Por Antonio Saldaña
Abogado y analista político
En los comicios generales del 5 de mayo de 2024 se jugará algo más que el relevo de autoridades. Se define el futuro de una auténtica democracia de ciudadanos; porque el actual modelo de democracia ”de compadres” no sólo está agotado, sino que la caricatura existente ha sido secuestrada por la oligarquía que ha impuesto la peor cara de la democracia liberal: El gobierno de la plutocracia corrupta y clientelar.
Los últimos 34 años post invasión, la regla ha sido el bipartidismo (Panameñismo-PRD). La excepción fue la locura del ”outsider”, que inauguró el período del saltimbanqui político, la hegemonía política de los lumpen diputados y el cohecho desbocado, en pocas palabras, los tres postreros gobiernos más corruptos que han existido en la República.
El escenario electoral actual se define ideológicamente por un candidato presidencial de extrema derecha, tres de centro derecha, tres de centro izquierda y una de extrema izquierda. Mientras que políticamente, seis de los aspirantes al solio presidencial se ubican en el statu quo de una democracia de pacotilla y, paradójicamente, son los presidenciales de los extremos doctrinarios los que han planteado abiertamente expulsar del sistema político la corrupción y el clientelismo, mediante el llamado a la elección de una Asamblea Constituyente Originaria.
Sin duda, la experiencia arrojada por el talante político de los postremos cinco gobiernos indica, primero, que el modelo o sistema político de gobiernos plutocráticos, corruptos y clientelares, el pueblo no los quiere más, ni se los aguanta. Segundo, lamentablemente, seis de los candidatos presidenciales no se han percatado de esa nueva realidad o no tienen la voluntad política para encabezar el cambio.
El pueblo panameño se encuentra en una encrucijada histórica y debe tomar conciencia que en el ejercicio electoral del 5 de mayo, seis de las ochos ofertas presidenciales, sencillamente, son ”más de lo mismo” o proponen cambios, ”para no cambiar nada”. En otras palabras, dentro del actual sistema político es, poco probable, para no decir imposible, reducir o extinguir la corrupción pública y el clientelismo político. Tampoco se podrá atender con eficacia y eficiencia, el problema del agua potable para uso humano y del Canal, menos una solución final al cierre de la mina y la eliminación total de la minería metálica a cielo abierto; no se podrán resolver los temas estructurales de salud y educación pública, CSS (programa de IVM), los cuales seguirán empeorando.
La generación de empleos decentes y bien remunerados continuará siendo una ilusión. La recolección, disposición y reciclaje de los desechos sólidos (basura), una utopía. De manera que el sufrimiento de los pobres aumentará, porque el propio sistema político no permite una solución integral y coherente.
En consecuencia, toca a los ciudadanos decentes, que son la inmensa mayoría, distinguir entre las ofertas electorales que propugnan por un cambio verdadero que sustituya la corrupción generalizada, la inseguridad pública y el clientelismo político; y las que prefieren el statu quo de la plutocracia corrupta y clientelar.
¡Así de sencilla es la cosa!