Por Ernesto A. Holder
Comunicador social
Por allí me llegó un enlace de un reportaje producido por Univisión (la cadena de televisión hispana en Estados Unidos) titulado: “30 años de la invasión a Panamá: la extraordinaria historia de dos enemigos a muerte que luego forjaron una larga amistad”. Ya es harto sabido lo que reza el dicho: “cada cual habla de la fiesta conforme le fue en ella” (o algo parecido).
Hace un tiempo escribí que “A mucho pesar, Panamá no es más que un lugar en donde vive gente. Nos sobrecoge una población que piensa y funciona en el presente vago; ayudado por los medios: con la fabricación de figuras artificiales y vacías que no agregan valor a lo sucedido en las últimas décadas del siglo pasado (…) que costó vidas por la defensa de la dignidad nacional y la recuperación e integración del territorio panameño”. Este artículo se sustenta sobre otros publicados en el pasado.
Para los que somos cuidadosos con los asuntos del rigor en el detalle histórico, más preguntas que respuestas me deja lo narrado en el reportaje de Univisión por el ex militar Amadis Jiménez y mucho más sobre este intento por lavarle la cara y pintar de héroe salvavidas a Marc Cisneros.
“[…] se cumplen 30 años de ese sanguinario y cruel episodio […]. […] para aprender un poco más sobre las historias de luto y solidaridad humana que otros investigadores han dedicado su tiempo en documentar […]”
Esta semana se cumplen 30 años de ese sanguinario y cruel episodio de la vida nacional. Y 30 años da para aprender un poco más sobre las historias de luto y solidaridad humana que otros investigadores han dedicado su tiempo en documentar y reconocer sin la necesidad de vanagloriar a nadie.
Transcribo extractos de uno de muchos testimonios sobre la Invasión del 20 de diciembre de 1989 que aparecen en “El libro de la Invasión’ de Pedro Rivera y Fernando Martínez: en la página 264, Mirka Rodríguez relata: ‘Mi hermano acababa de cumplir 27 años en noviembre. Estudió en la Academia Militar de Bogotá. Tenía esposa y estaba criando una niña de 4 años. (Esa noche estaba de turno en el Batallón de Ingeniería Militar). Al Batallón de Ingeniería Militar lo destruyeron por completo. No te puedo decir quiénes son ni los nombres de los que cayeron. Tampoco sé por qué no quieren hablar los que se llevaron para Nuevo Emperador arrestados. En cambio, puedo decir, convencida, que mi hermano en muchas ocasiones nos dijo que, si tenía que morir por su país, moriría”.
Mirka puntualizó: “No acepto que califiquen a los militares caídos como miembros de la narcodictadura. Nosotros no nos hemos beneficiado con dinero de ninguna narcodictadura. Perdí la cuenta de los días que pasé buscando a mi hermano en el Santo Tomás y en el Seguro Social. Vi herido por herido, muerto por muerto. Leí todos los listados y no lo encontré. Uno quiere ser muy frío… ¡y te llega…! Vi 125 muertos, uno por uno, además de todos los que había visto en el Santo Tomás, en el Seguro y en todos lados. En una lista apareció como herido y en otra como muerto”.
“El cosmético reportaje de Univisión es un intento por promover una narrativa […] individualista y romántica […], dejando a un lado el dolor y el luto infligido a un número desconocido de panameños […]”
Después de muchos días… (Continuó Mirka relatando), “llegó al Hospital Santo Tomás una lista del Gorgas en donde aparecía el nombre y número de seguro. Los gringos habían recogido y enterrado los cadáveres en bolsas. Luego los exhumaron para tomarles fotos. Pero no las entregaron sino a última hora a la medicatura forense. Tuvimos que esperar casi 8 días para identificarlo. Su cara, aunque estaba deformada, se podía reconocer”.
Unos amigos me dijeron que lo habían visto vivo, pero herido, quizás inconsciente. Cuando lo vi en la foto, con la lengua destrozada, dije: “Bueno, será que le dieron un tiro”. El 27 de abril, durante la segunda exhumación que hicieron, lo encontramos. En esa exhumación identificamos a otros. Al guardia de la entrada de Amador y otros dos a los que les pasaron las tanquetas encima, parecían planchas de cartón. Se debió fotografiar a los cadáveres. Por ejemplo, al que murió atado. ¡Qué se viera! Pero toda esa psicosis, miedo, terror y rabia… que los periódicos utilizaran su dolor para comerciar, eso da rabia. Además, se sabía que la mayoría de los medios locales estaban parcializados’.
El cosmético reportaje de Univisión es un intento por promover una narrativa histórica individualista y romántica de dos individuos, dejando a un lado el dolor y el luto infligido a un número desconocido de panameños que jamás olvidarán.