Del tiempo del rock sinfónico

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Flautista Ray Thomas y Justin Hayward.

Ladiaria (Uruguay)

Es probable que el nombre no le diga nada a gente joven y no tan joven, pero el flautista Ray Thomas fue uno de los fundadores de The Moody Blues, un grupo británico pionero y muy exitoso en la línea del llamado “rock progresivo”, cuya canción “Nights in White Satin” seguramente sí le suene conocida a muchos. Esa banda fue formada, como muchísimas en los años 60, para tocar básicamente temas de rhythm and blues. Su primer hit, en 1964, fue “Go Now!”. Tenía un arreglo más “progresivo” que su repertorio habitual y que su primer disco de larga duración, The Magnificent Moodies, del mismo año, pero no pasó mucho más con ellos hasta que, tras el ingreso del bajista John Lodge y el guitarrista Justin Hayward, lanzaron en 1965 su segundo álbum, Days of Future Passed.

Los integrantes del grupo le debían mucho dinero de adelantos a la discográfica Decca, y esta les ofreció quedar a mano si grababan una versión rock de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonín Dvorák, para promover un nuevo formato estéreo en el sello Deram. El proyecto nunca se concretó, pero en el fallido proceso los Moody Blues fueron ideando un “álbum conceptual” sobre el transcurso de un día, de la mañana a la noche. Lograron que el director de orquesta que les habían asignado arreglara y grabara parte de las canciones con músicos que trabajaban para Decca, aunque el sonido “sinfónico” ya estaba presente con el entonces novísimo mellotron que ejecutaba Mike Pinder, quien le enseñó a The Beatles el manejo de ese instrumento electrónico (a raíz de ese vínculo, Pinder y Thomas fueron músicos invitados cuando los Beatles grabaron “The Fool on the Hill” y “I Am the Walrus” en 1967).

Days of Future Passed incluía composiciones propias y partes vocales de todos los integrantes (entre ellas, dos poemas del baterista Graeme Edge recitados con música de fondo), con vetas psicodélicas vinculadas al consumo de LSD. Siguió una serie de discos ya sin orquesta, con altos niveles de musicalidad y virtuosismo, que los volvieron grandes estrellas, aunque ciertas caídas en la grandilocuencia, la afectación y casi todos los tópicos del hippismo hicieron que una parte de la crítica y el público nunca los considerara realmente rockeros, y a comienzos de los 70 la fórmula estaba bastante agotada. Thomas compuso algunas de las mejores canciones de la banda (como “Legend of a Mind”, dedicada a Timothy Leary) y se retrajo bastante desde los años 80, por problemas de salud que terminaron causando su muerte el jueves 4.

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