Alberto Velásquez
Periodista y Relacionista Público
Especial para Bayano digital
Cada vez que en un país centroamericano se escenifica un golpe de estado, un atentado a las normas democráticas o se produce un suceso que trastoca el orden público, con cierta razón histórica se señala que estos acontecimientos solamente pueden ocurrir en una república bananera.
El mote, o la calificación perversa de “banana republic” la introdujo a finales del siglo pasado un escritor norteamericano, William Sydney Porter, cuando escribió una novela, sobre hechos ciertos, figurando un país en donde cultivaba banano, sometido por gobiernos inestables, impuestos por la industria bananera, que encabezaba entonces la United Fruit Company, que compraba, deponía y montaba gobiernos que mas le favorecían con tierras y condiciones para explotar la fruta.
Los recientes acontecimientos en el Capitolio de los Estados Unidos, un tenebroso regalo de reyes magos que Donald Trump le hizo a su propio país, intentando desconocer el resultado de las elecciones, para algunos políticos de esa nación del norte se trató de un golpe de estado, que solo se daban en las “banana republic”.
Desconociendo su propia historia, de país colonialista, la opinión de los norteamericanos sobre el significado de banana república está muy distante de lo que ahora se produce en su propio territorio, aunque Donal Trump, con sus acciones durante los últimos años intentaba convertir a su país en una república bananera, por lo cual fue criticado varias veces.
La época de las “banana republic” fue una de las mas oscuras y tristes para los pueblos Centroamericanos, impuesta por una de las primeras multinacionales que saquearon por años las riquezas de nuestros países, imponiendo sus leyes y latrocinios, esclavizando y enfermando a los nativos, que cuando no les fueron suficientemente productivos, trajeron personal jamaicano de las Antillas para también esclavizarlos, pagándoles salarios de hambre en condiciones paupérrimas, con la complicidad de políticos criollos, corrompidos e inescrupulosos.
El presidente saliente de los Estados Unidos, al igual que muchos de sus congéneres, rechazó, estigmatizó y calificó a los latinoamericanos como individuos de segunda clase, y hasta señalaba como ejemplo a los mexicanos como si fueran una escoria, hecho que ha olvidado el presidente de ese país, quien comentó lo del Capitolio norteamericano lamentando que le habían quitado la cuenta de Twitter a Donald Trump. Se comportó como uno mas de los políticos genuflexos que proliferaron durante la época de las “banana republic”
Le quedan pocos días de arbitrariedades al señor Donald, y si no registra un desacierto adicional, finalizara su período como un conductor de la supremacía blanca similar a los que explotaban el banano en Centroamérica y Panamá, en donde esquilmaron con su poderío y mansedumbre de políticos locales las riquezas de la región.
El término despectivo “banana republic”, a pesar el tiempo y la distancia, todavía no ha perdido vigencia. La política exterior de muchos países nuestros todavía se maneja bajo el mandato de Washington, alineados en acciones que se dirigen a enfrentarnos unos contra otros, para mantener su hegemonía colonialista.