avanzaba el caso, la Corte ordenó a Israel prevenir el genocidio, permitir la prestación de servicios básicos y ayuda en Gaza y frenar la incitación al genocidio.

En septiembre de 2024, la Asamblea General de la ONU exigió que Israel pusiera fin a su ocupación en un plazo de 12 meses.

Ha llegado el momento de que la comunidad internacional, de manera colectiva, cumpla su responsabilidad bajo el Derecho Internacional, de poner fin a la ocupación del Estado Palestino y a todo impedimento para que el pueblo palestino pueda ejercer su derecho a la autodeterminación.

Se enfatiza el derecho del pueblo palestino a su autodeterminación, incluido su derecho a un Estado de Palestina independiente en las fronteras del 4 de junio de 1967, con Jerusalén del Este como su capital, y se hace un llamamiento a todos los Estados a dar un reconocimiento inmediato e incondicional al Estado de Palestina.

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