La economía asiática hace 20 años sufrió una crisis financiera, pero actualmente se ha reforzado a base de reformas y una mayor integración regional.
HISPANTV
El 2 de julio de 1997 el Banco de Tailandia agotó sus reservas de divisas y se vio obligado a flotar el baht, la moneda local, que como otras de la región, mantenía hasta entonces un cambio fijo con el dólar estadounidense.
Esa decisión marca el inicio de la crisis financiera asiática que se propagó rápidamente por la región, golpeando sobre todo a Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Filipinas.
Tailandia había fijado unos altos tipos de interés para atraer inversión extranjera, pero esto alentó también la demanda de crédito en el exterior del sector inmobiliario, lo que creó una burbuja que estalló cuando EE.UU. subió sus tipos e invirtió el flujo de capital.
La decisión del banco central tailandés hizo que el baht perdiera en cinco meses la mitad de su valor.
La depreciación fue aún mayor en Indonesia, donde la rupia, moneda nacional, cayó más de un 80 %, y originó una serie de protestas y disturbios que acabaron forzando la caída del general Suharto tras tres décadas en el poder.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) aportó 117.000 millones de dólares, la mitad de ellos en los países de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN), cuyo Producto Interior Bruto (PIB) se contrajo en un año 220.000 millones de dólares.
La recuperación de estas economías se basó en las exportaciones, impulsadas por la devaluación de las monedas, y se afianzó con una mayor integración en la cadena productiva de China, que ingresó en la Organización Mundial de Comercio en 2001.
A la vez, para evitar una nueva debacle estos países llevaron a cabo una serie de reformas que pusieron fin al cambio fijo con el dólar, dieron más autonomía a sus bancos centrales y potenciaron organismos supervisores nacionales y regionales.
Uno de estos es la Iniciativa Chiang Mai (CMI), un mecanismo de intercambio monetario que integra a los diez países de ASEAN, China, Japón, Corea del Sur y Hong Kong, y su Oficina de Investigación Macroeconómica ASEAN+3 (AMRO).
“La crisis asiática marcó el inicio de una mayor cooperación regional en abordar choques externos y el impacto del contagio”, indicó AMRO en un informe sobre la crisis de 1997 publicado en mayo.
El organismo atribuyó a la “red de seguridad” creada por reguladores la fortaleza que permitió a las economías de la región evitar la severidad de la crisis financiera global de 2008, que les causó una ralentización del crecimiento de la que se recuperaron rápidamente.