El futuro posible

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Partidos políticos convertidos en el centro de la manipulación oligárquica en Panamá.

Por Miguel Antonio Bernal
Catedrático universitario

Los que luchamos por el futuro
somos siempre estorbados por
los que nada intentan.

 

La llegada de un nuevo año, debe afianzar en nosotros, el propósito de lograr que emerja en Panamá, de una vez por todas, un verdadero proceso constituyente como instrumento de los imperantes reclamos democráticos de la población.

Panamá está cada vez más fragmentado socialmente y con una agravada incompetencia política, de parte de los gobernantes politiqueros. Las limitaciones de las acciones ciudadanas a las crecientes inequidades y el oportunismo político, seguirán imperando bajo la normativa constitucional existente y, reforzadas con la regresiva legislación electoral, destinada a favorecer a la partidocracia y una oligarquización de la competencia electoral.

No es nada fácil lo cotidiano para quien quiere ser ciudadano. La ausencia de objetivos comunes dónde, los que más poder tienen, más pueden, les permite –vía la manipulación– arrebatarnos el ayer, no dejarnos que tengamos el hoy y tampoco quieren que alcancemos un mañana.

Es por ello que, hartos como estamos de la política tradicional, en la que la corrupción y la impunidad, le permiten a los corruptos querer negarnos el futuro posible al que tenemos derecho, debemos actuar decididamente para producir los cambios necesarios fuera de un ambiente de emergencia y de crisis. No podemos seguir de espaldas al mundo globalizado y menos aún apadrinar la violencia que, los mediocres que gobiernan, buscan imponer.

La democracia en Panamá no ha alcanzado el rendimiento institucional necesario a una sociedad moderna. Ello se debe al querer hundirnos en los más deleznables criterios electoreros que impiden la elevación de la calidad de nuestra vida pública. Esto acarrea que las estructuras clientelistas de poder continúen sin rendir cuentas, sin ser transparentes y huérfanos de sentido democrático.

El futuro es posible si nos despojamos, de una vez por todas, del querer continuar con la idea de introducir correcciones, reformas, enmiendas, remiendos y/o parches a una Constitución fallida.

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