El hombre que tuiteó todo El Quijote

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El hombre que tuiteó todo El Quijote

Por rfi

Un ingeniero informático de Barcelona publicó el monumento literario de Cervantes en Twitter. El último fragmento difundido por el microblog de los 140 caracteres apareció cuando se cumplen los 400 años de la muerte de “El Manco de Lepanto”.

“Si metes el Quijote en un tuit, seguro que todo el mundo podrá decir que lo ha leído”. Con esta humorada en mente, Diego Buendía, un informático que vive en la localidad barcelonesa de L’Hospitalet de Llobregat, emprendió una labor quijotesca que culminó este viernes: publicar la colosal obra de Miguel de Cervantes en el formato más breve de las redes sociales: Twitter.

El desafío era ver cómo cruzar textos fundamentales clásicos con el signo de nuestra época, la inmediatez en las pantallas. “¡Guau! ¡Twitter en los tiempos de Víctor Hugo! Me fascinan esas ucronías: El papa Urbano segundo publicando en su Facebook la convocatoria para la Primera Cruzada. Dostoyevsky blogueando El Jugador cada noche desde Baden-Baden. Cervantes persiguiendo la fama en Twitter, desesperado por superar en seguidores a Lope de Vega…”, escribió en su blog.

Y este viernes exactamente a las 12.00 horas de La Mancha, Buendía publicó el último de los 17.000 tuits en los que repartió “El Quijote”. La labor comenzó el 1° de septiembre de 2014 y fue publicando la obra a razón de 28 fragmentos diarios.

Durante esos 17 meses no tuvo que sentarse a redactar los tuits, ya que utilizó un programa que lo hacía por él. Apenas debió intervenir manualmente en un par de ocasiones por problemas técnicos.

Entretanto, a razón de 4 o 5 retuits por día, la audiencia fue aumentando, hasta alcanzar unos 12.600 seguidores de toda Iberoamérica para cuando acabó su emprendimiento.

“La respuesta ha sido abrumadora, la gente está muy agradecida, te felicitan, te dicen que es un trabajo extraordinario”, dijo a la agencia española Efe.

La publicación de «El Quijote» en Twitter no es excepcional. Existe por ejemplo gente que publica las obras completas de Shakespeare o el «Ulises» de James Joyce. Lo que no está tan claro es el placer que pueda dar este tipo de lectura fragmentaria en el flujo informativo de los dispositivos electrónicos.

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