Salamandra Graphic rinde tributo a los autores Carlos Sampayo y José Muñoz con la edición integral de las historietas protagonizadas por su detective antihéroe.
Fernando Díaz de Quijano / El Cultural
Entre Charles Bronson y Steve McQueen, pero con unos pómulos como bolas de billar. Así es la cara de Alack Sinner, el detective antihéroe que barrió el tópico de que los cómics son para niños. Lo engendró en 1974 el tándem creativo formado por el dibujante José Muñoz y el guionista Carlos Sampayo poco después de conocerse. La serie protagonizada por el personaje se convirtió en uno de los primeros grandes referentes del género negro en el mundo de la historieta, y cumplía todos sus cánones a la manera de Dashiell Hammett o Raymond Chandler.
El protagonista es un tipo duro pero de buen corazón, honesto pero cínico, solitario, reflexivo, derrotado pero irreductible, y aunque en lo visual predomina un fuerte contraste entre el blanco y el negro, en lo moral la frontera entre buenos y malos es bastante borrosa. Ahora el sello Salamandra Graphic, que ya recuperó del mismo dúo el álbum Billie Holiday con motivo del centenario de la cantante, rinde homenaje a la serie Alack Sinner con un volumen integral que reúne todas las historias, de 1975 a 2006.
Aunque la serie fue publicada originalmente en otras editoriales, el equipo de Salamandra Graphic ha comprado los derechos de la obra a la francesa Casterman para saldar una deuda colectiva, haciendo de este lanzamiento, que se presentó en el Salón del Cómic de Barcelona, “un reconocimiento tardío, pero necesario, de dos de los autores más influyentes en el panorama del cómic contemporáneo”. José Muñoz también lo ve así: “Nos lo debían”, espeta al otro lado del teléfono nada más comenzar esta entrevista.
El dibujante está muy contento con el tributo y con el retrato de Sinner que han elegido para la portada de la nueva edición. “Cuando empecé a diseñar el personaje, me daba cuenta de que hacía los trazos cerca de donde debía, pero estos no llegaban a ubicarse en el lugar exacto al que querían pertenecer”. Dice el autor que la cara de Sinner, vista de frente, la encontró mucho antes que la de perfil. “Hasta la tercera historia no encontré un atisbo sólido de lo que debía ser el perfil del personaje”, recuerda.
De manera paralela al dibujo, de trazos enérgicos y sintéticos, el argumento también se fue definiendo sobre la marcha. Las primeras historias reproducían fielmente los cánones de la literatura noir, pero poco a poco la trama se fue liberando de clichés para centrarse sobre todo en las miserias cotidianas, la angustia vital y las relaciones humanas.
Muñoz vive desde hace muchos años en Milán. Allí Alack Sinner vio la luz por primera vez en 1975, en la revista Alter Linus, y poco después también en la parisina Charlie mensuel. Pero el personaje fue concebido un poco antes, en Casteldefels. Allí vivía su compatriota Sampayo, a quien Muñoz había conocido por medio de un amigo común. Sampayo era creativo publicitario y aquello fue el comienzo de una exitosa carrera en el mundo del cómic, al que entonces era totalmente ajeno. En cambio, Muñoz había querido ser dibujante de historietas desde los diez años y había tenido como maestros nada menos que a Hugo Pratt y a Alberto Breccia.
Eran otros tiempos. Los proyectos eran más tangibles, se construían en el cara a cara. “Viajé de Londres a casa de Sampayo en el verano de 1974 y nos pusimos a trabajar, codo a codo, tomando traguitos, analizando la realidad, inaugurando nuestra amistad colaborativa”, recuerda Muñoz. Aunque se les suele aplicar el calificativo de “autores exiliados”, lo cierto es que tanto Sampayo como Muñoz llevaban ya varios años en Europa cuando comenzó la dictadura argentina. “Fue estando ya aquí cuando nos ganamos el diploma de exiliados”, ironiza el dibujante. Las aventuras de Alack Sinner transcurren en Estados Unidos, pero su trasfondo es universal: “Sinner es multicultural y cosmopolita sin saberlo y sin salir de su barrio. El género policial negro nos permitió sublimar todo el terror que la historia nos proponía: la situación argentina, el imperialismo, la estupidez y la crueldad humanas”.
En 1975, salió en Italia la primera historia de Alack Sinner, El caso webster, y los autores se establecieron allí, en Brescia, a cien kilómetros de Milán. Sampayo se quedó en Italia hasta 1980; Muñoz sigue allí, en Milán, aunque ha pasado algunas temporadas en París, la meca del cómic de autor europeo. De hecho, Alack Sinner inició su vida pública en Italia, pero fue en Francia donde tuvo mejor acogida.
Alack Sinner se publicaba por entregas de 8 o 10 páginas, como era habitual entonces, en revistas mensuales. Pero a mediados de los 80 el paradigma cambió: “Se acabaron las revistas mensuales y llegaron los grandes apagones, los hiatos, la Fosa de las Marianas. El trabajo desapareció”. Pero aún quedaba el formato álbum: “Eso lo conocí a finales de los 70. La editorial Milano Libris (responsable de Alter Linus) publicó el primer libro de Alack Sinner. Para mí, era algo exótico. Carlos y yo estábamos habituados al ritmo mensual de creación, con plazos de entrega y una organización exterior. La desaparición de las revistas me produjo una gran desazón. Al no tener fecha de entrega podía estar diez años con una página”.
Poco después, tuvo lugar el primer boom de la novela gráfica, que para Muñoz, así como para muchos expertos en cómic, fue “un movimiento comprensibilísimo para ubicarse dentro de las áreas más prestigiosas de la cultura”, tratando de que las historietas fueran consideradas “literatura dibujada”. Uno de sus artífices fue Art Spiegelman, el célebre autor de Maus. “Recuerdo una conversación con él a principios de los 80 en la que me dijo que tenía una intención consciente de ubicar su trabajo de tal manera que no fuera preventivamente despreciado por los idiotas. Ese movimiento nos ha procurado a los autores un espacio confortable para poder expresarnos con más libertad”.
El trabajo de Sampayo y Muñoz influyó notablemente en el de las generaciones posteriores, especialmente en autores como Jacques Tardi o Frank Miller, algo que enorgullece a Muñoz: “Tengo la satisfacción del trabajo bien hecho, he conseguido honrar a mis maestros y creo que, igual que ellos nos hicieron buenos pases, nosotros también hemos sabido pasar bien la pelota a los que vinieron después”.