Mis memorias de la invasión

21 de diciembre de 1989

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Mario Dominguez

Por Mario Domínguez
Redacción de Bayano digital

Una mañana
De sol radiante
Salí a buscar al invasor
De las chavas chao, chao, chao
Y si yo muero en el combate
De las chavas chao, chao, chao
Y si yo muero en el combate
Toma mi puesto y mi fusil…
(Bella ciao)

La noche del 20 no se dormía. Un grupo dormitaba, mientras otro hacía la vigilia.  Pernoctábamos en la casa de unos parientes de un miembro de nuestra columna.  Necesitamos un techo para tratar de evitar los visores nocturnos del agresor.

Las oscuridades del cielo junto al silencio de la noche eran rotos por las balas trazadoras de color rojizo seguidos de un extraño sonido proveniente de los aviones de guerra.

Antes de que saliera el sol ya nos movilizamos. Nos dirigimos al Cristo de San Miguelito, a donde nos habían convocado.

Íbamos en un Lada Samara y al subir por una cuesta, de una calle, que no recuerdo su letra, casi en la cúspide nos sorprendió un helicóptero Black Hawk, en vuelo estacionario a muy baja altura.  Quizá fue poco tiempo, pero lo sentí una eternidad.  Vi el helicóptero frente a nosotros, como una gran bestia oscura, y recuerdo la negrura de sus cañones. Curiosamente no tengo memoria del ruido que debía hacer o era tan moderno que no se escuchaban las aspas ni el rotor.  Nos detuvimos y la bestia alada levantó vuelo.

Llegamos al punto de reunión.  Ahí conversamos sobre la jornada del día anterior, el 20 de diciembre. En resumen, memoro que las columnas ubicadas en Los Andes y San Isidro habían impedido la toma del Cuartel de Tinajitas. El invasor no coronó el asalto en varios intentos.  Una vez desembarco y luego tuvo que retirarse. Dicho cuartel era crítico porque supuestamente tenía capacidad para atacar las bases a orillas del canal.

Se mantuvo el control del puente que une la Tumba Muerto con la Transistmica. El paso de la Roosevelt a Villa Guadalupe también se mantenía bajo en manos de los patriotas panameños.  San Miguelito era el bastión de la resistencia.

Entre mis compañeros, Klever De Lora, al cruzar una cerca, sufrió un accidente que lo inmovilizó por heridas en una de sus piernas.

A partir de la noche del 20, a San Miguelito llegaron aquellos panameños con voluntad de combatir y resistir.  Había miembros de las tropas Machos de Monte, Pumas, Cholos, Batallón 2,000, integrantes de los Batallones de la Dignidad 16 de diciembre, Rosa Elena Landecho, San Miguel Arcángel, CODEPADIS, militantes del PRD y del Partido del Pueblo. Cada uno traía información fresca de lo sucedido en sus áreas. No se rendían ni pasaban a la clandestinidad, se movilizaban voluntariamente a donde consideraban que podían seguir combatiendo y resistiendo. Sobraban los hombres y mujeres con coraje.

Después de nuestra conversación en el Cristo, reaparece un helicóptero y un compañero le disparó una ráfaga. El bicho nos apuntó, luego hizo un giro y de manera extraña disparó un cohete contra la vivienda de unos panameños no combatientes.  Heridos, sangre, dolor.  Después comprendimos que era una estrategia para que la comunidad rechazara nuestra presencia en sus vecindarios.

Se nos ordenó cubrir el puente Rojo de Samaria.  Ahí llegamos y un compañero de Darién estaba apostando sobre el puente con un fusil de trípode.

Los combates seguían en las faldas de Tinajitas.  Sin saberlo aún, ya éramos parte de lo que Rolando Sterling en su libro de historia llamó «La Batalla de San Miguelito».

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