La represión puede llevar a una sociedad a la clandestinidad.

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Represión policial en Panamá. (Foto: EFE / Bienvenido Velasco).

Por Luis Carlos Samudio G.
Abogado, docente y mediador

A lo largo de la historia, la clandestinidad ha sido una práctica empleada por diferentes grupos y movimientos sociales para realizar acciones que, por diversas razones, no podían ejecutarse de manera pública. Hace referencia a la situación de realizar actividades de forma secreta, escondida o en la oscuridad, frecuentemente para eludir la persecución, la censura o la represión por parte de las autoridades.

La clandestinidad no sólo simboliza una estrategia de supervivencia, sino que también puede reflejar el enfrentamiento entre la autoridad y la sociedad civil. A pesar del miedo o la resistencia, siempre sostienen sus convicciones inalterables y la esperanza en situaciones adversas que pueden llevar a la desobediencia civil.

También podemos indicar que la clandestinidad funciona como un recurso adaptable utilizado para diversos fines, que van desde la resistencia política hasta la protección de información sensible. Su uso varía dependiendo el contexto histórico y social, y puede servir tanto como una herramienta en la lucha por la libertad y la justicia, como para llevar a cabo acciones ilegales o de alto riesgo.

El objetivo de la represión es radiografiar la falta de claridad en la vida social e impactar en la evolución de la sociedad hacia una dirección que consideran no debe ser divulgada (en ocasiones, esto se manifiesta como una forma de autocensura), o en la que los mecanismos represivos los impiden. A través de la suspensión de las garantías establecidas en la Constitución para contrarrestar las manifestaciones populares.

De esta manera,, bajo la sombra de la impunidad, el gobierno lleva a cabo una estrategia que incluye tanto lo militar como lo psicológico, con el fin de someter a la población a través de una represión, es decir, mediante la ejecución visible de actos violentos que provocan en la población un miedo masivo e incontrolable; y una represión manipuladora, en la que ya no se persigue la paralización total de la población civil, sino limitar su capacidad.

Por consiguiente, concebimos la represión política como un acto violento perpetrado por el poder contra los ciudadanos, con el fin de controlar o sancionar actividades políticas y/o sociales de oposición, y que pueden caracterizarse de la siguiente manera: como acciones deliberadas por parte del gobierno, con responsabilidad directa o indirecta del apoyo estatal, acciones sistemáticas que se alinean con una estrategia de derecha y como un objetivo provocador de efectos psicosociales en la población.

De manera análoga, esa represión política puede ser descrita como una forma de agresión múltiple cuyo objetivo principal es desmantelar el tejido colectivo y solidario, dado que el poder requiere la sumisión de la población tanto en el ámbito colectivo como en el individual; controlar al adversario interno; intimidar a la población, sembrando el miedo a través de actos de violencia; y promover la impunidad para perpetuar los delitos más espantoso, incluyendo a sus familiares y sus relaciones más cercanas.

Tras todas estas reflexiones, ¿cómo puede el gobierno empujar a la clandestinidad a una sociedad que disfruta de la democracia debido a sus acciones represivas, a la carencia de una comunicación efectiva y de un diálogo en el que las partes renuncien a sus intereses sin imponer condiciones que restrinjan lo que está consagrado en nuestra constitución, que es la libertad y el respeto a los derechos fundamentales, así como la posibilidad de vivir con justicia social de manera pacífica, promoviendo la paz entre todos los panameños?

¡Junto trabajemos a favor de la paz y la convivencia pacífica!

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