El sorprendente hallazgo de árbol que se creía que no existía en Chile

El árbol del pan fue altamente buscado por la corona británica en el siglo XVII por sus ricas características alimenticias. El árbol es una especie abundante en la Polinesia, pero no había registro de su presencia en Rapa Nui...hasta ahora.

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Fruto del Árbol del pan. (Foto: La Tercera).

Por Erick Bellido
La Tercera (Chile)

El capitán inglés James Cook, encomendados por la corona británica y la Royal Society, lideró tres viajes de exploración a las islas del Pacífico Sur, entre Chile y Nueva Zelandia, describiendo tras su paso por Tahití, las bondades de un árbol poco conocido en Occidente: el árbol del pan.

Ocho años después de su muerte a manos de nativos polinesios (1779), el teniente William Bligh retomó las expediciones a bordo del buque Bounty, con especial encargo de conseguir mil plantas del leñoso tallo del árbol, para introducirlo en Jamaica, que por sus frutos serviría como alimento para los esclavos que trabajan en la producción del tabaco y la caña de azúcar.

Tras encontrar la especie, Bligh zarpa desde Tahití rumbo a Jamaica, pero tras una inesperada rebelión de su tripulación, termina abandonado en un bote en el mar (drama que Marlon Brando registró en el filme Motín a bordo).

Como el cometido debía cumplirse, Joseph Banks, antiguo botánico de Cook y ya envestido como presidente de la Royal Society, encomienda a Bligh en 1793 ir nuevamente en busca del árbol del pan para llevarlo a las antillas en los buques ingleses Providence y Assistance. Esta vez logrando su objetivo.

Desde entonces, la presencia del árbol fue descrita en toda la Polinesia, excepto en Rapa Nui, pero a más de 200 años de la histórica odisea, expertos del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia) con ayuda de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) de Rapa Nui, constataron que la exótica especie fue introducida en una fecha indeterminada a la isla, y hoy se encuentra al interior de algunos hogares y hoteles identificada bajo el nombre de Uru.

Patricio Fuenzalida, director regional de lnia La Cruz, dice que han detectado la presencia de cinco ejemplares en Rapa Nui, “cuyos frutos son escasamente consumidos por los isleños”. Si bien, no se sabe aún en que año fueron introducidas estas especies, aún queda mucho por aprender de ellas.

Por eso Fuenzalida advierte que “estudiar esta especie es una tarea pendiente e implica la coordinación entre los servicios del Ministerio de Agricultura, y actualmente, los especialistas en recursos forestales, genéticos, propagación y agronomía del Inia y Conaf están modelando un proyecto para generar investigación y desarrollo con miras recuperar la especie y brindar las recomendaciones para un adecuado manejo de los árboles”.

La gran virtud de este árbol es que crece rápidamente, lo que permite su cultivo sin problemas, brindando una particular floración en los meses de lluvia, y cuyo fruto demora cerca de cinco meses en alcanzar su madurez.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) indica que entre más cuidado se le dé al árbol mientras crece, de mayor calidad y peso será la fruta que produzca, la que puede llegar a pesar hasta 6 kilos. Además, destaca que tiene un elevado contenido de almidón y puede utilizarse en lugar de la harina de trigo.

Recuperar un frutal que contribuye a reforestar

Desde hace algunos años la Conaf, en conjunto con la comunidad de Rapa Nui, se encuentra desarrollando un programa de arborización con especies como albizia, flamboayan, dodonea y otras especies nativas de la zona como el makoi y aitos, un árbol resistente al agua salada.

El investigador y entomólogo del Inia Fernando Rodríguez, dice que la especie es compatible con el clima y la cultura polinésica al generar un alimento que puede servir en la mesa isleña. “Es una alternativa que debe explorarse por sus ricos nutrientes y propiedades antioxidantes, como otras plantas de uso alimentario casi perdidas o abandonadas, como el ancestral ñame”.

Si bien es posible optimizar el manejo de estas especies arbóreas, Rodríguez sostiene “se deben considerar variables climáticas como los fuertes vientos, radiación solar, brisa marina -afecta su crecimiento- y el estrés hídrico”. Es que cuando llueve, el agua se filtra en la porosa tierra volcánica y la escasa vegetación existente se seca.

Fuenzalida puntualiza que “para avanzar es clave el cambio de manejo maderero al de árbol frutal, ya que permitiría dar pasos ciertos para revertir la deforestación a partir de estudios genéticos de la semilla y su adaptación local”.

Para Enrique Tucki, encargado de la Unidad Técnica de Conaf en Isla de Pascua, la importancia de la iniciativa radica en que permite unir aspectos históricos, culturales y científicos “el árbol del pan era una especie emblemática de la polinesia, y en tiempos de la colonización de las nuevas islas en las que se fueron estableciendo los pueblos originarios formó parte del kit de alimentación”. Y al respecto agrega “se piensa que Hotu Matu’a (el ancestro fundador) trajo el Uru, además de otros cultivos como el camote, plátano y taro, pero es posible que factores climáticos perjudicaron la masificación de la especie por requerir un ambiente más tropical”.

Fuenzalida y Tucki coinciden en que el desafío está ahora en masificar el árbol del pan, por el alto valor alimenticio del fruto, los usos medicinales de su madera y corteza, y el rol que puede cumplir en recuperar suelos degradados. Por ello, el próximo paso sostienen, será presentar a las autoridades de la isla la iniciativa investigativa en el marco del Plan Rapa Nui, alternativa que podría ser de gran utilidad para enfrentar los avatares del cambio climático.

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