El abominable discurso de un presidente

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Srinivas Kuchibhotla, el ingeniero indio asesinado por odio en Estados unidos. (Foto: Facebook).

Por Alberto Velásquez
Periodista

En su reciente mensaje a la nación norteamericana, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ratificó la decisión de construir un muro contra el estado mexicano. En ese momento, los senadores republicanos lo aplaudieron frenéticamente, mientras que en otro lugar, en Kansas, un norteamericano blanco asesinaba a un ingeniero indio (Srinivas Kuchibhotla), como resultado patológico del acentuado racismo que viene promoviendo dicho presidente desde que era candidato.

La construcción del muro contra los mexicanos y nacionales de Centroamérica, se ha constituido en un ícono del racismo, cuyas consecuencias ya se están manifestando. Además, es un retraso a los conceptos modernos en las relaciones entre países hermanos y limítrofes. El asesinato del inmigrante en Estados Unidos se produjo al grito del norteamericano blanco diciéndole: “¡Fuera de mi país!”.

En su mensaje a la comunidad norteamericana, Donald Trump, aborrecido desde el primer día de su mandato por millones de sus connacionales, adoptó poses previamente estudiadas, como lo hacía Adolfo Hitler, y cometió el desatino de mentirle a quienes le daban “rating”, mencionando una serie de cifras, como el aumento de empleos, que le correspondían a las medidas del gobierno anterior, y al señalar que algunas macro empresas volverían a establecer sus plantas en ese país, hecho anunciado hace más de 18 meses.

Pero quizás para los latinoamericanos, uno de los aspectos más detestables en el discurso de Donald Trump fue presentar a víctimas de hechos cometidos por presuntos indocumentados, vendiendo la idea de que todos los inmigrantes son delincuentes y olvidando el hecho de que muchos han logrado con creces el sueño americano, como es el caso de su propia esposa.

En su discurso, abusó de los sentimientos de personas que habían perdido a un ser querido, como el de un militar quien durante una incursión castrense, en la que murieron más de veinte civiles, fue alabado extremadamente, a pesar de que unos pocos día atrás había culpado a sus jefes militares por tan desastroso desenlace.

Incierto, mitómano y manejando con destreza el escenario, el presidente norteamericano volvió a atacar a su antecesor, el presidente Barack Obama, irrespetándolo con una serie de estadísticas maquilladas, y corroborando la decisión de eliminar el “obamacare”, ley de Salud a bajo precio, con nuevas leyes que seguramente responderán a los intereses de millonarios y multimillonarios individuos que forman parte de su gabinete.

Como pocas veces, el discurso a la nación de un presidente norteamericano ha recibido tantos rechazos y críticas, no sólo por su contenido, sino también por las mentiras y mensajes de miedo, en el que disfraza el fortalecimiento nacionalista norteamericano con el anuncio de una oficina para registrar los delitos de los inmigrantes, omitiendo a propósito el hecho indiscutible de que Estados Unidos es una nación producto de la inmigración.

Con preocupación, gran parte del mundo está observando con recelo el manejo de ese importante país, dirigido por una persona que se caracteriza por contradecirse con marcada frecuencia. No se conoce cuál será su próximo paso.

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